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Poética de lo inesperado

Bruce Springsteen y Patti Smith unieron sus talentos en el año 1977 para crear 'Because The Night', ahora lo hacen en las librerías con dos libros de memorias

Poética de lo inesperado

En los últimos años son muchos los cantantes, músicos y compositores que han decidido liarse la manta a la cabeza y han acabado saltando sin red de la música a la literatura, como David Byrne (Diarios de bicicleta), James Rhodes (Instrumental), Pete Townshend (Who I Am), Neil Young (El sueño de un hippie), Stuart Murdoch (El café celestial), Mark Oliver Everett (Cosas que los nietos deberían saber), Patti Smith (Éramos unos niños), Dean Wareham (Postales negras) y, cómo no podía ser de otro modo, el reciente premio Nobel de Literatura, Bob Dylan (Crónicas, vol. 1). A esta larga lista se suma Bruce Springsteen y, de nuevo, Patti Smith, que unieron sus talentos en 1977 para crear Because the Night, ahora lo hacen en las librerías con dos libros de memorias, Born to Run y M Train, respectivamente.

Dejando a un lado el pasmo inicial de quienes aún arquean las cejas ante un cantante desligado de todo compromiso sobre lo que se espera de él, que acaba lanzándose a la escritura de sus memorias, el debut literario de Bruce Springsteen no es exactamente como uno se lo imaginaría. El cantante de New Jersey, más conocido como The Boss, sigue un hilo más o menos cronológico al imprimir en las páginas de Born To Run (Literatura Random House) sus vivencias y sensaciones, pero lo hace como si de una novela de Harper Lee se tratase: "Tengo diez años y me conozco cada grieta, saliente y hendidura de la desmoronada acerca que recorre arriba y abajo Randolph Street, mi calle. Aquí, según cómo transcurra la tarde, soy Aníbal cruzando los Alpes, un soldado atrapado en un cruento combate en plena montaña, o innumerables héroes de película de vaqueros recorriendo los pedregosos senderos de la Sierra Nevada".

Memorias con la pegada de una novela de iniciación, Born to Run encapsula, con su prosa de elegancia infinita, las enfrentadas palpitaciones de un joven cantante y su banda E Street Band, mientras recorre, adelante y hacia arriba, su camino a la fama: "Nuestra primera audición fue en Atlantic Records. Todo lo que recuerdo es subir a una oficina y tocar para un desconocido. No estaban interesados. Lo siguiente que Mike [Appel] consiguió -y yo no podía creérmelo- fue una audición con John Hammond. ¡John Hammond! El legendario productor que había contratado a Dylan, Aretha y Billie Holiday. [...] Acababa de leer la biografía de Dylan escrita por Anthony Scadutto, ¡e iba a conocer al hombre que la había hecho posible!". El resto es historia, pero historia viva de la que Springsteen ha querido dejar constancia para que no se desvanezca en el agujero negro de la prensa sensacionalista.

Completamente distinto es el libro de Patti Smith, lleno de vivencias, de presencias, de sensaciones, sin un hilo conductor, y que puede abrirse por cualquier página. Abro ahora una página al azar y leo (es la 214) que la cantante ha pasado otra noche agitada: "Me levanté al amanecer y me puse a trabajar. Tenía los ojos irritados de descifrar sobres, guardas y servilletas manchadas llenas de garabatos, de transcribir al ordenador el texto sin orden ni concierto e intentar luego dar sentido a un relato subjetivo de cronología asimétrica. Lo dejé todo encima de la cama y me fui al café Dante. Dejé que se me enfriara el café mientras pensaba en las parejas de detectives. Cada uno depende de la mirada del otro. 'Dime que ves', dice uno. Y su compañero debe hablar con confianza, sin omitir nada. El escritor, en cambio, no tiene compañero. Debe volver sobre sus pasos y preguntarse a sí mismo".

M Train funciona así, se te tira encima como un tren que no ves venir. Si las palabras fuesen algo tangible, pongamos que una masa pegajosa que se va adhiriendo poco a poco al cuerpo, uno saldría del libro de Patti Smith recubierto de una gruesa película de emociones borrosas y con los dedos goteando sutiles salpicaduras de una vida en la que cuesta distinguir dónde empieza la normalidad y acaba el crepúsculo. M Train constituye el último y más brillante eslabón de su narrativa a la deriva, que no cesa (ni se agota), regida tan sólo por el anclaje emocional y la poética de lo inesperado.

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