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AMALGAMA

Política y mentira

Maquiavelo: "Es necesario, pues, ser zorro para conocer las trampas, y león para destrozar a los lobos. Los que sólo toman por modelo al león no entienden sus intereses"

Política y mentira

Un político que no sea mentiroso será buena persona, pero mal político. Es decir, debe retirarse de la política, aunque sea loado en otros foros. Nos vamos a basar en la filosofía y la neurociencia. Primero lo fácil, Maquiavelo, en El Príncipe: "Es necesario, pues, ser zorra para conocer las trampas, y león para destrozar a los lobos. Los que sólo toman por modelo al león no entienden sus intereses". Y a partir de este previo liminar: "Por tanto, un príncipe prudente no puede ni debe mantener fidelidad en las promesas, cuando tal fidelidad redunda en perjuicio propio, y cuando las razones que la hicieron prometer ya no existen". El motivo: "Si los hombres fueran todos buenos, este precepto no sería bueno; pero como son malos y no observarían su fe con respecto a ti, tú tampoco tienes que observarla respecto a ellos. Nunca le faltan a un príncipe razones legítimas para cohonestar la inobservancia". Razón de que este proceder es, incluso, un arte: "los hombres son tan simples, y se someten hasta tal punto a las necesidades presentes, que quien engaña encontrará siempre quien se deje engañar". Finalmente: "Procure, pues, un príncipe conservar y mantener el estado: los medios que emplee serán siempre considerados honrosos y alabados por todos; porque el vulgo se deja siempre coger por las apariencias y por el acierto de la cosa y en el mundo no hay sino vulgo; los pocos espíritus penetrantes no tienen lugar en él, cuando la mayoría tiene dónde apoyarse. Un príncipe de nuestros tiempos, al cual no está bien nombrar, jamás predica otra cosa que paz y lealtad, y en cambio es enemigo acérrimo de una y otra; si él las hubiera observado, muchas veces le habrían quitado la reputación o el Estado". En The brain adapts to dishonesty, estudio dirigido por Neil Garrett, de Princeton, con Stephanie Lazzaro, Dan Ariely y Tali Sharot, publicado en Nature Neuroscience, se afirma que la amígdala es un centro que recoge, cerebralmente, el rechazo cuando se ejercita el engaño, una sensación negativa. Sin embargo, descubre el estudio -tras escanear 80 cerebros mientras ejecutaban tareas que le reportaban beneficios personales si mentían- que, ante la mentira reiterada, esa frenada emotiva va desapareciendo, va disminuyendo, y se refuerza el ir de una mentira a otra, pues la respuesta de la amígdala va desapareciendo. Señala Neil Garrett: "Esto está en línea con la idea de que nuestra amígdala registra la aversión a los hechos que consideramos malos o inmorales. En este caso, hemos estudiado la insinceridad, pero el mismo principio podría aplicarse a la progresión de otras acciones como los actos de riesgo o los comportamientos violentos". Los mismos estudios establecen que el oyente medio no descubre la mentira sino en la mitad de los casos, a no ser que disponga de información para contrastar, y en este sentido abunda otro estudio anterior, de junio de 2015, publicado en "Proceedings of the National Academy of Sciences", volumen 112, que demuestra que los grupos incrementan la posibilidad de detectar la insinceridad, previo un trabajo de intercomunicación entre los individuos que lo forman. En esta ocasión, el director del estudio, Nicholas Epley, de la Universidad de Chicago, experimentó con decenas de grupos de tres personas a las que se mostraban diez videos con locutores que engañaban. Los participantes lo detectaban con mayor probabilidad cuando, previamente, comentaban unos con otros antes de expresar su opinión; un 62 por cien de éxito en la opinión grupalmente contrastada, contra un 54 por cien para los que se aventuraban a opinar individualmente. Pues eso, lo que Maquiavelo dijo hace siglos: mentir reiteradamente es algo que premia la naturaleza, y los mentirosos se aprovechan de la inercia de los individuos a creer la mentira: quien engaña encontrará siempre quien se deje engañar.

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