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AMALGAMA

Vicálbaro y la 'spanish revolution'

Podemos preconiza la conquista de las zonas urbanas y el uso metafórico de la guillotina como instauradora de la democracia. Siempre existe un eterno retorno

Uno de los textos del joven Karl Marx, cuando contaba treinta y pico largos años, y se ganaba la vida escribiendo artículos para el New York Daily Tribune, cubrió la entonces incipiente revolución española, conocida como La Vicalbarada, por haber comenzado en Vicálbaro, en los aledaños de Madrid, y haber provocado el advenimiento del denominado Bienio Progresista, en sustitución de un gobierno moderado, entre 1854 y 1856. Hacía seis años que Marx había escrito el Manifiesto del Partido Comunista, y estaba en pleno vigor intelectual. Es interesante observar cómo trataba aquellos episodios de convulsión política española, una incipiente reacción liberal que, no obstante, resultaba tendenciosa hacia el denominado progresismo, entendido éste como una revolución fuerte. Marx critica que la flexibilidad española no fuera como la francesa, capaz de hacer una revolución en tres días, de la misma forma que, podemos parafrasear, Francia lleva ya la quinta república y España no ha pasado de la segunda. En todo su análisis Marx destaca que la historia de España, desde Carlos I, es una tensión entre el totalitarismo centralista y las diversas satrapías regionales en las que surgía el "ardor popular", siempre acallado por el espíritu "contrarrevolucionario" del Gobierno. Al estar el pueblo domeñado en su alienación por la monarquía y el catolicismo, la contrarrevolución desde el centralismo se hacía siempre posible. En la edición de estos textos de Karla Marx de 2009 (hubo otras anteriores, en 1929, en 1960 y en 1978, esta última en la soviética Editorial Progreso) hay una interesantísima anotación que nos lleva a la situación actual de la política española. Analiza Marx el Trienio Liberal de 1820 a 1823 en España y las causas de su fracaso: el partido revolucionario no vinculó los intereses rurales con el "movimiento de las ciudades", que se veían como los tardo-burgos en los que, según Marx, nacía el espíritu revolucionario. Y como razón subsidiaria a ésta, Marx achaca el fracaso a que la violencia en España se ejercía "con ligereza", en comparación a cómo ocurrió en Francia, con sus formas jacobinas que instauraron una Era de Terror central. Según Marx, hubo poco "encarnizamiento", poca "efusión de sangre". El método de Marx, detectando que esa incipiente pendulación del poder político en España, inaugurado en la idiosincrasia construida en siete siglos de reconquista, y gravitando entre la revuelta vicalbarista y la obediencia al monarca absoluto y de origen divino, de carácter asiatista dice Marx, puede seguirse entreviendo hasta llegar a la oposición república-franquismo que ha marcado la historia de la mitad central del siglo XX. Y ahora, esa característica meramente española surge de nuevo, en otro movimiento pendular. El 15M fue una revolución vicalbarista, por así decirlo, motivada por una situación de extenuación económica externa unida a un abuso de las elites políticas del contubernio, el cohecho y la prevaricación, en contraste con las necesidades de la masa, provocando una ligera reacción que, enseguida, fue aprovechada por los elementos revolucionarios que ahora conocemos bajo la etiqueta de "Podemos" (un nombre proveniente de la cultura de "autoayuda" mezclada con la propaganda norteamericana del "we can"). Y esta fuerza revolucionaria preconiza la conquista de las zonas urbanas y el uso metafórico de la guillotina como instauradora de la democracia. Siempre existe un eterno retorno a elegir entre el vicalbarismo y el totalitarismo, las revueltas fuenteovejunistas que merecen la gracia del populacho y los abusos absolutistas del imperator cuando éste sube al mando "por la Gracia de Dios" y con el mazo dando. La eterna dialéctica histórica que no nos dice otra cosa sino que éstos, los de arriba y los de abajo, seguirán eternamente pegándose.

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