Cinco minutos de conversación son suficientes para comprender que Yaiza Pinillos (La Orotava) trabaja en su pasión. Sus palabras al otro lado del teléfono, al charlar sobre trajes, cortes, formas y técnicas para tratar tejidos, denotan ilusión y fuerza, rasgos que le permiten explicarse como si fuera un libro abierto -habilidad que deben agradecen sus alumnos en la Escuela TAI (Transforming Arts Institute) de Madrid-. Figura de referencia, desde hace unos años, en el diseño patrio de vestuario escénico -sobre todo en el flamenco-, este fin de semana su talento desfilará sobre las tablas del Teatro Cuyás: todos los modelos que lucirán los componentes del Ballet Nacional, al interpretar Zaguán, llevan la firma de la creadora tinerfeña.

"Esta producción", explica Pinillos desde La Orotava, "ha sido de máxima complejidad por la cantidad de vestidos y por la elección del material". "No hay", añade, "un solo vestido igual a otro. Todos son diferentes, tanto en el primer como en el segundo elenco. No se repite ninguno. Ni por patronaje ni por color. Y la elaboración ha sido amanuense, un proceso artesanal en todos los pasos, tanto en la confección como al tintar".

Licenciada en Historia del Arte, para hacer frente al encargo del Ballet Nacional, Pinillos recurrió a la moda del siglo XIX para darle forma al vestuario de Zaguán. "Por estética", explica, "cuadraba con lo que quería la compañía". "Y al optar por un tinte decimonónico", agrega, "el objetivo es que fuera lo más real posible. Quería que el espectador, al ver el vestuario, por sus cortes y sus tonos se trasladara a esa época. Que incluso tuviera la sensación de poder oler esos años".

Los trajes, según detalla la diseñadora tinerfeña, fueron "tejidos a mano, se tintaron manualmente, con unas cartas de tinte muy precisas, en una tintorería tradicional. Se utilizaron los métodos del siglo XIX, con procedimientos muy antiguos también en el taller de sastrería para mimar el producto y transcribir lo que queríamos reflejar. Fue un proceso de metabolización complejo".

Con el objetivo de retratar una época muy concreta, el desafío se multiplicó "al combinar esas licencias creativas con las necesidades técnicas del baile", subraya Pinillos. "Utilizamos un procedimiento de otro siglo, pero no podíamos obviar la comodidad del ballet". "Después de todo", recalca, "lo más importante es que ellos se sientan cómodos para poder realizar bien su función. Ha sido, sinceramente, un reto muy fuerte, pero al mismo tiempo ha sido una experiencia maravillosa. No existe una compañía tan grande como el Ballet Nacional. Yo nunca había trabajado con un grupo tan grande. Lo había hecho con compañías de siete, cinco bailarines, y con dos cambios de modelos. Esto ha sido otro nivel".

Reconocida por el diseño de corsetería para espectáculos de tipo burlesque y por la manipulación y efectos sobre textil, modificando texturas a través de procedimientos superficiales y a nivel de fibras, para hacer frente al encargo del Ballet Nacional "uno de los procedimientos que se realizó fue dorar muchas superficies, una técnica que ya se utilizaba en esa época". "Se trabajó", recuerda, "prenda a prenda, con una paleta cromática concreta , con distintas texturas, fibras, etcétera. Todo para que el trabajo fuera lo más parecido posible a la época que queríamos evocar y cómodo para los integrantes de la compañía".

Su desembarco en el mundo de la moda, tras licenciarse en Historia del Arte, confiesa que "fue casual". "Combiné esos estudios", argumenta, "con los de Bellas Artes. Desde pequeña pintaba figurines, me inventaba mis fantasías, con sus texturas... Y un día, por casualidad, un amigo me pidió un favor y así empezó todo. No lo considero mi trabajo, lo veo como mi pasión", apunta.

Tras cerrar una primera etapa como estudiante en España, la orotavense finalizó su formación en la Universitá degli Studi di Torino, en la especialidad de DAMS (Disciplina de las Arte, la Música y el Espectáculo) y después de realizar varios posgrados de especialización en Central Saint Martins School of Arts & Design (Londres) y en la Fondazione Roberto Capucci (Florencia). Ahora, con Zaguán de gira por España, su último desafío ha sido "dirigir mi propio proyecto". "No soy directora ni coreógrafa", aclara, "pero en la Bienal de Sevilla dirigí un taller de creación en el que los alumnos tenían que improvisar a partir de nuevos materiales".