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CONTRA LOS PUENTES LEVADIZOS

No soy perfecta

La escritora feminista Roxane Gay. LP/DLP

Un repaso de los títulos esenciales de la literatura feminista (Vindicación de los derechos de la mujer de Mary Wollstonecraft, El segundo sexo de Simone de Beauvoir, Una habitación propia de Virginia Woolf, La mística de la feminidad de Betty Friedan, Política sexual de Kate Millet, Mujeres, raza y clase de Angela Davis, El género en disputa de Judith Butler, Teoría King Kong de Virginie Despentes, Todos deberíamos ser feministas de Chimamanda Ngozi Adichie) dibujarían una topografía donde género, sexo, violencia y poder serían sus líneas principales. Inmediatamente, acercándose a ese paisaje, veríamos que el correlato de estas palabras es la memoria. Una memoria predeterminada por mitos, relatos y estereotipos que hemos ido interiorizando poco a poco hasta que los hemos asumido cómo algo normal.

A sus 42 años, la escritora afroamericana Roxane Gay es seguramente la representante más destacada y más rara (en lo que tiene de revolucionario esta palabra) de la última generación de una literatura, la feminista, que empieza a replantearse su papel en la cultura moderna. En su ensayo Mala feminista, publicado por Capitán Swing, Gay pone en tela de juicio que exista una sola manera (correcta) de ser feminista: "Cuando era más joven, renegaba del feminismo con alarmante frecuencia. Entiendo por qué las mujeres reniegan y se distancian de él encantadas. Yo también renegaba, porque cuando me llamaban feminista la etiqueta me sonaba a insulto. De hecho, generalmente esa era la intención subyacente. [...] Me resistía al feminismo porque me preocupaba que no me permitiera ser el desastre de mujer que sabía que era".

Cuando se dice que una mujer es feminista, prácticamente siempre se quiere dar entender que actúa de una determinada manera, poniéndole la zancadilla a todas las demás. A Gay, que en la adolescencia se atiborraba de pastelitos llenos de crema y pizzas y se enrollaba con los chicos que se lo pedían, le costó Dios y ayuda aprender "a separar el feminismo del Feminismo, de las Feministas y de la idea del Feminismo Esencial, un feminismo verdadero que domine todo el género humano. Me resultó fácil abrazarlo cuando comprendí que defendía la igualdad de género en todos los campos al tiempo que trataba de tener en cuenta todos los factores que influyen en quiénes somos y cómo nos movemos en el mundo".

Gay no se limita sólo a explorar las contradicciones del feminismo, a partir de sus vivencias de infancia y adolescencia, sino que quiere que su experiencia sea útil dentro de un marco más general para entender el mundo el que vivimos y el mundo en el que le gustaría vivir. Su libro marca un punto y aparte en el pensamiento feminista, en los estudios sobre el cuerpo de la mujer y, quién sabe, quizá en nuestra propia intimidad, pero en ningún caso puede dejarnos indiferente. En Mala feminista, Gay habla sin tapujos de aquellas experiencias que hacen de nosotros lo que somos: "Asumo la etiqueta de mala feminista porque soy humana. Soy complicada. No pretendo ser un ejemplo. No pretendo ser perfecta. No pretendo decir que tengo todas las respuestas. No pretendo decir que tenga razón. Sólo pretendo defender aquello en lo que creo, hacer algo de ruido con lo que escribo siendo yo misma".

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