Emotivo, sorprendente y participado por una audiencia que colmaba el Auditorio, el concierto de Luis Morera en formato sinfónico-coral ha sido, quizás, el paso decisivo para su consagración como insuperable cantor de Canarias. Pletórico de facultades cuando acaba de cumplir 70 años, su voz poderosa, bellamente timbrada en la impostación natural, extensa en tesitura y, sobre todo, intensa en la expresividad, cubre la trayectoria de vocación, calidad y compromiso que le sitúa en el umbral del mito.

Mítico es, por la originalidad del color y la audacia armónica, el 'sonido Taburiente' creado por él y sus compañeros en el último cuarto del siglo XX, rememorado ahora en varios temas como oportuna referencia biográfica. Y no lo es menos la recreación del patrimonio popular con giros melódicos, rítmicos y vocálicos privativamente suyos, que, fundidos en el sonido sinfónico y subrayados por la gran polifonía, convocan impresiones sonoras más allá de la lírica.

Momentos épicos vivieron intérpretes y público a lo largo de los 16 capítulos de un recital sin pausa, exigente y duro para una voz que acaba tan fresca y entera como empieza. Un artista y promotor extraordinario, Manuel González 'Mestisay', autor de memorables espectáculos además de gran compositor e intérprete, dedicó mucho tiempo y esfuerzo a la gestación de este acontecimiento que materializa su admiración por Luis Morera. La selección de los temas, el orden estético del programa, las orquestaciones encargadas a compositores del talento de José Brito, Manuel Bonino y Yonatan Sánchez junto a especialistas como G.Arias, P.Hope, J.J.Solana y Tejera, los videogramas y todos los elementos de la dirección artística, crearon un imaginario musical impecablemente plasmado. Luis García Santana desplegó saber, entusiasmo y reflejos al frente de la orquesta y el coro. Fue un todo perfecto.

Y en torno al protagonista, las colaboraciones de la también insuperable Olga Cerpa (El punto, En busca de Valentina y la magistral Noche de Arguineguín); los timplistas Germán López e Hirahi Afonso, las brillantes sopranos Estefanía Perdomo y Maite Robaina y los camaradas del histórico Taburiente, tejieron un juego de encantamiento, un rito tan lleno de vida como impregnado de admiración, alegres y conmovidos en temas de Luis o de otros, canarios y de más allá del mar, confabulados en la incesante crecida del placer, los sentimientos y las emociones. Los finales con el Gracias a la vida de Violeta Parra y el legendario Ach Guañac de Morera, pusieron al público en pie, pidiendo más y recibiendo en triunfo la generosa respuesta del cantor. Una voz y un talento que ostentan por derecho propio la calidad-símbolo del genio musical vernáculo de Canarias.