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La vida no es bella: pesimismo en viñetas

El arte narrativo no está siempre para dar jabón, es necesaria la mirada crítica; y en el cómic, como en literatura o cine, existen las voces de la discrepancia

La vida no es bella: pesimismo en viñetas

Gran Hotel Abismo, la última obra de Marcos Prior y David Rubín, es un relato que sus autores definen como profundamente crítico con el entorno sociopolítico actual. Y además de ese poderoso golpe sobre la mesa podemos buscar otras voces también críticas con la realidad. Nadar, Simon Hanselmann, la revista online Orgullo y satisfacción, el díptico ¡García!, de Santiago García y Luis Bustos... En esta línea muy diversa pero con el acento crítico en primer plano podemos ubicar dos obras que no deberían pasar desapercibidas: Materia, de Antonio Hitos (Astiberri), y Beverly, de Nick Drnaso (Fulgencio Pimentel).

Antonio Hitos (Huelva, 1985) se inicia en los cómics a finales de los 90 con el fanzine muCHOCOmi, publica en la revista El Víbora y se estrenará en la novela gráfica con Inercia, VII Premio Internacional de Novela Gráfica Fnac-Salamandra Graphic. Aquel Inercia mostraba a un autor gráficamente potentísimo y con un mundo propio tremendamente sólido. Mundo y potencia que se consolidan en Materia.

Este nuevo cómic supone un paso adelante respecto a Inercia. En primer lugar depura sus constantes, que se resumen en una mirada generacional desencantada, crítica y de fondo, preocupada y empática bajo una sólida capa de vitriolo. Los personajes de Hitos (a los que dibuja como reptiles o saurios antropomórficos) rezuman vacío existencial y falta de brújula, pero también emanan cierta tristeza casi compasiva. El lector no siente desapego sino cierta empatía, preocupación por esas vidas (ayuda quizá su perfecto dominio con los diálogos, absolutamente naturales y creíbles). Pero Materia supera el corsé del género social al contarnos una oblicua, extraña, siniestra y silente invasión alienígena nada benigna. Posiblemente de las invasiones alienígenas más marcianas que leas en mucho tiempo. El contraste entre algo abocado al cliché como es la invasión extraterrestre con un contenido existencial sobre la vida en el siglo XXI supone una de las lecturas más excitantes y al tiempo incómodas del año. Además, las constantes gráficas y estéticas del autor siguen presentes: espacios sin perspectiva que evocan un universo de videojuego 2D, línea clara inorgánica, colores emocionales, no naturales, ritmo, cadencia y repetición como fórmula narrativa... y en esta nueva obra una clara influencia de autores tan importantes como Chris Ware, algo de Jesse Jacobs y hasta ecos del último Max, me atrevo a ver.

Páginas excelentemente planificadas que son un gustazo a la vista para un relato moderadamente hermético que sorprende y amarga un poco, lo suficiente para dejarnos cavilando sobre la sociedad y a dónde se dirige.

Nick Drnaso (Palos Hills, Illinois, 1989) ha colaborado en varias antologías de cómic, ha autoeditado sus primeras obras, ha sido nominado a tres premios Ignatz y ha coeditado el segundo y el tercer volumen de la antología Linework del Columbia College. Beverly es su primera novela gráfica. Cuando Chris Ware (otra vez recurrimos a Ware, y a su larga sombra en el cómic contemporáneo) dice de uno que es "un talento afilado, inquietante y cargado de inteligencia no solo en el ámbito del cómic, sino también en los de la escritura y el arte visual" hay que tomarse en serio su debut. Beverly parte con unas cartas marcadas que pueden hacer arquear cejas: otro cómic indie de costumbrismo desencantado. Pero Drnaso, en su mirada deudora de Adrian Tomine o el propio Ware y de la literatura norteamericana del desencanto, pisa con firmeza el terreno de la narrativa existencialista. Beverly nos ofrece varios relatos breves, pero densos, que actúan como mirillas a vidas alienadas y sin embargo socialmente bien posicionadas, donde los problemas son algo interno antes que externo.

Historias turbadoras como Virgen María, sobre la incidencia emocional de un caso de secuestro y abuso sexual en un vecindario altoburgués; narraciones de gris cotidiano como La historia más triste jamás contada o las inexplicables turbaciones que nos deja la lectura de Yo, rey, certifican que los relatos de Drnaso están dotados de talento para radiografiar la normalidad más gris del sueño americano. Un sueño que en la mirada de personajes de raza blanca, bien situados socialmente y en apariencia "ganadores", se muestra vacío, estéril y a la postre, triste. Es significativo que cada uno de estos relatos comience con un retrato a gran tamaño de su protagonista. Son historias de lo interior, queda claro desde la primera viñeta. Lo particular explicando lo general, el yo como reflejo de esa distorsión del american dream.

Por otro lado, la preciosa portada engaña con su esteticismo: el dibujo de Nick Drnaso es frío, esencial, nos recuerda a un manual de instrucciones, y trae a la cabeza el estilo límpido de Rutu Modan succionado desde una perspectiva de cómic alternativo norteamericano. Páginas cartesianas, diálogos gélidos, una sensación de contención, de olla exprés constante, son logros de una firma que deberá darnos muchas alegrías futuras, como lo es este Beverly presente, aunque sea una alegría agria.

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