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arte

Conmemoración de su persistencia

En Tony Gallardo se da la rara confluencia de un artista que fue también un importante hombre de acción por su militancia comunista

Tony Gallardo junto a una de sus obras. LA PROVINCIA / DLP

Pese a ser un librito de pequeño formato (18x18cm.) y no más de 83 páginas, lo último que hemos leído con detenimiento nos devuelve la memoria viva del artista Tony Gallardo, a quien se hace preciso revisar siguiendo toda la información que este volumen nos aporta. Lo introduce con clara y brillante prosa biográfica su hijo, Tony Gallardo Campos, haciendo un recorrido bastante minucioso de la peripecia vital y artística de su padre, de modo equidistante entre el documentalismo más solvente que pueda darse -el que procede del núcleo familiar - no escatimando, sino más bien realzando, el detalle de su peripecia de alcance como activista cultural, político, pensador estético y medioambientalista.

Pues en Tony Gallardo se da la rara confluencia de un artista plástico que fue también un importante hombre de acción, por su militancia comunista en la clandestinidad, un agitador cul-tural que promovió iniciativas inaugurales en la desafección a la molicie del régimen de los Alzados "por la gracia de Dios". Un hombre encarcelado por ello (como lo fueron su hermano José Luis y tantos otros), emigrante a Venezuela y finalmente regresado a sus lares para rebuscar piedras en nuestros barrancos y transformarlas en arte, plantando sus esculturas a nuestro paso por las islas.

Hace de él Gallardo jr. un recorrido por su biografía tan de primer mano en el detalle porque, con toda seguridad, nadie mejor que su hijo - quien compartió desde chiquillo las movidas de Tony de pueblo en pueblo - dispone de semejante información para comunicarnos quien fue en ver- dad aquel hombre barbudo, de pelo encrespado, ojos chinescos, de fácil y animosa dialéctica. Un entrañable personaje, cuya familia nos hace ahora partícipes del fondo doméstico documental, auxiliado por el común de la Fedac, ilustrando el volumen que reseñamos. Documentación gráfi-ca medular en la historiografía grancanaria de toda una época, en especial por incluir los originales facsimilados del grupo Lati-tud 28 (fundado en 1963), así como el del Manifiesto de El Hierro (leído en aquella isla en 1976), además de sus dibujos, graba- dos, un mural, un póster propagandístico, retratos de diversas épocas y un cuerpo gráfico adicional de sus monumentos con implantación viaria.

Así quienes, ya acabando el segundo decenio del s. XXI, quieran saber a fondo quién fue este hombre, cómo se movió en el ambiente cultural del siglo pasado, tienen ahora a su alcance un pequeño manual, si bien competente al máximo en contenido, a precio accesible, comprensivo del lugar exacto que debe ocupar Gallardo en nuestro ajuar civilizado. En el currículo cultural insurgente, no el sumiso y contemporizador con la dictadura, atenuado bajo la etiqueta ampliamente diluida como "arte social", que en no pocos casos se hace distinguible por su insolvencia.

Sus grabados oscilan estilísticamente entre un primer entronque esquemático con las convenciones indigenistas, aunque fugándose hacia un expresionismo herido por la realidad del entorno social, con ese característico rayado suyo que siluetea personajes lancinantes, amaguados de libertad. Se trata de una estética de combate, que desea ser reactiva y movilizadora de conciencias y actitudes ante el estado de cosas que ofrecía la dura realidad socio-cultural del archipiélago. Un artista comprometido, se decía entonces, y él lo fue hasta las cachas.

En cuanto a los textos de Tony Gallardo aquí incluidos, y que dan título a la publicación, son literalmente anotaciones en torno la piedra, la identidad y el paisaje, un encadenamiento conceptual de nociones interrelacionadas en su praxis personal. Buceando su pensamiento en torno a la materia que lo ocupa, el escultor se muestra descriptivo, deductivo del proceso seguido desde sus comienzos, didáctico y cercano, nada retórico u obscuro, en pleno uso de un discurso comprensible por cualquier tipo de lector. Lo que no es excluyente de un trascendentalismo confesional que le conduce a decisiones teóricas coherentes en la línea de transmisión pensamiento > escultura. Así es como lo cuenta: "La piedra es entrañable compañera (?) me hice experto en intimar con la piedra y descifrar sus lenguajes." Habla de "prácticas de identidad", de su "desencuentro con la modernidad" en sus años en Madrid, Maracaibo y Caracas, hasta que regresa al "seguimiento de los componentes antropológicos de la identidad", mediando en este proceso sus "pasos de empedernido rastreador de piedras", con una decidida convicción de "asimilar las líneas de fuerza de la escultura al paisaje humano de la zona".

Surge pues en Gallardo un asidero comportamental que no es ya el relativo al hábitat troglodita prehispánico, acogiéndose a la idea del arte en función el paisaje, coincidiendo en este punto con lo que Pedro García Cabrera había desarrollado en Gaceta de arte allá por los años 30. Sólo que el concepto se llama ahora ecologismo, sostenibilidad, planificación racional y la filosofía ecologista del escultor pasa a considerar la decadencia, incluso la degradación del paisaje, por culpa del nuevo modelo de explotación económica que incide sobre el territorio bajo el imperio del monocultivo turístico, necesitado de explotar piconeras, barrancos y dunas poniendo patas arriba la virginidad del territorio nativo. Sigue en ello la onda de César Manrique, que no era precisamente comunista, sino un ecologista radical, vehemente y enragé, defensor como fue del mismo combate ante la cabalgante invasión de modelos de planificación urbanística como poco irrespetuosos con la belleza salvaje de lo natural, que es finalmente lo más rentable cara al turismo.

Nos preguntamos cómo habrían reaccionado ambos de haber conocido el proyecto de Eduardo Chillida para monumentalizar la montaña de Tindaya, esa operación estético-industrial que Díaz Cuyás definió lúcidamente como "un parque temático más" en la desparecida revista ACTO, si habrían relativizado los pros y los contras como ha expresado el también escultor Martín Chirino. Controvertido asunto, culebrón inacabable que engloba casualmente la temática gallardiana: piedra, identidad y paisaje. Pues Gallardo evidencia una "reconciliación con la naturaleza", un entronque identitario con la tradición de los maestros pedreros y mureros que han intervenido el paisaje isleño con carácter funcional: "El hábito del campesino, gran manipulador de la piedra, determina en gran medida la exacta colocación de los bloques, la inclinación de los muros, el tipo de piedra empleada. Mi personal impulso creativo lo someto de buen grado a la experiencia la intuición del artesano siempre atento a la voz del paisaje, a los usos y tradiciones que identifican el lugar.(?) Las piedras transcienden su particular significación: se hacen paisaje, lo reordenan y armonizan con el uso humano de la naturaleza. Trato de comunicar con los denodados campesinos que sorribaron laderas y trasvasaron tierras fértiles, que levantaron muros de piedra y consolidaron tierras de cultivos que dan identidad el paisaje del archipiélago." (pp. 70-71).

Establecida la filiación/codificación étnica naturalista, el trabajo de Gallardo consistirá en interpretar ese paisaje en busca del hombre insular. Lo hará geométricamente en el arado que tituló Monumento al campesino, con localización herreña, en sus Callaos intervenidos con cortes planos, en el icónico Atlante plantado en el Rincón, en el vacío cuadrado con el que deja jugar al agua sobre el magma volcánico, reconocible a la entrada de Telde, en los Magmas y en cuantas obras nos parezcan estilísticamente alejadas de lo orgánico. Porque Tony Gallardo descubre su propia vía de la modernidad lejos de la mímesis, en una suerte de ensimismamiento que lo transmuta en él mismo, jugando con la intuición, con el azar de la forma improvisada, remitiéndonos siempre a la convertibilidad de los materiales buscados y encontrados en esencia de una estética genuinamente territorializada, ciertamente, pero con aliento universal.

No podemos dejar atrás nuestra propia vinculación personal con Tony y algunos de sus proyectos: ahí está nuestro poema visual con gigantescas N y H en La Palmita (Agaete), el Manifiesto que redactamos para el Día del Medio Ambiente, las expediciones a pueblos de la isla para hacer murales sirviéndonos de vasos de yogur que contenían los colores, etc. Su entusiasmo por el activismo cultural era contagioso, por lo que fue muy fácil compartir ideas y secundar sus actuaciones. En tal sentido, lo hasta ahora escrito es un homenaje personal a su obra, a su personalidad, a la presencia invariable de Mela Campos a su lado, y un agradecimiento a su familia, por habernos acercado al hombre y a su proteica estética, servida ahora en un librito imprescindible tan solo sea como iniciación a la complejidad de su itinerario. Lo mejor es que procede de la mejor fuente informativa posible, y eso es impagable. No tarden en hacerse con él.

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