La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La respuesta está en 'el viento'

La crítica e historiadora neoyorquina participó en numerosos catálogos y estudios sobre la obra de Chirino, de los que extraemos algunos fragmentos

'El hierro' de Chirino de la exposición 'El herrero fabulador', de Togores.

Henry Moore dijo en cierta ocasión que cuando a un escultor se le mete una forma en la cabeza se identifica con el centro de gravedad, la masa y el peso de dicha forma. Chirino emplea el mismo vocabulario de la espiral y, tras identificarse con su centro de gravedad, proyecta hacia el cielo su perfil lineal como un lazo o como un boomerang que inevitablemente regresa a su centro. La asombrosa sencillez del volumen virtual que consigue en su obra no niega su movimiento dinámico.

Labor de Hefesto -el único artista mencionado en La Ilíada- surge de un relato poético de la existencia humana, de las estaciones y de las empresas artísticas. Ciertamente, sólo Hefesto ofrece un relato cósmico de la existencia humana en toda la epopeya. ¿Y acaso Chirino no ha manifestado en más de una ocasión el deseo de expresar "todo un cosmos"?. Técnicamente un cosmos es algo que posee armonía y orden, un sistema cerrado en sí mismo, pero los modernistas lo dotaron de un significado más activo. Para Klee, por ejemplo, era una fuerza generadora, y declaró: "Toda semilla es cosmos".

Con demasiada frecuencia se incluye a Chirino únicamente en la tradición española. Esta tradición, como es sabido, cuenta con una larga práctica de rejas y balcones de hierro forjado. Pero Chirino, si bien honra esta tradición, nunca se ha limitado a una tradición única; como animador de la vida cultural, especialmente en Las Palmas, donde dirigió el programa de un extraordinario museo moderno, dejó muy claro que su perspectiva era tricontinental, que incluía las culturas africana, europea y americana. En todas sus obras se observan huellas de estas tres culturas, siempre de un modo sutil. Si fuera preciso clasificar a Chirino en una tradición, ésta sería la tradición occidental que arranca desde Homero. Y si quisiéramos relacionar su obra con la escultura norteamericana del siglo XX, deberíamos señalar que, a diferencia de sus colegas americanos, Chirino jamás temió la elegancia y la finura. Ángel Ferrant ya reparó en que el principal impulso de Chirino era una "austera serenidad", motivo que perdura a lo largo de toda su trayectoria artística y que se convierte en su rasgo más característico.

En pocos años, Chirino pudo reflejar toda la fuerza de su búsqueda de la metáfora en El Viento de Canarias, de 1976. En esta obra, los giros de la espiral sugieren claramente y de forma general los cuatro vientos. Esta pieza está realzada por la potencia de las fuerzas invisibles que presionan el compacto bucle de hierro, obligándolo a girar. Este símbolo se abre a múltiples asociaciones. Podríamos pensar en los modelos del universo del Renacimiento, como el antiguo planetario que ilustraba la teoría heliocéntrica de Copérnico. O en los vientos cambiantes que barren la isla de Chirino, inclinando los árboles, los arbustos e incluso las rocas. No son vientos cualesquiera, sino vientos específicos, particulares: el viento del marinero, el del campesino, el del mitólogo. Y todos ellos se funden en la reducción que ofrece Chirino de un cuerpo girando sin descanso en el espacio.

Chirino, como tantos otros europeos a raíz de la guerra, nunca se sintió atraído por los ensamblajes. Desde el momento en que empezó a forjar, más que a tallar o modelar sus esculturas, se propuso "extraer" de sus materiales las formas básicas que estarían presentes en toda su trayectoria como escultor. "Extraer" es como en alemán se dice "forjar' algo muy alejado de la amalgama de formas dispares que constituye un montaje.

Quizás exista un impulso reflexivo dentro de su investigación prolongada de la forma y la función de la espiral. Quizás se trate de algo muy personal, algo que añora una forma determinada que pueda de alguna manera comunicar lo que él siente más profundamente. Y esto simbolizará lo muy extenso de la forma espiral, tanto imaginativa como materialmente, una de las más arcaicas y más omnipresentes en la historia del homo faber. Existen aspectos importantes de la forma espiral que se acoplan a la visión de un escultor. Por ejemplo, da igual lo fantástico y lo salvaje que sea un motivo espiral, ya que siempre tiene un centro, un eje, un principio de equilibrio. En el corazón de una espiral está la vertical virtual y erguida, la vertical de la línea matriz, que es el primer aliado de un artista, como una vez dijo Matisse. Los escultores, que siempre tienen los pies en la tierra, deben conocer la sensación de la verticalidad intrínsecamente, en sus huesos, y al intentar articular todo aquello que no es cuerpo físico, o sea espacio, no pueden ignorar su propia "verticalidad" por centro de gravedad.

Ningún escultor olvida su condición vertical, ni la tierra horizontal que está bajo sus pies. En especial, ningún escultor moderno puede olvidar su deseo de desafiar la gravedad; elevarse por encima de sus límites hasta su fuerza. Una de las razones del impulso lineal en la historia de la escultura moderna fue precisamente el intento de emancipar las formas de la materia inerte, que siempre se ven empujadas hacia abajo. Los volúmenes transparentes que crearon los artistas de la modernidad todavía coleaban en la memoria de Chirino, pero no había renunciado a ese otro recordatorio de los seres: la masa. Tampoco había olvidado la importancia de las escalas expresivas. Las escalas son uno de los recursos artísticos más misteriosos.

La cara oculta, o más bien la máscara, se presenta de nuevo como una prenda que se asemeja a un casco y que podría considerarse como la máscara de una máscara. Todas esas máscaras, todos esos encubrimientos y confesiones han estado siempre presentes en la obra de Chirino. La propia escultura -sus superficies flexibles, bruñidas y curvas- demuestran que Chirino había recuperado las propiedades sensuales de la masa. La luz que incide sobre las superficies dirige al ojo hacia adentro, hacia un espacio virtual, aunque claramente articulado. A pesar del espesor de sus volúmenes de hierro forjado, la pieza llega al suelo gracias a una ligereza que surge como por arte de magia. Todas estas características y muchas otras pueden atribuirse a un escultor maduro, sensible y dueño absoluto de sus recursos.

Compartir el artículo

stats