El guitarrista estadounidense Bill Frisell encabeza el cartel del XXVI Festival Canarias Jazz y Más, certamen que este año renovará su cita veraniega con los aficionados isleños a este estilo de música improvisada.

Frisell es un intérprete de vocación fronteriza, que desafía cualquier compartimentación genérica. Si bien surgió a la fama en contextos jazzísticos a principios de los ochenta, pronto dio muestras de una curiosidad que lo llevaría a transitar senderos muy diversos. Lejos de focalizar sus esfuerzos, los ha ido desparramando con muy buen gusto por discos que van del country al pop sesentero, de la música surf a las bandas sonoras, del jazz a la música para ascensores de Burt Bacharach. Este guitarrista sólo parece obedecer a su insaciable apetito por las buenas canciones y al inconfundible sonido que arranca a su Fender Telecaster.

El certamen ya tiene cerradas otras cuatro incorporaciones, jóvenes que marcan la pauta de lo que el jazz que adviene puede ofrecer en el actual contexto global de porosidades estilísticas. Así, el organista Cory Henry atesora ya un par de discos en el mercado, en los que su instrumento cobra renovado impulso sin necesidad de repudiar sus originales resonancias litúrgicas. Con un pie firme en las sonoridades gospel, Henry se pasea con soltura por un repertorio que va de Charlie Parker a los Beatles.

El productor y multiinstrumentista Jacob Collier es un jazzista atípico, empeñado en que este estilo desborde los prejuicios que lo contienen. Sus vídeos en Youtube acumulan millones de visitas y le granjearon el padrinazgo de Quincy Jones. Maestro del arreglo vocal, Collier ha sabido aprovechar, como nadie antes en este género, las grandes posibilidades de exposición que ofrecen las redes sociales. El talento hace el resto.

Cécile McLorin Salvant se hizo con el grammy a mejor disco de jazz vocal el año pasado con su tercer registro, For one to love, que amalgama clásicos y canciones propias en un inteligente contexto de reivindicación feminista. Ni siquiera necesita explicitar el mensaje, a McLorin le basta, por ejemplo, con una lectura irónica pero literal de Wives and lovers, la infame letra de Hal David que ha conquistado todos los galardones de misoginia otorgados en los 50 años. Otra cantante, Becca Stevens, se suma también a la programación. El jazz vocal reservó tradicionalmente generoso espacio a las féminas, que en los últimos años lo han aprovechado como campo de pruebas para su impulso creativo.