Bienvenidos a 'T2'. Suena Lust For Life, de Iggy Pop, en la remezcla que ha facturado Prodigy para el reencuentro con una película que marcó época y dejó huella. Nada es igual que en 1996 cuando esta pieza que abría el disco de título homónimo que Iggy Pop publicaba en 1990, presentaba a Renton, el personaje que interpreta Ewan Mc Gregor, huyendo de dos policías tras perpetrar un robo junto a dos de sus colegas. El premio del hurto era otra dosis de heroína, otro viaje a los infiernos. Estamos en 2017, y veinte años después el único consuelo es estar vivo. Los cuatro de 'Trainspotting' regresan a la pantalla grande de la mano de su mentor cinematográfico Danny Boyle, con una adaptación libre del que fuera la continuación literaria Porno (2002), también firmada por Irvin Welsh.

"¿Hola Mark, que has estado haciendo estos 20 años?", le pregunta Sick Boy a Renton en T2. La pregunta que nos hacemos todos es si ¿era necesario volver a encontrarse con Renton, Sick Boy, Begbie y Spud? Hay que elegir, igual que en 1996, pero las prioridades son otras. La brillante adaptacion cinematográfica de la novela homónima del escocés Irvin Welsh publicada en 1993, fue un hito generacional, retrato de una juventud desnortada y sin aliento vital, cuya razón en la vida era precisamente no tener razones por la que justificar cada acción. "Elige tu futuro, elige la vida, ¿pero por qué iba yo a querer hacer algo así? Yo elegí no elegir la vida, yo elegí otra cosa, y ¿las razones? No hay razones, ¿Quién necesita razones cuando tiene heroína?" Gran verdad el monólogo de Renton en el frenético arranque de la cinta del 1996, pero no por ello peligrosa y mortal. Donde hubo, siempre queda, reza la máxima, con lo que la secuela de 'Transpotting' que llega este viernes a las salas comerciales cabe esperar un explosivo menú tóxico y de violencia gratuita. Ya lo decía con razón Diane en la cinta de 1996, la colega de Renton que interpreta Kelly Macdonald que también repite en la segunda entrega: "No serás joven siempre, el mundo está cambiando, hasta las drogas están cambiando. No puedes quedarte aquí toda la vida soñando con la heroína y con Iggy Pop".

El estreno de T2 es motivo para retrotraernos a 1996 de la mano de cuatro personas que se acercaron de distinta manera al universo de Welsh y la novela que se convirtió en película de culto. El escritor Alexis Ravelo; el periodista y programador del Festival de Cine de Las Palmas de Gran Canaria Víctor Rosales; el profesor de inglés Mark Kirby; y el músico, gestor cultural y director adjunto de La Brújula Ocio y Cultura, Javier Viera, han vuelto sobre las andanzas y los equilibrios siempre al filo del abismo de Renton, Sick Boy, Begbie y Spud.

"Tras ver los trailers que presentan el estreno me veo a mí mismo con el paso de todo este tiempo", bromea Javier Viera. La película no le cambió la vida pero "nos puso delante de los ojos todo lo que pensamos sobre muchas cosas, y sobre todo vimos a muchos amigos retratados en esa película". La heroína es la locura, lo recuerda el músico y gestor cultural, sobre todo "lo que te obliga a hacer". Viera es del barrio de San Roque y "a los 18 o 19 años tuve una aguja a cinco centímetros, y menos mal que dije que no, fue un segundo de lucidez o de suerte, no lo sé, porque podría haber sido otra persona, otro aparcacoches".

"Los personajes han perdido frescura", puntualiza Víctor Rosales a propósito de la conveniencia de volver a 'Trainspotting'. "Es verdad que estamos en otros tiempos de cierta confusión por todo lo que han provocado las redes sociales, las relaciones, pero repetir con los mismos personajes tiene un punto melancólico y atractivo para los que vibramos con ella, pero una segunda parte, no sé hasta qué punto,..., las críticas que me llegan no son muy buenas. Los tiempos son distintos pero hay muchas similitudes por la confusión de la gente, por decidir qué haces con tu vida".

Jerga callejera. Mark Kirby es de Yorkshire, localidad del norte de Inglaterra. Reside en Gran Canaria, donde es profesor de inglés. "Tenía 25 años cuando se estrenó la película. Ya había leído el libro y los diálogos estaban en un dialecto casi fonético. Es un libro difícil de leer para un inglés, y empecé a leer los diálogos en voz alta y sonaba como un escocés hablando, pero como un escocés de barrio, de la calle, mucho vocabulario que no entendí nada. Y lógicamente, eso no fue lo que vi en la película . El libro es más impactante y brutal".

Kirby conoció de primera mano ese desamparo y falta de oportunidades para quien tenía entonces 20 años. "Mi pueblo era un pueblo minero de carbón. Thatcher lo cerró todo en el 85, no hubo regeneración urbana, sino muchísimo paro y la diferencia entre los que tienen y los que no, y ese hueco lo cubrió la heroína". Mark Kirby se muestra escéptico sobre la conveniencia de volver a 'Trainspotting'. "Me parece coherente como acabó, y como la gente puede encarrilar su vida otra vez, Renton lo suponía. En Porno es la vida después e imagino que parte de la vida partirá de aquí, aunque este libro no tuvo el mismo efecto de 'Trainspotting".

Víctor Rosales tenía 21 años cuando se estrenó 'Trainspotting'. "Vivía en Barcelona, era estudiante universitario, y casaba mucho en nuestra generación en aquel momento. Veníamos de una resaca grunge en la que había cierto negrismo, todo lo que era el establishment no parecía tan atractivo, y todo aquello tenía que ver con una generación que no tenía tanto optimismo hacia lo que ofrecía la vida", asegura.

Al igual que Mark Kirby, Rosales no está muy conforme con esta secuela porque entiende que los personajes encajaban en su edad y en su época. "Creo que la película se hizo justo en el momento en el que tenía que hacerse. En Gran Bretaña se venía de una época muy oscura con lo que supuso el thatcherismo, con enormes cuotas de paro, el cierre de toda la planta minera, sobre todo en Escocia, y la droga es un escape".

Una aseveración que comparte Alexis Ravelo por la sencilla razón que "todos hemos perdido frescura, al igual que los personajes y por ejemplo, en la época en que vi la película me drogaba más que ahora. Iré a verla por la nostalgia, por ver de nuevo a los personajes, y uno tiene la edad de ellos, ha crecido con ellos".

Este "himno generacional que tenía que ver con la globalidad", según Víctor Rosales, fue fruto de una realidad que se antojaba muy extraña. "Tener un trabajo, una casa,..., tampoco terminaba de satisfacer a nadie porque veíamos a nuestros padres y no era un panorama nada atractivo". Rosales conocía la obra de Welsh pero no la había leído, y conocía a Danny Boyle por 'Tumba abierta', "película super gamberra, donde se habla mucho de las drogas, con un personaje, Hugo, que muere de una sobredosis y deja una maleta con dinero y demás, su trabajo por las series que había hecho antes, y llegué a 'Trainspotting' por la atracción que me produjo 'Tumba abierta".

El escritor Alexis Ravelo reconoce que 'Trainspotting' entró en su vida en una década en la que la gran pantalla se alimentaba de "literatura muy rompedora", calificativo que hace extensivo a la película. "Me acuerdo por ejemplo de 'El Club de la lucha' (1999), de David Fincher, basada en la novela de Chuck Palahniuk. Yo llegué a Palahniuk y Welsh través de las películas, y 'Trainspotting' era una película muy valiente. La vi en el cine Capitol, de las últimas que vi en una sala que no fuera un multicine. Fui solo, salí alucinado y a la semana siguiente fui otra vez, y es de esas películas que no puedes ver comiendo, con un primer acto en el que se abusa de lo escatológico". Para el escritor y creador de Eladio Monroy, la cinta permitió abundar en un contexto social que el cine había tratado desde otra perspectiva. "Las historias del thatcherismo las conocíamos a través de otros directores irlandeses por ejemplo, u otras como Ken Loach, Te llegan estas historias muy urbanas, que hablan del fenómeno desde fuera de la metrópoli, y en este sentido es una novela provincial".

El violento psicópata. Si hay personaje que sobresale del resto del elenco es Begbie. "Es un violento psicópata, porque esos chavales de la droga no se ven en las calles, ni en lo bares, sino en su apartamento cutre", relata Mark Kirby. "Begbie era un factor de salir de copas en Inglaterra en esa época y la violencia que emplea con gente inocente, que está en el bar bebiendo, termina la pinta de cerveza y tira la jarra a los clientes, no tiene sentido, es gente frustrada en su vida que no tiene nada y reacciona de esta manera". Kirby recuerda que "entraba en un bar y pensaba quiénes son los locos aquí, quién me va a partir de la cara por mirar a un chica o por lo que sea..."

Los guiños a 'La naranja mecánica' (1971), de Stanley Kubrick, son más que evidentes. Y no solo por la ultraviolencia que se genera en ambas. "De hecho fue considerada 'La naranja mecánica' de los años 90. Y hay un feísmo estético en la película, pero con un ritmo brutal de montaje con una música que sustituye enormemente a aquellas cosas que no se pueden contar a través de la imagen o la palabra, como es el éxtasis de la heroína", subraya Víctor Rosales. Como quiera que el libro "es tremendamente nihilista, complejo, oscuro, y complicado de llevar al cine, Boyle lo sustituye con ritmo, que hace que aquello sea enormemente atractivo, define muy bien a todos los personajes y desde mi punto de vista es un acierto brutal de situar el discurso al comienzo de la película cuando en el libro está hacia la mitad o así".

Alexis Ravelo encuentra también las similitudes con 'La naranja mecánica'. "Mostraba la poética de la contracultura, de los antihéroes y me acordé de La naranja mecánica porque la novela tenía otro final, llevaba a los personajes a la madurez desde una serie de conflictos, como ésta".