A decir de muchos, cuando el compositor danés Carl Nielsen escribió una de las obras capitales de la música sinfónica moderna, el Concierto para Clarinete y Orquesta Op.57, lo hizo para Aage Oxenvad, un clarinetista que padecía un desorden bipolar, lo cual explica la amarga lucha que se produce durante su interpretación, que casi parece una sucesión de conflictos. Según esta teoría, cada vez más aceptada, el concierto refleja los constantes cambios de humor que sufre quien padece este trastorno del estado de ánimo que se ha convertido recientemente en la sexta causa de discapacidad.

No en vano la interpretación de esta peculiar obra está cargada de una expresividad y una pasión que el solista Maximiliano Martín consiguió materializar fielmente. Pero lo importante es que cuando Nielsen compuso esta obra el trastorno bipolar acababa de ser categorizado con el término "psicosis maníaco-depresiva", lo cual demuestra que comenzaba a haber una preocupación por crear conciencia en la sociedad para evitar los prejuicios que suelen provocar las discapacidades.

Que una obra de esta clase estuviera precedida por otra interpretada por discapacitados como fue La flor más grande del mundo, compuesta por Emilio Aragón para acompañar el cuento homónimo de José Saramago, creo una atmósfera que ayudó a comprender mejor el concierto de Nielsen.

La flor más grande del mundo estaba compuesta por diez escenas entre las que destacaron dos canciones: De belingo y El arrorró, esta última interpretada por un joven invidente con una sorprendente voz que logró trasmitir a esta canción de cuna una emoción que nunca había oído antes.

En la segunda parte pudimos ver como la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria bajo la dirección de Pablo González interpretó el poema sinfónico Vida de héroe, op. 40 de Richard Strauss, una obra repleta de citas a sus anteriores poemas sinfónicos que ha sido denominada justamente la obra autobiográfica más descocada de la historia de la música.

Sería muy prolijo referirse a los diferentes momentos en los que la orquesta demostró su versatilidad, pero el más memorable fue el solo del violín de la última parte, que puso punto final a este sorprendente programa que integró tan variopintas perspectivas musicales.