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AMALGAMA

Harari y la posdemocracia

Yuval Noha Harari, autor de Sapiens (2014) y Homo Deus (2015)

Harari y la posdemocracia

Una de las mentes más clarividentes, a la hora de describir sin límites las perspectivas de la humanidad, a la que se le presupone un destino en lo universal, pero que avanza siguiendo la brega de lo singular, es Yuval Noha Harari, autor de Sapiens (2014) y Homo Deus (2015), historiador y pensador hebreo, catedrático de la Universidad Hebrea de Jerusalén, marido de marido, casado con Itzik Yahav, su agente. Harari establece la imaginación, la fantasía, como una de las principales herramientas del humano, y la obsolescencia de su físico y su psique, como el mayor peligro que corre la especie. Lo primero es evidente, pero para entender lo segundo hay que calibrar la velocidad y las capacidades de las nuevas máquinas inteligentes, creadas por el propio humano, pero que lo superan, a veces, exponencialmente. Esto produce un deterioro diferencial entre las labores carpetovetónicas que es capaz de llevar a cabo un humano, frente a las labores hercúleas, en lo mnemónico, lo cognitivo y lo físico, que es capaz de llevar a cabo la máquina, de forma que este propio diferencial, como en ósmosis, pide que la principal capacidad propiamente humana, la imaginación, termine trasladándose a las máquinas creadas por el humano, que son inmensamente más capaces que él. Harari, en una entrevista por el doctor en ciencias de la información Carlos Manuel Sánchez Pérez, dice: "Ya hay toda una serie de máquinas que están recopilando constantemente datos sobre sus usuarios. Y el Kindle es una más. Amazon ya sabe qué libros ha comprado usted antes. Y ahora también monitoriza qué partes lee usted despacio, cuáles se salta, cuáles anota? El siguiente paso será dotarlo de un software de reconocimiento facial y sensores biométricos para saber cómo influye cada frase en su ritmo cardiaco y su presión sanguínea. Sabrá qué le hizo reír, qué le puso triste; conocerá exactamente cuáles son sus gustos y los comparará con los de millones de usuarios. A partir de posibilidades como ésta, dice Harari, "poco a poco le daremos al algoritmo la autoridad para tomar las decisiones más importantes de nuestras vidas". La observación colateral es la de que "los humanos somos algoritmos orgánicos. Con la información que tenemos, actuamos. Los sentimientos y las emociones son mecanismos bioquímicos que los animales usan para tomar decisiones. Es un cálculo veloz de probabilidades que nos ayuda a sobrevivir", y efectivamente, si el algoritmo se equivoca, se muere y los genes no pasan a la siguiente generación, son desechados y perviven sólo los exitosos. Harari advierte de que el primer paso es que los algoritmos muestran el mapa de decisiones que hay que tomar, y la autoridad termina pasando de la humanidad a las máquinas, de la humanidad a los algoritmos: "Si una pulsera tipo Fitbit te monitoriza las 24 horas, acabará detectando si estás enfermo o no antes que tu médico. Las compañías de seguros te animarán a que te la pongas. Tendrán dos tarifas, una con descuento si te la pones y otra más cara. En fin, Google, Amazon o Facebook elegirán la carrera que vamos a estudiar y la persona con la que nos vamos a casar". Esto conlleva a que, poco a poco, dejaremos de tomar decisiones, de un lado por una atrofia en el centro de toma de decisiones, ya que cada vez lo usamos menos para escrutar el medioambiente y, de otro lado, porque la capacidad de las máquinas para ponernos delante la elección es inmensa. Harari piensa qué va a pasar con el mercado de trabajo una vez que las máquinas y la inteligencia artificial hagan el trabajo mejor que los humanos con sus frágiles cuerpos; nos enfrentaremos a una reclasificación del trabajo, el cual ya podrá ser apropiado por quien tenga la capacidad de titularización capitalista de la mayor parte de robots inteligentes, lo que equivale a, como antiguamente, disponer de esclavos, "instrumentum vocale", en la jerga marxista. Harari, en un requiebro que ya han explorado los populistas ("ya no hay izquierdas ni derechas, están los de arriba y los de abajo"), dice: "Antes había luchas ideológicas. Si perdías la fe en el capitalismo, te volvías comunista. Este momento es único en la historia porque no hay alternativa. Ni el fundamentalismo ni los nacionalismos son alternativas. La gente mira al pasado porque ha perdido las referencias, porque está perdida". Se ríe Harari de Trump, que mira a los mexicanos o a los chinos como quienes van a quitar el trabajo a los norteamericanos, cuando que quienes les va a quitar el trabajo son las máquinas: "Si comparas a Elon Musk con Putin o Trump, no hay color. Las decisiones más importantes ya no se toman en Bruselas, el Kremlin o la Casa Blanca: las toman ingenieros de software, científicos, empresarios? En 50 ó 100 años, todos los sistemas políticos que hemos conocido serán irrelevantes. Democracia, comunismo, dictaduras? Si tenemos estos sensores biométricos en nuestro cuerpo y un algoritmo que te monito- riza todo el día y sabe cómo te sientes y lo que quieres y lo que necesitas, ya no se votará. La simple idea de celebrar elecciones nos sonará ridícula? pero también nos parecerá una locura la idea de tener un dictador". Es probable, dice Harari, que las generaciones de humanos actuales sean de las últimas puramente humanas, es probable que en un siglo hayamos sido sustituidos por otra clase distinta de enti-dades, y es bastante improbable que en tres siglos sigamos dominando el planeta tal cual somos ahora, meros humanos, ya casi obsoletos para un mundo de inteligencias superiores.

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