Una tenue lluvia cae sobre los ladrillos rojos del antiguo palacio real de Hatfield, a 36 kilómetros al norte de Londres. Este edificio austero, de estilo jacobino, rodeado de grandes extensiones de césped, cuenta con una tienda para turistas que vende sobre todo paraguas. Se diría, por momentos, un decorado de serie británica y, en el gran salón, donde se crió y correteaba Isabel I de Inglaterra antes de ser reina, con los muros cubiertos de tapices, no sorprendería nada ver aparecer a un chambelán o una partida de caza. Sin embargo, quien aparece, tras aparcar su Rolls Royce en la entrada, es un hombre de exquisitas maneras, cabello blanco y un sentido del humor impermeable. Es el galés Ken Follett (Cardiff, 1949), que ha vendido más de 160 millones de ejemplares de sus libros, en especial de 'Los pilares de la tierra' (1989), su novela sobre la construcción de una catedral, que tuvo continuidad en 'Un mundo sin fin' (2007) y ahora, este martes, con 'Una columna de fuego' (Plaza y Janés/Rosa dels Vents).

¿Dónde estamos, señor Follett?

En lo que queda del palacio de Hatfield. Es el escenario principal de mi nueva novela. Cuando Isabel I era joven, antes de ser reina, vivió aquí, se alojó en estas habitaciones. Yo también vine a pasar unos días, para inspirarme. Estos muros han visto grandes conspiraciones para conseguir el trono de Inglaterra y cómo se urdían operaciones bélicas.No es la idea que se tiene de un palacio real, se ve muy austero.

Es que, antes de ser coronada reina, no se la consideraba importante. Era la hija más joven de Enrique VIII, que se divorció sin reconocerla, y su madre, Ana Bolena, fue ejecutada cuando ella tenía tres años, así que era una bastarda. La condenaron al aislamiento con sólo tres años y, por tanto, no le asignaron el mejor palacio.¿Cómo le vino la idea del libro?

Lo que lo desencadenó fue descubrir que la reina Isabel creó el primer servicio secreto británico. Mucha gente conoce a James Bond y los servicios de información británicos, pero pocos saben que empezaron en el siglo XVI, que Isabel I creó al primer James Bond. Me sorprendió ver que ya en aquella época contaban con la parafernalia del espionaje moderno: tinta invisible, códigos secretos, mensajes encriptados, disfraces, veloces medios de transporte…A usted le gusta viajar para documentarse…

Sí. En este nuevo libro, por ejemplo, hay un largo capítulo ambientado en Sevilla, y necesitaba pasearme por allí. Ahora junto al Guadalquivir hay una enorme carretera, pero hace siglos lo que había era una playa con 50 o 60 grandes barcos, y un montón de hombres cargándolos de mercancías, o reparándolos, mucha gente vendiendo, comprando bacalao, especias, animales, caballos... Era el puerto comercial más importante de Europa, a pesar de ser fluvial, por su conexión con América. Llegaban los galeones cargados de oro y plata del Nuevo Mundo, que era lo que fue la Luna en el siglo XX. Sevilla era como una estación espacial.¿Tanto?

Era la ciudad más rica de España, y buena parte de esa riqueza se quedaba allí, porque los comerciantes estaban obligados a pagar impuestos, como cualquier barco que entrara a la ciudad. Por esa razón intentaban vender la plata en el agua, antes de desembarcar. De ahí viene lo de los paraísos offshore, lejos de la costa, como los bancos de Panamá de hoy; la expresión alude al comercio que se hace en un limbo para eludir el fisco.¿Qué imagen tienen los británicos de Isabel I?

Es admirada. Y, en general, estoy de acuerdo con esa visión. Este país vivió en paz la mayor parte de su reinado. En sus primeros diez años, sus medidas fueron muy buenas, nadie fue asesinado por ser católico. Tenía un carácter fuerte y no se casó a pesar de las peticiones del Parlamento.En el libro ella dice que nadie debe morir a causa de la religión que profesa.

Eso dijo, literalmente. Y lo mantuvo durante diez años. Pero luego el Papa la excomulgó, empezaron a intentar asesinarla, hubo juicios, más muertes… Para mantener el poder, cambió esa posición tolerante inicial. Es algo que a veces sucede en la vida, cuando somos jóvenes tenemos ideales, pasa el tiempo y la vida nos sitúa en posiciones de conveniencia.¿También usted?

En la esfera pública siempre se sufren decepciones. Si usted se ha pasado la vida apoyando a un determinado partido político, como he hecho yo con los laboristas, he sido donante mucho tiempo, mi mujer fue incluso diputada y alto cargo del gobierno… Nunca estás de acuerdo con todo lo que hace el partido. ¿Y qué puedes hacer entonces? Puedes decir: uy, no estoy de acuerdo con eso, me voy. O, por el contrario, lo que hago yo: decir que en general me parecen bien muchas cosas de las que hacen y seguir ahí a pesar de los desacuerdos.Jeremy Corbyn, el nuevo líder, ha sido una sorpresa, porque se le vio inicialmente como un perdedor…

Sus resultados han sido una sorpresa también para mí. Pero déjeme decirle que lo que cuenta es ganar. Y él ha quedado segundo. No sé si es correcto ser tan felicitado por quedar segundo. Jeremy representa un tipo de socialdemocracia que ha quedado anticuada, cree en las nacionalizaciones, en las cosas que yo creía en los años sesenta… pero yo evolucioné.Volvamos a la novela, ¿podría describir a Ned Willard, el protagonista?

Regresa a su hogar en Kingsbridge, en las Navidades de 1558. La ciudad está dividida por el odio religioso entre católicos y protestantes, y él se va a encontrar en el bando opuesto al de Margery Fitzgerald, con quien desea casarse. Al principio, todas las cosas le salen mal: pierde a su chica, la familia se queda sin su negocio, tiene que irse… Pero en vez de sentarse en un rincón a lamentarse y esperar que la racha cambie, toma las riendas de una situación nueva, prueba otra cosa.¿Y su hermano Barney?

No es tan buena persona, pero es encantador, un seductor, las mujeres le adoran. Es terriblemente guapo, aventurero, viaja a lo largo y ancho del mundo. Y es también la persona que sabe, en un barco, cómo recargar el cañón rápidamente. Eso es supuestamente un detalle aburrido… a menos que estés en el fragor de una batalla y tu vida dependa de ello.Es divertido, en esa escena, que no encajen las balas en el cañón…

Siempre hay dos maneras de mostrar las cosas, la aburrida y la divertida. Mi trabajo es entretener a la gente.¿Y Margery Fitzgerald? El lector se enfada cuando acepta casarse con el hombre al que no ama…

La gente de su entorno la manipula: su madre, su padre y especialmente el obispo. En la época ese era un cometido normal de los obispos, decirle a la gente con quién se tenían que casar.¿Cómo ve a Sylvie Palot, la librera protestante de París?

Ella es muy valiente. Es otra persona a la que todo le sale muy mal: su padre es asesinado… Era muy difícil ser una mujer de clase media en el París de la época; ella piensa en prostituirse, que es lo que les sucedía a muchas mujeres que perdían su posición social. Ella escapa de eso por poco.En su novela tenemos católicos crueles, protestantes crueles… pero los católicos parecen más crueles, ¿cierto?

Sí. Pero no creo que fuera así en la realidad. Creo que eran igualmente crueles, los protestantes también quemaron iglesias católicas y mataron a mucha gente. El problema es que la reina María era católica, ella tenía el poder, así que numéricamente la mayoría de las masacres las cometieron los católicos. Donde mandaban los protestantes era al revés. Lo de los cristianos es muy curioso: gentes que creen en Jesús, que tienen la misma religión, en el fondo, y que se asesinan por tendencias y subgrupos, como los comunistas, que se mataron entre trotskistas, leninistas, etcétera. Fíjense que el comunismo, como el cristianismo, también habla de hermandad, justicia y universalidad.¿Ha releído a Shakespeare antes de escribir este libro?

Leo a Shakespeare siempre. Es un autor que me resulta muy familiar, probablemente hay unos doce nuevos montajes en Londres de sus obras y los he ido a ver todos. Soy uno de sus mayores fans.Le ha robado algunos personajes, eh.

Por supuesto. Y temas. Sus obras son una ventana luminosa hacia el siglo XVI. Por ejemplo, todo el tema de la usura, en El mercader de Venecia.Usted muestra cómo lo que hoy hacen los bancos era entonces delito: cobrar intereses por una deuda.

Era incluso algo peor: pecado. Pero en el siglo XVI ya se vio que la gente difícilmente podía funcionar sin usura. La gente pedía préstamos, y nadie hacía lo que hace Antonio en mi libro, dejar dinero sin interés.Mezcla hechos reales y ficticios, y a veces no sabemos distinguirlos; por ejemplo, la noche de bodas de María Estuardo, donde debe fingir que ha perdido la virginidad con una mancha de sangre.

En efecto. Hay detalles que desconocemos y yo imagino cosas. Sabemos que el acoplamiento de la pareja en las noches de bodas tenía lugar a menudo con testigos. Su marido, el delfín francés Francisco, era muy joven, muy frágil y, bueno, sabía que posiblemente no sería capaz de culminar el matrimonio, pero ellos necesitaban algo que mostrar. Es muy embarazoso, aunque seas testigo de una noche de bodas, mirar directamente al detalle durante el acto sexual, así que ellos debían de estar semitapados, quedaba margen para algún ocultamiento. Esa es una de las grandes escenas del libro. Lo de la pequeña bolsa de sangre era una trampa que se hacía en aquella época. ¿Qué tipo de bolsita? ¿De dónde sacaban la sangre? Eso lo invento.¿Era habitual en Inglaterra que los esclavos recuperaran su libertad?

A veces llegaba gente con un esclavo que se daba cuenta de que aquí no existían y que, por tanto, se podía ir. Hay esclavos que fueron a los tribunales para recuperar su libertad, de forma similar al caso que describo; me basé en las actas del juicio. El español reclamaba una compensación económica, y el juez respondía: “En este país no funcionan así las cosas”. Teníamos, también, un número impresionante de gente de piel oscura, procedentes de África y el Medio Oriente. La gente imagina que este era un país blanco, pero había un montón de negros. En los registros identificaban a todos los africanos como “etíopes”. Y vemos varios matrimonios mixtos.Es divertida la historia del esclavo que se casa con una mujer blanca mayor.

La parte verdadera es que a los esclavos se les utilizaba para el sexo. Si lee La cabaña del tío Tom, de Harriet Beecher Stowe, es una auténtica obra maestra al respecto, aunque es una novela victoriana y no muestra muchas escenas sexuales, pero es un tema que se detecta constantemente entre líneas.Algunos dirán que ha escrito una novela feminista, porque aunque las mujeres están oprimidas, y lo pasan mal, son las fuertes y las depositarias de los buenos valores.

Siempre me lo dicen. Mire, en cada época de la historia hay gente que rechaza ejercer el rol que la sociedad le ha asignado. La mayoría de los hombres y las mujeres aceptamos lo que nos viene. Pero hay gente excepcional que no asume lo que la historia ha dispuesto para ellos, gente que dice: “Yo no voy a ser como mi padre o mi madre”. Esa es la gente interesante. Isabel I era así, se supone que tenía que casarse con un príncipe católico y ser una reina católica, pero dijo: “No, yo soy la reina y no voy a hacer lo que me dice que haga el Papa”. El feminismo no nació en el siglo XX, el nombre tal vez sí, pero siempre ha habido feminismo, porque siempre ha habido mujeres rebeldes, al igual que hombres. No me siento específicamente feminista, me siento defensor de esos rebeldes.Sus personajes beben vino, cerveza y licores más fuertes. ¿Estaba prohibida el agua en la edad media?

¡Era muy peligroso beberla! Estaba contaminada y podías contraer infecciones horribles.Pero entonces ¿la gente iba borracha todo el día?

En Inglaterra, la gente bebía cerveza, porque el vino era un lujo y el agua te hacía enfermar, y sí, en efecto, se bebía cerveza ya de buena mañana, del tipo ale, es decir, de fermentación alta y una baja graduación alcohólica, pero en cualquier caso alcohólica.Ahora se entienden algunos comportamientos de sus personajes…

Una de mis asesoras en historia de España leyó mi primer borrador, en el que los españoles bebían cerveza, y me dijo: “No, en el siglo XVI, bebíamos más bien vino”. Pero lo mezclaban con agua, lo cual no es mala idea porque si el vino tenía una graduación fuerte mataba las bacterias, los microbios malignos del agua, y además aguarlo hacía más difícil emborracharse. El Falstaff de Shakespeare ya pide sherry sack, que es el término que usábamos para el jerez importado desde España.En la novela hay violencia, pero no se recrea usted en las escenas, no es nada gore, justo en una época en que parece que cada vez se nos muestran más este tipo de detalles.

No quiero irritar a los lectores, no quiero que abandonen el libro. Además, si te aproximas a esas cuestiones con sutileza, el resultado puede ser incluso más impactante, aunque no veas los salpicones de sangre. Al puritano Philbert no vemos cómo le torturan, pero sí cómo sale de la mazmorra, y es mucho peor porque, viendo ese resultado, tu imaginación se dispara.Las guerras de religión son el tema principal del libro. ¿Cree que los europeos hemos aprendido algo de aquel período?

Todavía hay odio religioso en Europa. Pero ya no es tan normal como en el siglo XVI. Fíjese en el Shylock de El mercader de Venecia, Shakespeare piensa que es perfectamente normal odiar a los judíos, no nos dice que esté mal o que sea raro. Incluso disfruta con ello: Shylock lo pierde todo, su dinero, su familia, y todo el mundo alrededor piensa que es divertido, genial. Se ha producido un enorme cambio, la mayoría de nosotros pensamos que está mal, que no se puede odiar a los protestantes o a los musulmanes.El sexo en la edad media ya nos damos cuenta de que era muy diferente al de ahora. ¿Qué es lo más difícil en este tipo de escenas para usted?

La gente no era muy limpia, ¿sabe? En Los pilares de la tierra hay una escena de sexo, pero el chico nada en el lago y así consigo que esté aseado. En aquella época se bañaban dos veces al año. Los olores y las consecuencias eran los que eran.El final con el Mayflower ¿apunta a una nueva parte con los colonos llegando a América?

No es usted el primer lector del libro que me lo pregunta, y le respondo que me parece una buena idea.¿Es usted un hombre religioso?

No, no. Fui educado en una familia muy protestante, mis padres leían la Biblia cada día, y los domingos tres veces. Pero, de adolescente, me alejé de todo eso. Soy ateo.¿Fue usted un niño feliz?

Creo que sí, mis padres vivían juntos y se querían. Mi única queja como niño es que me aburría mucho: en la iglesia, en la escuela, en casa… Hasta los 14 años, en que la escuela se transformó de golpe en un lugar interesante.Tal vez sea una buena cosa aburrirse para acabar luego siendo un escritor, que crea mundos.

Sí, dejaba mi imaginación volar.Su padre era inspector de impuestos. ¿Qué piensa de los que se van a paraísos fiscales?

Bien, siempre me he preguntado de qué sirve ser tan rico si es para tener que irte a vivir a Suiza. Yo siempre he querido vivir en Londres, y para mí ser rico significa poder vivir donde quieres. Si no, ¿qué gracia tiene? Yo tengo suficiente dinero para vivir muy bien toda la vida y pago casi la mitad de mis ingresos en impuestos, el máximo legal en mi país, que es el 46%. Pero no es ningún problema, tengo de sobras con lo que me queda. Nadie me va a quitar mi Rolls Royce.Sus novelas son muy europeas. ¿Qué piensa del Brexit?

Es un terrible error. A lo largo de la historia ves que Inglaterra ha sido próspera cuando hemos comerciado con los demás países europeos. Es estúpido y mortífero hacer más difícil el comercio con Europa. De locos. Los que han votado no a Europa creen que no necesitan a nadie más, no han entendido cómo funciona el mundo moderno. La gente joven ha votado contra el Brexit porque, si por ejemplo trabajas en la moda, te interesa poder ir a trabajar mañana a Milán, sin papeleo; ahora puedes hacerlo, tras el Brexit no será así. Esto va a obstaculizar mucho la vida de nuestros jóvenes.