La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

ARQUITECTURA

1922: el sueño moderno de una metrópolis atlántica

Miguel Martín planea el ensanche de Las Palmas de Gran Canaria con la propuesta de unir Triana-Arenales con el Puerto

1922: el sueño moderno de una metrópolis atlántica

Con la incipiente industrialización a principios de los años 20 del siglo pasado y la inmigración de la población rural a las ciudades en busca de trabajo, muchas capitales de provincias españolas se fueron quedando pequeñas y anticuadas. Barcelona había realizado con éxito su ampliación más allá de las antiguas murallas con su modélico Eixample y en las nuevas empresas urbanísticas de la capital madrileña, en particular en el estudio del arquitecto Secundino Suazo, se comienzan a desarrollar a partir de entonces diferentes propuestas para los ensanches urbanísticos de las ciudades de Bilbao, de Sevilla y de la propia Madrid.

En Canarias serán principalmente las mejoras en las infraestructuras portuarias y las ventajas económicas que ofrecían sus puertos francos, las que generarán empleo y oportunidades comerciales, y el consecuente incremento del tráfico de pasajeros y mercancías con destino a África, América y Europa empujará particularmente a la ciudad de Las Palmas a soñar con una transformación hacia una ciudad moderna y de progreso. Como primer paso para este cambio, el ayuntamiento capitalino decidirá encargar en 1922 un nuevo plan de Ensanche de la ciudad de Las Palmas al arquitecto Miguel Martín Fernández de la Torre, que por aquel entonces se encuentra trabajando con Zuazo en Madrid.

Con unas claras directrices de por dónde debía crecer la ciudad, Miguel Martín planteará la conexión de los barrios de Triana - Arenales con el Puerto, dos núcleos en aquel momento separados entre sí por una franja costera que consistía básicamente en un grupo desorganizado de fincas y arenales, considerada por la burguesía capitalina, despectivamente, como fuera de la portada (término que hacía referencia al límite de la antigua muralla de Las Palmas). La mayoría de los terrenos comprendidos en esta zona entre las Alcaravaneras y Santa Catalina, habían sido adquiridos mayoritariamente por residentes británicos, donde ya habían promovido la construcción de algunos hoteles, como el antiguo Hotel Metropole (el actual Ayuntamiento) o el primer Hotel Santa Catalina, que alojaban principalmente viajeros británicos de tránsito entre sus colonias africanas y el Reino Unido, o a familiares de los empleados de las navieras extranjeras radicadas en el Puerto de la Luz.

Quizá por ese carácter eminentemente británico que tuvo la zona en sus orígenes y, sin duda, coincidiendo con una corriente urbanística muy extendida por toda Europa (en España particularmente en Cataluña) a principios del siglo XX, Miguel Martín propondrá para este barrio una solución inspirada en el modelo de la Ciudad Jardín, ideado por el urbanista británico Ebenezer Howard.

Pensada originalmente, en palabras de Howard, para "mejorar la convivencia pacífica y saludable" de los trabajadores de las ciudades industriales inglesas,, la propuesta de integrar la naturaleza en la vida urbana se había hecho muy popular entre urbanistas y arquitectos de todo el mundo, dando pie a múltiples variaciones que con el tiempo terminarían, no obstante, por reducir el modelo a meras urbanizaciones ajardinadas, tal y como las conocemos en la actualidad, y en el caso español, a barrios destinados a dar alojamiento a un sector de población de clase media-alta.

No obstante, las ideas de aire, luz, sol y naturaleza, como parte sustancial de la arquitectura, serán íntegramente asimiladas por las vanguardias europeas, dando pie a planteamientos como los de los Höfe (patios), de la llamada Viena roja, o las Siedlungen (colonias) alemanas, de signo decididamente social.

El plan de ensanche propuesto por Miguel Martín para la ciudad de Las Palmas, no será aprobado, por cuestiones administrativas, hasta ocho años más tarde; pero respetando el trazado original, particularmente en el tramo conocido hoy en día como Ciudad Jardín, se desarrollarán en la siguiente década una serie de proyectos, afines al movimiento moderno internacional, que lo convertirá en uno de los barrios racionalistas más importantes de España.

A diferencia de las ciudades porteñas peninsulares, el Puerto de la Luz y de Las Palmas se relaciona principalmente con el extranjero. Las navieras británicas, francesas y alemanas, pero también holandesas, italianas y noruegas, conectan regularmente, a partir de 1927, las Islas con los principales puertos europeos, africanos y americanos, contribuyendo a un desarrollo comercial, cultural y tecnológico que transformará la vida y la imagen de las capitales canarias.

En los muelles, los antiguos veleros habían sido sustituios por vapores, que ahora competirán por ser cada vez más grandes y más veloces; en pocos años se duplica la cantidad de automóviles en el archipiélago, y la electricidad, la radio y el teléfono comenzarán a generalizarse en muchas viviendas de las capitales isleñas.

Surgen nuevos establecimientos comerciales relacionados con la transformación tecnológica y la modernización, como la oficina de las L.A.P.E. (Líneas Aéreas Postales Españolas), la primera compañía aérea que conectará regularmente la isla de Gran Canaria con la Península, a partir de 1934. Y durante un tiempo, el Puerto se convierte además en base de hidroaviones con servicio regular de pasajeros y de correos entre Alemania y Sudaméricai, llegándose incluso a proyectar una gran terminal en el lugar que actualmente ocupa el Club Natación Metropole.

La situación geográfica de las Islas resultará clave para los intereses comerciales, pero también políticos, de las diferentes potencias europeas (principalmente Reino Unido y Alemania) que, rivalizando por el control del tráfico marítimo del atlántico y el comercio con sus colonias, se convierten en las principales impulsoras de la modernización y el desarrollo tecnológico de las dos capitales canarias. Los británi-cos desarrollando principalmente las canalizaciones y los germanos el suministro eléctrico, y en general introduciendo en el mercado canario maquinaria y nuevos materiales de construcción y suministros.

Gracias a la proliferación de automóviles entre la nueva burguesía mercantil, surgen en los barrios periféricos de Tafira y el Monte Lentiscal, casas modernas con garajes y teléfonos, y en casi todos los barrios de la ciudad, flamantes cines sonoros que se convierten en ventanas hacia el mundo.

La irrupción de la era de la comunicaciónes y de las máquinas en la tranquila vida insular, junto a la llegada de imponentes transatlánticos, que se relacionan claramente con elementos del racionalismo arquitectónico, comenzarán a caracterizar también los proyectos arquitectónicos de Miguel Martín y de otros arquitectos de la época: viviendas funcionales que parecen barcos, con cubiertas planas, fachadas lisas, ventanas redondas y barandillas tubulares o, como lo definiría el propio Le Corbusier en 1921 "máquinas para vivir", sinónimo inequívoco de los tiempos modernos y de la confianza, aún intacta, de la sociedad en la técnica, la velocidad y el progreso.

Comienza así el sueño de una metrópoli moderna, mas saludable y mas justa, una nueva ciudad racionalista de estilo internacional con hospitales, colegios, paseos frente al mar, grandes bulevares y parques públicos que, tras una brevísima siesta, acabará con el abrupto despertar de la guerra civil española. El largo bloqueo de los puertos, el comercio y las comunicaciones transatlánticas durante la Segunda Guerra Mundial, empeorarán dramáticamente la situación.

En los años 50, con el reconocimiento de la España de Franco por la ONU y la consecuente apertura comercial del Régimen hacia el exterior, los arquitectos canarios retomarán, la arquitectura moderna, con algunas reminiscencias racionalistas pero ya con un ojo puesto en la otra orilla del Atlántico. La vanguardia arquitectónica se había trasladado a EEUU, por una parte porque muchos de los arquitectos adscritos al movimiento moderno, como Mies van der Rohe, Walter Gropius o Josep LLuis Sert, se habían exilado allí y, por otra, porque en la vieja Europa el bello sueño racionalista había quedado sepultado bajo las ruinas de la guerra.

Compartir el artículo

stats