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Música

La Ruta de aquellos 'findes' proletarios

Barlin Libros reedita 'En éxtasis. El bakalao como contracultura en España'

Un grupo de jóvenes de la época posa en el parquin del Chocolate, una de las discotecas míticas de la ruta del bakalao. LP / DLP

Hasta un total de quince drogas tienen contabilizados los índices de consumo en fiestas y bacanales variados que recorren la geografía ibérica. Anda escandalizada la conciencia pública ante la extensión del fenómeno chemsex; a saber: orgía narco sexual a base de drogas y sexo, a puerta cerrada. El nuevo siglo ha llevado a la apoteosis del consumo de narcóticos, y las raíces de ese desfase hay que buscarlas muy atrás, en el último tercio del siglo XX. A fin de cuentas, fiesta y drogas andan juntas como lapas desde el principio de los tiempos.

Y no hay que ir muy lejos, aquí en la Comunidad Valenciana, la California mediterránea, a finales de los 80 y primer lustro de los 90, se vivió un fenómeno lúdico festivo de primer orden; denostado por muchos pero abrazado por los más en un tiempo emergente de la segunda generación de la democracia. Tras los hippies y los punkies, estalló en Valencia la famosa ruta del bakalao. Una serie de felices circunstancias que ligaron a inteligentes empresarios de la noche con una generación ansiosa de disfrutar con estilo. Buenos disyoqueis y drogas de diseño. Muchos cronistas la han vulgarizado, pero ese reportaje sociológico de nuevo periodismo que es En éxtasis, trata de poner las cosas en su sitio. Y de ahí el subtitulo El bakalao como contracultura en España. ¿Contracultura?, claro que sí. La que protagonizaron unos jóvenes más bien escamados tras los estragos del caballo en los ??. Y su dama de honor fue el éxtasis, sustancia celestial que incita al amor al prójimo y al goce sin culpa, que comenzó su reinado en 1987. Fue una década prodigiosa que duró hasta el 97, cuando la ideología bienpensante, el sistema, satanizó a los muchachos, y los controles policiales aguaron la fiesta.

Escenarios excitantes

La música y su contexto espacial. Siempre la música, tan importante para la vida y la sensibilidad de una generación. La emergencia de nuevas formas de diversión junto al mar, y la definitiva desinhibición de actitudes, en donde el consumo de drogas era un pretexto para relacionarse y quererse. Chocolate, Barraca, Metrópolis, Oggi, Spook, ACTV, y un sinfín de escenarios y excitantes tugurios, que fueron el plató donde muchos forjaron su fantástico imaginario.

Esta historia lúdica se va construyendo a base de buenos libros como el de Joan M. Oleaque (Catarroja, 1968), de seductor título y energético contenido. Una historia de valencianos pioneros. El periodista ha escrito una épica de La Huerta discotequera, armado con sustanciosa documentación y con su experiencia de primera mano; sobre el terreno.

El libro que escribió el avezado periodista valenciano, reportero gonzo e innovador, en 2004 ( En éxtasi. Ara Llibres), reeditado, actualizado y traducido al castellano por su editor, Alberto Haller, es un recorrido por escenarios y personajes que a muchos lectores les resultarán entrañables y acaso les abran a un déjà vu, de aquellos tiempos en los que la carretera del Saler era un tobogán que trasladaba a otro mundo.

El libro de Joan M. Oleaque posee el rigor necesario para ser piedra angular de una historia de nuestra contracultura. Los movimientos disidentes y nada correctos; las crónicas tabú. El periodista se acerca al fenómeno con un enfoque rompedor. A propósito de la Ruta, escribe: "Ahora bien, el hecho de haber dado a los fines de semana proletarios una importancia y una capacidad de evasión desconocidas hasta el momento -y también de generar posibilidades de negocio, claro está- fue uno de los aspectos básicos que permitieron al fenómeno consolidarse durante tiempo, e implantar su potencial como un revulsivo tremendo".

Y Valencia comenzó a marcar tendencia en el nuevo pop y hábitos de consumo de drogas en el Estado. La libertina marjal de La Huerta tomó el puesto de mando en temas de pasotismo, buenas discotecas y mejor rollo.

El eficaz enfoque sociológico de Oleaque no deja dudas cuando analiza el fenómeno de la Ruta desde un punto de vista del abismo cultural entre clases. "Barraca se convirtió, de manera gradual, más que en una discoteca en un refugio y en trampolín para todo lo nuevo que estaba produciéndose fuera de las miradas dominantes: en transmisor de tendencias underground para un público que no tenía acceso a la cultura de vanguardia".

Protagonistas

Presenta y rescata a los protagonistas de la época; empresarios de la noche, como Vicente Pizcueta, y disyoqueis, como Carlos Simó y Tony Vidal; y fenómenos discotequeros y musicales como Ximo Bayo, original artista, producto genuino de la tierra, que juega un papel muy protagonista en esta movida -el año pasado publicó su propia novela, junto a Emma Zafón, sobre la época-.

El autor analiza y describe la aparición y efectos de las nuevas drogas, la mescalina, primero, y el éxtasis después, esta última, "una droga sicoactiva, el MDMA, sintetizada a principios del siglo XX, con éxito entre comunas de drogadictos psicodélicos norteamericanos". Y que se sigue consumiendo con alegría en el presente siglo. Datos que poseen inestimable valor informativo para el lector joven.

Libro escrito con trepidante ritmo, trufado de exquisitas referencias musicales, y que ofrece un enfoque nuevo sobre nuestra historia lúdica. Crónica de nuestras vidas y ansiedades, deseos y mitos. Noches luminosas en las que nos enamoramos o acabamos echando la pota en cualquier esquina. Joan M. Oleaque, sociólogo y cómplice, lo deja claro: "La Ruta ha dejado hoy de estar relacionada solo con lo chabacano en la memoria colectiva. Ahora, en su evocación, ha ido mitificándose como algo que ha tenido tramos de pura autenticidad".

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