La Provincia - Diario de Las Palmas

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Pintura

"Pasé de los paisajes en la acuarela a inventar situaciones caóticas"

"Yo siempre he pintado mi tierra y todavía hoy en día lo hago; nunca me despedí del paisaje", señala Alberto Manrique

El pintor Alberto Manrique ante una de sus obras. YAIZA SOCORRO

Corríjame si no es cierto, pero creo que es usted el decano de los pintores canarios en activo...

No sé si es cierto, pero yo voy ya camino de los noventa y dos años.

Hablando de actividad, ¿sigue siendo tan fecundo en obra nueva o ha bajado el ritmo?

El ritmo ha bajado Soy más mayor. Hasta los ochenta años fui un joven. Ahora a ver si llego hasta mi cumpleaños en mayo.

¿Tiene un cálculo más o menos aproximado del número de cuadros salidos de sus pinceles?

Ni idea. Tendría que mirar un álbum. Yo empecé desde muy pequeño a pintar, pero me metí realmente en el mundo de la pintura a partir de 1975. Expuse primero en la Casa de Colón pensando si valdría la pena dejar la carrera de aparejador. Anteriormente, siempre había pintado para mí. El primer día de la muestra se vendió toda la sala y en el propio lugar un chico de Tenerife que había sido escultor me dijo que me miraría una galería en Madrid, en la calle Goya, donde el sesenta por ciento de la obra también se vendió. Luego fui a Barcelona, Bilbao, Estados Unidos, Francia y Holanda. En muchos lugares no tuve tiempo de exponer. Aquí en Canarias, mucha gente tiene cuadros míos.

De ese volumen de obra, ¿cuál es el porcentaje de paisajismo canario y el de sus creaciones de realismo fantástico?

Yo siempre he pintado mi tierra y todavía hoy en día lo hago. Nunca me despedí del paisaje canario. Antes, me solía echar caminatas por los pueblos. En uno de mis paseos, por ejemplo, descubrí Aldea Blanca en San Bartolomé de Tirajana, un pueblo abandonado lleno de casas vacías que me inspiró muchos cuadros.

¿Cuántos años lleva trabajando en el "orden desordenado" de este estudio ubicado en su vivienda familiar de Tafira?

Hace unos sesenta y pico años que vine a esta casa y luego la compré y monté mi estudio.

El arte de la acuarela es engañoso. Parece más fácil que el óleo pese a que en este se pueden tapar las fallos, pero en aquella todas las pinceladas son irrevocables. ¿Es cierto o no?

Son dos técnicas totalmente distintas. En la acuarela prima la transparencia y en el óleo no, es hecha por el pintor. En el óleo el material es opaco. La cantidad de color de una acuarela es muy inferior al óleo, pero el que pinta bien una cosa pinta bien la otra. Ahora, es cierto también que hay pocos acuarelistas que pinten óleo. Creo que la acuarela tiene una belleza distinta al óleo porque en la primera todo es luz y en el segundo tienen que ser pintados hasta los blancos.

El acuarelismo tiene mucha tradición en Canarias y sigue teniendo recorrido. ¿Se debe a la obra de creadores como usted, o responde simplemente a una demanda de mercado?

En realidad aquí vinieron en su día varios ingleses acuarelistas. También el acuarelista Bonnín creó una escuela que siguió funcionando mucho tiempo, pero mis cuadros no pertenecen a ella, son diferentes. Yo creé una acuarela, no sé si por mis pulverizados y soluciones técnicas que no se habían hecho antes, como secar con papeles ciertas partes de la acuarela. Fui uno de los primeros que se separó de los paisajes pasando a cuadros inventados con situaciones caóticas, creé algo diferente. Para los temas y formas de presentarlos tanteé pues terrenos no tratados hasta entonces.

Cuando decide plasmar una pieza de realismo fantástico, ¿qué premisas sigue?

No decido nada. Un día se me ocurre una idea, algo que veo y lo intento representar a mi manera. "No es lo mismo el arte de pintar que pintar el arte", es decir que no sólo hay que pintar sino inventar. Primero cojo un papel y hago un boceto de las ideas que me da la vida, una novela, etc... Y luego lo plasmo en mi obra. La vida de un pintor serio que quiere dejar una marca es complicada, sobre todo cuando quieres crear algo distinto. No sólo me he conformado con hacer paisajes.

Esos cuadros, muy bellos en su mayoría y siempre inquietantes, ¿integran imágenes de elaboración intelectual, o son espontáneos?

Vienen de cosas que uno piensa e intenta expresar. Es espontáneo porque veo algo y me sugiere un cuadro o pienso de repente. Por ejemplo, cuando pinté Accidente en Las Palmas nació de la lectura sobre un accidente real. Nunca me he inspirado en los cuadros de nadie para mis creaciones. Me han criticado mucho por no ser el clásico acuarelista. A veces he expresado también mis ideas políticas, pero no como una propaganda.

¿Son entendidas sus imaginaciones o tiene que explicarlas?

Hay algunas que son complejas y otras que no. Por ejemplo, en alguna ocasión he realizado una crítica solapada de alguna de las creaciones de arte moderno, como sería la reproducción de los propios cuadros, pero en realidad no me ha preocupado mucho. De todas formas, si me preocupa algo pictórico lo critico en mis cuadros. Otra cosa que he hecho es expresar los acontecimientos de la juventud como ensoñaciones, como un núcleo de ideas. Ahora estoy pintando un cuadro de un artista que pinta una obra con manchones y me sirve como juicio a este tipo de pintura.

¿Reflejan de algún modo la complejidad de su psiquismo, o hay que entenderlos como relatos inventados?

Mis relatos nunca son inventados. Se basan en cosas que pueden hacerse. Tienen un inicio real y luego se van modificando para que sean más bonitos.

Sus técnicas pictóricas son muy depuradas, casi perfectas. ¿De quién las ha aprendido?

De mí mismo. Mi padre fue a la única persona que conocí que pintaba. Recuerdo una exposición que realicé con el grupo LADAC integrado por Manolo Millares, Felo Monzón, Juan Ismael y por mí, en que cada uno expresaba lo que quería a su manera. Guardo un cuadro: Miseria, un óleo (aún no sabía pintar acuarela). Luego me aficioné a la acuarela. Siempre hice lo que me gustaba, no pensaba en el público.

¿Ha practicado a su vez la enseñanza, más allá del ámbito familiar?

Sí, aún tengo alumnos. Hay un grupo que lleva más de diez años dando clases conmigo al que dirijo e intento que reflejen en sus cuadros aspectos de sus vidas, que es algo complicado de conseguir.

La venerable y prestigiosa Escuela Luján Pérez cumple este año su primer centenario. ¿Ha enseñado en ella?

Tengo un título donde la Escuela me nombra Hijo Predilecto. Me llamaron hace años para dar clases, pero envié a mi hijo Juan.

En Las Palmas ha existido una potente asociación de acuarelistas, generosamente instalada por uno de sus socios, el conde de la Vega Grande, en el edificio que fue la famosa Galería Vegueta. En los últimos años no se oye hablar de ella. ¿Qué ha pasado?

La Asociación de Acuarelistas de Las Palmas fue una creación de dos acuarelistas: Pedro del Castillo Olivares y yo mismo. En ese momento la única asociación de acuarelistas de Canarias estaba en Tenerife y la presidía Bonnín. Fui yo quien cité a Pedro del Castillo en un bar que había en el Jardín Canario, a su mujer y a la mía, y allí decidimos crear una asociación de acuarelistas distinta a la de Tenerife. Como asociación española necesitábamos contar con un número de socios que buscamos de entre todos los acuarelistas que conocíamos de la provincia y entre algunos aficionados. Entre ellos se encontraba Alejandro del Castillo, el conde de la Vega Grande, quien formó parte del núcleo inicial de la asociación. Durante muchos años fue presidente de la misma Pedro del Castillo y yo vicepresidente, buscando siempre un lugar donde ubicarnos. Al final, Alejandro del Castillo nos cedió un local gratis durante mucho tiempo y actualmente se encuentra en un local cedido por el Cabildo por detrás de la Iglesia de Santo Domingo. Hace unos seis años que me di de baja como presidente.

Durante el tiempo que usted quiso, se ganó todos los premios de los encuentros y certámenes peninsulares. ¿Echa en falta aquella brillante etapa?

En parte sí. Era joven, me iba bien, viajaba mucho a la Península: a Madrid, Barcelona o Bilbao. Yo mismo me retiré, pero sigo en contacto con acuarelistas peninsulares de Elche o andaluces, pero más a nivel de amistad.

El realismo fantástico, como también el surrealismo, han tenido etapas gloriosas en el mundo global del arte ¿Se siente deudor de algunas de sus figuras?

Yo no le puse el nombre. Alguien me dijo que mi pintura era realismo fantástico y así se quedó.

Siempre trabaja con música. ¿Es afición innata o se la debe a su esposa, la violinista Yeya Millares?

Viene de más antiguo. Mi madre tocaba muy bien el piano y dio clase de joven en Pamplona. Siempre recordaré una sonata de Scarlatti que nos solía tocar cuando nos reuníamos. A mí me gustaba mucho tocar el piano. Casualmente conocí a mi mujer escuchando en el Pérez Galdós un trío de Juan Hidalgo. Nos reuníamos en su casa, yo tocaba el piano y ella el violín.

¿Qué obras tiene ahora en proceso de elaboración?

El Carnaval de la Economía, El Altar de mi Memoria, Recuerdo de mi Infancia, La Petición de Mano, La Escalera de la Vida, Donde muere un poeta nace una flor, etc...

Finalmente, ¿cómo se ven la vida y el arte desde la cima de la alta edad?

Si siempre he sido un amante del arte sigo siéndolo y disfruto pero con cuidado me ha dicho el médico, sin pintar tantas horas al día.

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