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Una investigación rigurosa sobre los Fillichristi de Agulo

Daniel María aborda la gestación e ideas de la congregación fundada en 1913 por los hermanos Bethencourt Padilla, que tuvo la alfabetización como misión inicial

El agulense Daniel María. LA PROVINCIA/DLP

Siguen existiendo espacios del conocimiento de nuestro ajuar cultural que han permanecido inéditos hasta que son explorados, estudiados y desvelados en una publicación con la debida eficacia comunicativa para que lleguen al lector y se conviertan en una " motivación intelectual tremendamente estimulante" -como dice el prologuista José Gregorio González en el libro que nos ocupa. Con lo que acordamos, dado que el agulense Daniel María, tras un minucioso seguimiento del tema de los Filiichristi, ha conseguido cuadrar en él una monografía que ya se hacía imprescindible para conocer quiénes fueron los practicantes de esta modalidad espiritual, vigente en los peores tiempos, en los que la ortodoxia cristiana condenaba y anulaba toda práctica divergente a sus postulados básicos.

Daniel María (Agulo, La Gomera, 1985) se dedica a la literatura, al periodismo, al cine y al activismo cultural. Ha publicado los poemarios Hilo de cometa (Premio Félix Francisco Casanova) (2009) y Flor que nace en los raíles (2015), el libro de cuentos (De) función cómica (2009), el estudio crítico El caso de la película imposible: El extraño viaje (2011) y las novelas El hombre que ama a Gene Tierney ( Premio de Edición Benito Pérez Armas) [2014] y Un crimen lejos de París [2014]. El mundo creativo de Fernando Fernán Gómez le interesa tanto que se hizo responsable de novelar la película El extraño viaje (2011), esa joya del cine español, contando con un prólogo de Luis G. Berlanga. Como periodista obtuvo los premios Paco Rabal (Joven Promesa, 2013), Leoncio Rodríguez (2014) y Juan Torres Grueso (2016). Como podrá apreciarse, una intensa trayectoria polivalente, que prolonga vía digital en las revistas Tarántula, Fogal y Qué leer, y que le lleva ahora a interesarse por un asunto que le es familiar, siquiera ello fuese por su lugar de nacimiento. Pues es en Agulo donde capta la leyenda de los Filiichristi, un grupo místico que a través de la masonería y la teosofía derivó hacia la mediumnidad, las habilidades extrasensoriales, el magnetismo animal y la hipnosis.

¿Quiénes fueron los Filiichristi ("de los hijos de Cristo")? En principio una congregación intelectual creada en Agulo por Agustín Bethencourt Padilla, sus hermanos Agustín y Pedro, Luz López, Domingo Montesinos, Pascasio Trujillo y Pedro Sánchez, si bien el germen de la comunidad surge en Cuba, hacia donde los tres hermanos Bethencourt Padilla emigran. Agustín viaja por Europa, se inspira en santa Teresa de Jesús, en Tomás de Kempis y en los Ermitaños de Córdoba, con el proyecto de asentar una congregación místico-ascética en el bosque del Garajonay. Nos remontamos a 1913, cuando el 80% de la población gomera era analfabeta. En consecuencia, la primera misión del grupo fue alfabetizadora.

En un medio que simultaneaba el catolicismo profundo con la superstición hubo cierta aprensión hacia aquellos vecinos, a quienes se evitaba por su fuerte dominio hipnótico, porque encontraban objetos perdidos, contactaban con muertos y se acostaban en el suelo para recibir la energía telúrica del mismo. Se formó en Agulo una leyenda, porque se reunían en una lonja a puerta cerrada (un lugar por el que se evitaba pasar), pero no dejaron por ello de ser respetados por el vecindario, pues se les tenía por gente de religión, sin que el vulgo columbrara la compleja esencia de la comunidad. Sus caminos iniciáticos eran esencialmente la teosofía fundada por H.P. Blavatsky y el espiritismo. Daniel María se ocupa en documentar la historia de ambas corrientes en España y en territorio canario, situando el marco histórico en el que son recogidos por los iniciados gomeros, y aboga por que la acción de los fillichristi se incluya en los inicios históricos de la teosofía en España, dado que la experiencia agulense fue de bastante profundidad. Parece ser que incluso José Plácido Sansón y Grandy -al que llama "el máximo exponente del romanticismo en la literatura canaria"- fue seducido por esta corriente y algunos de sus poemas son trasunto de sus contactos con seres del más allá. También la poeta y pintora grancanaria Pino Ojeda se interesó por la astrología y el espiritismo. Incluso nos adelanta su interés por indagar en la obra de Cristóbal Bonilla, masón de la logia Andamana, quien en su obra Los amigos del más allá refiere comunicación con personajes tales como el artista Miguel Ángel.

De los Bethencourt Padilla da cumplida referencia como la célula matriz del grupo. Pedro, "el primer gran poeta de La Gomera", debió ser la figura clave del grupo, y escribió que "el poeta no debe ser otra cosa que un médium conductor de las vibraciones espirituales que penetran en el Universo" ( Salterio, 1920). Se relacionó con Laura Grote, con el pintor y poeta Juan Ismael y se le conmutó una condena de doce años y un día por una pena de seis meses y un día por sus convicciones de filiichristi. Su hermano José, igualmente masón, publicó una novela teosófica, La efigie de cera (1926), la cual - según María - es "la entrega literaria en prosa más importante del grupo místico y esotérico de Agulo", del que curiosamente llega un ejemplar a la Universidad de Liverpool.

Domingo Montesinos era el médium del grupo; cayó en un trance que duró más de tres horas, en las que comunicó con un pariente que vivía en el Tibet, una existencia que se comprobó con posterioridad. Daniel María resume en sendos capítulos las personalidades de Juan Saravia, Pedro Sánchez Padilla, Pascasio Trujillo y el pintor agulense José Aguiar, por su pertenencia a la masonería. Deja, por último, la puerta entornada a futuras pesquisas, porque el misterio de esta célula de comportamiento continúa, aunque tengamos la impresión de que el autor haya atado todos los cabos para visibilizar y referir con detalle la fenomenología del grupo.

Completa el volumen una antología de textos de los principales filiichristi, prosas y poemas que vierten su inclinación literaria, su ideario espiritual y el mundo esencialista que ocupaba sus inquietudes, exaltando la energía de la Naturaleza, la fraternidad universal, la dendrolatría. Llaman nuestra atención un texto de Eduardo Westerdahl sobre Agustín Bethencourt, publicado en la revista Hespérides en 1927, los poemas de Pedro ( Quiero vivir en la montaña, Árbol en la noche), sus prosas sobre la magia, un capítulo de La efigie de cera, de su hermano José, las estampas gomeras de Domingo Montesinos y las 'ideas clave' de Juan Saravia contenidas en Bujema, si bien el resto de lo elegido como muestrario tiene la misma intensa complejidad de la órbita mística y esotérica en la que se movían los cofrades. También una interesante galería fotográfica de los protagonistas y el entorno geográfico donde se desarrolló su actividad, esto es: el Agulo de los primeros decenios del siglo pasado.

Queda añadir que la publicación reseñada viene a demostrar que con vocación, paciencia y una dura labor de búsqueda en publicaciones, archivos y entrevistas es posible conseguir el resultado que Daniel María nos ofrece. Lo que hubiese resultado menos fácil sin una implicación personal profunda del investigador en la materia tratada, que seguramente lo ha alcanzado íntimamente, tal es la entrega que transparenta el texto.

Por fin sabemos quiénes fueron los filiichristi, y el meritorio perfil investigador de quien nos los ha dado a conocer. Se trata, por consiguiente, de un peldaño más en la escala del conocimiento que debemos tener de esas regiones perdidas de la personalidad canaria, que enriquecerá a los lectores interesados en la órbita espiritual de la heterodoxia, aportando además al lector común la minuciosa, intensa, apasionante peripecia de unos gomeros que se salieron del tiesto, buscando un alto ideal por caminos de insólita frecuentación.

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