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Cine

Pepe Dámaso, al otro lado del cuadro

El Festival de Cine de Las Palmas proyecta el filme 'El pintor de calaveras' en su gala inaugural

Pepe Dámaso, al otro lado del cuadro

El universo artístico de Pepe Dámaso entreteje imagen, identidad y espejo, pero en El pintor de calaveras, el documental de Sigfrid Monleón, el artista cruza el espejo y pone la imagen en manos del cineasta, que muestra a Dámaso al otro lado de la cámara como protagonista del cuadro de su vida.

"Romper el espejo, romper el cuadro, romper la cámara, romper la pantalla, ¿es esa rotura en añicos el gesto que nos acerca al descubrimiento de lo otro?", escribe Dámaso en el poemario El vaho en el espejo (2017). Esta reconstrucción documental del imaginario de Pepe Dámaso bajo el prisma de Sigfrid Monleón se proyecta en primicia en la gala inaugural del 18º Festival Internacional de Cine de Las Palmas de Gran Canaria, que reivindica en sus filas el arte que se funde con la vida y viceversa, y que es también la columna vertebral de la trayectoria del artista de Agaete.

Ilusión

"Esta noticia del Festival de Cine de Las Palmas me ha salvado la vida, porque me ha dado ilusión y alegría de vivir", manifestó Dámaso ayer, en su casa de La Isleta. "Y creo que es coherente conmigo por haberme quedado en Canarias y porque mi ciudad, donde vivo y donde vive la gente que me quiere, sabrá que hemos este documental". "Ya no estoy por las vanidades, sino por una realidad vital que me concierne", añade el pintor. "La cultura, si no es así, no sirve para nada".

El pintor de calaveras comenzó a apuntalarse hace dos años a las órdenes de Monleón y el productor grancanario Andrés Santana, quienes cartografían los paisajes, nombres y símbolos damasianos, desde su Agaete natal hasta el eco de Juanita, César Manrique, el Museo Canario, la Fiesta de la Rama, la cometa Muerte, los recuerdos de su infancia , la belleza salvaje de Guayedra y la generosa donación de su legado artístico al Archipiélago. "La película narra un viaje exterior e interior", explica Monleón, desde Madrid. "Por un lado, vamos a los lugares básicos en su formación como artista y como persona, con el acento en el trasfondo antropológico de su obra, pero también de su vida. Y también mostramos ese viaje interior que Pepe ha estado haciendo en los últimos años, que es el balance de una vida larga, plena, llena de hallazgos y de vivencias fuertes, donde el artista se confronta consigo mismo al final del camino y que muestra la parte reflexiva menos conocida de Pepe".

Por su parte, el pintor, que atesora experiencias documentales anteriores en Iter in semet ipsum (2009), de Miguel G. Morales o El vaho en el espejo (2013) de Gustavo Socorro, revela que se mostró tal como es ante las pinceladas de la cámara y en la estela de otro de sus versos: "Creo que he sido en todo momento como era, tan simple o complejo como la existencia".

"Si un valor tiene este documental por mi parte es mi sinceridad, porque yo me entregué mucho", asegura Dámaso. "El documental se empezó a rodar cuando estaba en el hospital y muestra una progresión de calma desde que lo abandono. Me gusta porque es un documental fino, muy tranquilo; no es tan barroco ni tan violento como soy yo, sino que me muestra de manera elegante, aunque yo me enfado y digo mucho ¡coño!, pero es interesante que el arte hable por sí mismo y que diga diferentes cosas", explica el pintor.

"Además, tiene una cosa muy tarkovskiana, y yo soy muy de Tarkovski, por ese tiempo casi muerto, que discurre por sí mismo sin forzar ninguna situación, donde Sigfrid me iba llevando por dónde él quería", añade. A este respecto, Monleón destaca que "Pepe tiene una parte intensa, como artista y cineasta, y tiene una parte ingobernable, así que también traté de mostrar esa relación. Y estoy muy contento, porque creo que tengo a todos los Pepes posible".

Otro de los grandes aciertos del documental es que, en diversos momentos del metraje, Dámaso vuelve a cruzar al otro lado y es él quien filma desde dentro del rodaje. Y Monleón intercaló esas imágenes en el metraje en un guiño a la vertiente cineasta del pintor. "Pepe es un artista total y quería sacar ambas facetas, la pictórica y la cinematográfica. Por eso, desde la primera escena puse en sus manos una cámara de Súper 8 para que fuera rodando al tiempo que nosotros íbamos haciendo la película", relata. "Por tanto, en el documental hay imágenes de las películas antiguas de Pepe e imágenes de las películas que Pepe filmó al mismo tiempo que nosotros".

Este aspecto, a juicio de Dámaso, le posibilitó iniciar una búsqueda dentro de la búsqueda del otro: "Mi gran piropo hacia Sigfrid es que convirtió este proyecto en una comunicación entre cineastas, porque yo ruedo e intervengo en el documental y la decisión de que esas imágenes aparezcan lo convierten también en mi película".

En este sentido, el artista celebra que "Sigfrid se documentó muy bien e incluyó mi parte de cineasta de una manera sutil en dos tiempos diferentes". El artista, que firma proyectos cinematográficos como La Umbría (1975), revela que "siempre me he preocupado del rigor y de la parte plástica del cine, porque mi sentimiento cinematográfico viene de mi mundo de pintor y de mi noción del arte total". "Yo no pretendí ser un cineasta y no me movieron tanto las motivaciones cinematográficas sino las antropológicas o estéticas, pero me considero un amante del cine".

Además, Dámaso puntualiza, con una sonrisa pícara, que: "Yo tengo una gran vena de actor". "¡Pues claro que la tengo! Y que me viene de Agaete, de las comidas con el cura y de la cosa teatral que tiene Agaete. Y te contaré una anécdota: recuerdo que cuando conocí al gran Bertolucci, otro amante de la pintura y del cine, que iba cruzando Lanzarote en furgón con sus amigos, entre ellos, Marisa Paredes, me dijo después de charlar un rato: Creo que Pepe sería muy buen actor" (Risas).

Con todo, el artista confiesa que, a sus 84 años, atraviesa un "despertar vital" después del abismo de los hospitales y que embarcarse en El pintor de calaveras arrojó luz en su universo de pinturas y espejos, de modo que "compartir el final de este viaje en el festival de mi ciudad es un regalo y estoy muy agradecido. Voy a ser el hombre más feliz del mundo al verme con los míos en la proyección", declara.

Para el artista, " el cine que a mí me gusta mucho, sin ponerme majadero, es el cine culto". "Yo estoy harto de la influencia del cine norteamericano donde todo es acción y violencia, o comedia gratuita, y creo que es interesante ver historias que están partidas, discontinuas, donde la estética es surrealista o moderna, pero hemos maleducado a los espectadores. Por eso, doy gracias a los festivales donde hay cine que es arte"-

En cualesquiera de sus disciplinas "el arte tiene que ser comprometido", afirma Dámaso. "Si no hay un concepto y unas ideas detrás, si no hay una formación intelectual y no manifiestas un compromiso con la vida y con el arte, lo que haces se queda hueco y se queda en el soporte del lienzo o de la pantalla, y debajo hay vacío". "Pero yo no quiero ser dogmático: a mis 84 años, lo acepto todo y quiero ser tolerante. Pero yo creo en el misterio del arte y, por eso, animo a seguir la búsqueda en el camino del arte", afirma, con una sonrisa. "Yo sigo en ese camino, pinto menos, estoy temblón, pero todavía puedo pintar, y eso me hace estar vivo".

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