La progresión del cine realizado en Canarias ha escrito numerosos capítulos en el apartado competitivo del Festival de Cine de Las Palmas de Gran Canaria, donde una amplia nómina de cineastas que cultiva su trayectoria en las islas ha hallado una ventana para exhibir sus trabajos y también un espacio en el que promover un diálogo en torno a la creación, sus ideas y sus proyectos en un marco común.

Bajo el paraguas de Canarias Cinema, un total de cuatro largometrajes y 14 cortos de autoría o producción canaria compite en esta décimo octava edición, a la que se suman otros dos largometrajes fuera de concurso. Se trata de una selección amplia y, sobre todo, diversa, donde concurren fábulas oníricas o introspectivas, junto a propuestas narrativas, con pinceladas existenciales o de crítica social y que, en algunos casos, dirigen la mirada hacia su propia condición de isla. Entre los participantes desfilan tanto autores noveles como asiduos del certamen, algunos de los cuales no sólo se han alzado con premios o ayudas a la distribución, sino que esta experiencia les ha catapultado a festivales internacionales de prestigio, como Locarno, Toronto o Rotterdam.

A este respecto, cabe recordar que Canarias Cinema no requiere premier en España, por lo que algunas obras atesoran un recorrido previo en festivales, mientras otras viven su estreno absoluto en el festival grancanario. Sea como fuere, el palmarés, que se falla mañana , ya está en manos del jurado.

En el apartado de largometrajes, El mar nos mira de lejos, ópera prima de Manuel Muñoz Rivas, producida por El Viaje Films [del canario José Ángel Alayón] eleva mucho el listón con un bellísimo experimento de poesía visual, que trenza y desdibuja las fronteras entre documental y ficción, voces y silencios, pasado y presente, humanidad y naturaleza en el eco de una leyenda enterrada bajo las dunas.

Otra propuesta interesante es Las postales de Roberto, de Dailo Barco, una emotiva reconstrucción documental en torno al legado audiovisual del creador palmero Roberto Rodríguez, figura clave del cine amateur en los años 70 en Canarias, y su inseparable partenaire holandés Jan Blaauboer, en cuyo universo común se interna el propio realizador escribiendo esta carta -o postales- de amor al arte.

El resto de largometrajes a concurso son Raíces, de Mi hoa Lee, un documental de exploración autobiográfica sobre la búsqueda de los orígenes; y Telúrico, de Sergio y Ulises Morales, que, también en clave documental, traza un paralelismo entre las relaciones y el vínculo humano con el territorio.

Y fuera de concurso, Bárbara Nadie, de Ayoze García González, destaca en la selección por aventurarse con un ejercicio de found footage o de apropiación de material a partir de la película Juan Nadie (1941) , de Frank Capra, que reflexiona sobre el poder de los medios y del celuloide en un diálogo epistolar en off con Barbara Stanwyck. Por su parte, Apocalipsis Voodoo, de Vasni Ramos, imprime el giro estilístico a la selección con un juego de kung fu, lucha libre, zombies y vudú en una parodia del género en la estela de Kung Fury.

Cortometrajes

Asimismo, los 14 cortometrajes a concurso se proyectan en dos bloques de siete filmes. La sesión primera engloba 20 años sí es mucho, de Daniel Mendoza, técnico audiovisual de referencia en Canarias, que brinda un prólogo de su futuro largometraje, que relata su reencuentro con La Celda, formación uruguaya de la que fue guitarrista.

Por su parte, Dailo Barco firma otra pieza notable a partir de material recuperado sobre el actor Guetón Rodríguez en Archipiélago fantasma; Sara Álvarez presenta Diques, una pieza minimalista pero de una gran potencia visual en blanco y negro; Miguel G. Morales esboza un reflejo frío de la simbología del pasado franquista en Tenerife en Ángel caído; y Rafael Navarro retrata en Soju los paisajes de una conversación evocadora, seductora, tensa e íntima entre dos extraños. Así, en este bloque destacan Dua2litet, primer cortometraje de Rafael Marrero, una pieza lírica y ensoñadora que, pese a su brevedad y criptografía, rezuma una belleza de factura exquisita; y El mar inmóvil, de Macu Machín, un bellísimo ejercicio formal y antropológico, que enmarca los contrastes y silencios que se entrecruzan en la rutina de los trabajadores en las salinas de Janubio, casi fundidos con los paisajes lanzaroteños.

La segunda sesión de cortos es igual de diversa e interesante: a la cabeza, Plus Ultra, de Samuel M. Delgado y Helena Girón, programada en el Festival de Locarno el pasado 2017, confirma la mirada excepcional de esta pareja de cineastas. Su estética habitual creada a partir de película de 16 milímetros y negativos a color revelados de forma artesanal dibuja una fábula poética sobre la resistencia aborigen en Canarias a partir del lema Plus Ultra, que alentaba a conquistar nuevas tierras por encima de la advertencia de la mitología griega Non Terrae Plus Ultra.

También sobresalen las obras de Amaury Santana, que firma una de sus mejores piezas en Clavijo, tu amor, inspirada en Lancelot, de Agustín Espinosa, donde la rebelión de los personajes contra su destino alumbra los resortes que nos mueven a los seres humanos; y Nocturnos, donde Miguel A. Mejías crea una atmósfera inquietante y magnética filmada con maestría, sobre todo, en esa calma tensa latente en el bosque donde se internan sus protagonistas. Luego, tanto Insight, de Hugo Herrera, como La muñeca rota, de Daniel León Lacave, comparten el carisma de sus protagonistas: Raquel Amegashie y Yanai Cruz, respectivamente, dos actrices que darán mucho que hablar en las islas. Y por último, conmueve el trabajo colectivo de Morir en el intento, de alumnos Escuela de Cine Infantil y Juvenil Cámara y Acción, una emotiva invitación a la vitalidad muy bien filmada; y Nouvelle Cuisine, de Manuel Reyes, que pone la nota de animación a la selección con este estupendo experimento caníbal.