Hay una escena muy significativa al comienzo de The Widowed Witch ( La bruja viuda), primer largometraje del director y guionista chino Cai Chengjie. Er Hao, una mujer todavía joven que acaba de enviudar por tercera vez tras un accidente y ha perdido su casa, va a visitar al mandamás de su pueblo para pedirle ayuda.

Durante la conversación, ella queda tapada por una columna de humo que sale de una tetera. ¡Y cuántas mujeres en diferentes partes del mundo quedan reducidas a ojos de la sociedad a eso, una figura desdibujada, cuando no un espectro viviente, al morir sus maridos!

The Widowed Witch es, digámoslo ya, una película sumamente prometedora. Falla en algunos tics visuales un tanto gratuitos (esas imágenes en blanco y negro donde aparece un solo elemento coloreado) y podría sacarle más jugo a su historia, pero mantiene bien el pulso en los planos fijos.

Y en su propósito de poner al descubierto la mentalidad machista presente en la China rural todavía en nuestra época, Cai Chengjie recurre con habilidad al realismo mágico y a toques de humor que despojan el mensaje de cualquier atisbo panfletario. Además de que eso le permite abordar otros problemas que se dan en dicho entorno: el descuido y la soledad que sufren los mayores, la venta de niños...

Muchos hombres intentar abusar de la posición de debilidad de Er Hao. Las propias mujeres del pueblo la consideran una apestada, un ser maldito. Una bruja. Y ella actúa en consecuencia, tratando de volver en su favor las supersticiones locales.

Según se apunta en la sinopsis del catálogo del festival, el periplo en furgoneta de la bruja Er Hao (que algo tiene de road movie con reminiscencias de Jim Jarmusch) "podría ser sólo una fuga de su imaginación".

Aunque queda en el aire, dicha interpretación añade complejidad a la película, así como una nota pesimista: no queda salida posible para un alma arrinconada como Er Hao. Solo una ensoñación que se va derrumbando.