Después de recorrer España y Francia cartografiando formas de vida alternativas y sostenibles en Stop! Rodando el cambio (2012), el tándem de cineastas formado por Alba González de Molina y Blanca Ordóñez se reúne seis años después al abrigo de un nuevo proyecto documental bajo el título Las flores de Jericó, que visibiliza y denuncia los distintos tipos de violencia que sufren las mujeres migrantes en distintas partes del mundo durante sus recorridos migratorios.

Las realizadoras se embarcan la semana próxima en el primer tramo del rodaje de esta producción impulsada por CEAR (Comisión Española de Ayuda al Refugiado) en Canarias, con una subvención de 10.000 euros de la consejería de Igualdad del Cabildo de Gran Canaria, que culmina su filmación en mayo para su estreno en la II Muestra de Cine Documental Zancadas, el próximo septiembre.

El planteamiento conceptual que presta título al filme se inspira en la metáfora de la Rosa de Jericó, que permanece cerrada y seca durante años y que, después de cruzar fronteras empujada por el viento, vuelve a florecer en un lugar húmedo en el que echa sus raíces.

Proceso

En esta línea, el espectro documental de Las flores de Jericó engloba "todo el proceso migratorio: desde la salida del país de origen hasta su llegada al país de acogida", indica González de Molina. "El objetivo es retratar cualquier forma de violencia contra las mujeres migrantes entendida como cualquier limitación a sus derechos, desde los motivos por los que huyen de su paíse hasta la desatención que reciben en su país de acogida por el hecho de ser migrante", añade.

Su proceso de investigación social nace con vocación de reflejar la situación de vulnerabilidad extrema que sufren las mujeres inmigrantes o refugiadas en Gran Canaria, pero también glosar la pluralidad de escenarios discriminatorios que se entretejen en la realidad de la migración. Por el momento, González de Molina y Ordóñez cuentan con cuatro de los seis testimonios que esperan registrar en Las flores de Jericó. "Hemos intentado ser plurales en cuanto a zona geográfica, edad y contexto cultural", indica la realizadora de Julie. "Por ahora, contamos con la participación de mujeres migrantes de Brasil, Tinduf, Nigeria y Venezuela. Y esperamos encontrar a otras dos mujeres procedentes de Siria, Yemen o Filipinas, de modo que en el documental estén representadas mujeres de todo el mundo".

A este respecto, la cineasta confiesa que "el acceso está siendo difícil, sobre todo, porque no todas quieren participar, ya que, si son refugiadas, nos enfrentamos al tema de que no pueden mostrar su imagen pública". "Nos encontramos con el caso de que algunas mujeres refugiadas no pueden mostrar sus caras hasta que hayan obtenido el estatuto de asilo, porque se considera que, si una persona ha huido de su país, no puede mostrar su rostro de manera pública", revela.

Sin embargo, "Blanca y yo consideramos que el hecho de no poder mostrar ni tu cara, ni tu nombre, ni tu voz, ni siquiera en tu país de acogida, también es otro tipo de violencia, así que vamos a tratar esa realidad de manera que se pueda contar la historia y que se sepa que existe esa invisibilización por parte del país de acogida. Y que nosotras también denunciamos eso". Además, el tándem ha trabado contacto con colectivos como Gamá, para que la multiplicidad de perspectivas también recoja otras realidades como la diversidad sexual, "donde se producen otros tipos de discriminación y violencia".

El rodaje se desarrollará en localizaciones exteriores en Gran Canaria pero, para conciliar la intimidad de las participantes con una propuesta visual creativa, cada una recibirá una cámara fotográfica desechable con el fin de que sean sus imágenes y sus voces las que revelen sus historias a partir de un listado de preguntas. "Creo que eso va a ser muy interesante porque, al responder a nuestras preguntas con una fotografía, ellas establecen libremente los límites y el encuadre de cuanto quieran contar y mostrar, pero, sobre todo, posibilita una pluralidad de miradas que parte de los puntos de vista de cada mujer de cada país", señala González de Molina, quien destaca que "al fin y al cabo, las entrevistas al uso, que consisten en poner la cámara y ya está, nos limitan a la mirada de la mujer blanca europea, que es una visión privilegiada".

Con todo, De Molina, quien embarcó a Ordóñez (Crudo Paraíso) en Las flores de Jericó, revela que "ya hemos establecido los primeros contactos con las participantes, y sus historias son una lección de vida total". Y en cuanto a reemprender la codirección con su compañera, destaca que "Blanca ha hecho muchos documentales con una línea social muy definida y es muy sencillo trabajar con ella, así que para compartir esta experiencia no puede haber mejor persona".