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La anatomía de un sueño

Cuatro películas esenciales sobre el desencanto de la izquierda ante el rumbo que tomaron los acontecimientos tras los estallidos de Francia

La anatomía de un sueño

Durante el próximo mes de mayo, y sin distinción previa de fronteras geográficas, culturales o políticas, el mundo celebrará el 50 aniversario de uno de los acontecimientos históricos que más tinta y celuloide han generado en las últimas cinco décadas desde todos los ámbitos de la vida pública. Una suerte de giro coperniquiano que contribuyó a abrir las compuertas a la regeneración integral de la sociedad a través de un nuevo concert de valeurs cuyo desarrollo cambiaría muchos de los paradigmas morales e ideológicos vigentes hasta el momento. Los resultados de aquella insurrección, inspirada en la idea de un mundo más habitable, más acorde con la voluntad popular de cambiar todo lo que no se había cambiado desde la recuperación de las conquistas democráticas (secuestradas durante de seis largos años de conflicto armado) no alcanzaron siempre los objetivos previstos pero sí han dejado un poso reivindicativo que perdurará generación tras generación mientras no acabemos borrando nuestra memoria.

Pues bien, como tantas otras instituciones culturales, el Aula de Cine de la ULPGC (Universidad de Las Palmas de Gran Canaria), también se ha sumado este año a tan señalada efeméride, optando por la programación de cuatro películas, todas de producción francesa y, en su mayoría de riguroso estreno en nuestra ciudad, que afrontan la aurora revolucionaria que supuso aquella emblemática fecha desde posiciones ideológicas que ponen en entredicho el papel real desempeñado por la sociedad gala y por sus instituciones más representativas en la gestión de una de las crisis de identidad política más complejas, transversales y resistentes surgidas en el viejo continente desde hace muchísimas décadas.

Una crisis que puso rápidamente el foco sobre las flagrantes contradicciones de una izquierda revolucionaria que no supo administrar su victoria con la celeridad, el rigor y la coherencia que se le suponía en un escenario tan extremadamente radicalizado como el que dibujaron las grandes potencias vencedoras tras el cese definitivo de las hostilidades en septiembre de 1945: dos bloques claramente hostiles pero condenados a cohabitar en medio de una larga y tensa guerra fría que, pese a las ardorosas soflamas pronunciadas desde ambos bandos, a nadie consiguió beneficiar en ningún sentido.

Y el cine, como testigo privilegiado que fue de aquellos sucesos jugó un rol absolutamente determinante -como también lo desempeñó en Rusia tras la Revolución Bolchevique, en la Italia de la posguerra o en la Cuba revolucionaria de sus primeros años- sobre todo a la hora de asumir su responsabilidad como observador crítico de un fenómeno que lograría alterar seriamente las bases sobre las que reposaba, hasta entonces, la ideología dominante como pauta inalterable de conducta en una Europa que renacía lenta y cautelosamente de las cenizas de una confrontación particularmente devastadora. De ahí la importancia que ha tenido -y continúa teniendo- el Séptimo Arte en la configuración de los nuevos modelos de representación social, sobre todo desde que tomara conciencia de su poderosa influencia como motor de cambios radicales en un mundo cada vez más cautivo de un orden social y político de claras connotaciones autoritarias.

Con el recuerdo aún reciente de la retrospectiva Revolución68, incluida en la pasada edición del Festival capitalino, donde se mostraban una docena de títulos herederos, tanto en su forma como en su contenido, de las rupturas propiciadas por aquel acontecimiento, la ULPGC conmemora esta fecha con un programa de proyecciones que incluye, como pieza irremplazable de la no ficción, a la monumental, abrasiva y eisensteiniana El fondo del aire es rojo ( Le fond de l´air est rouge, 1977), de Chris Marker, un soberbio ejercicio de apropiación con el que Marker explora a discreción los grandes pronunciamientos populares del siglo XX, mientras entreteje un discurso visual vivo, enérgico y compacto sobre el curso que tomaron dichos estallidos desde el Octubre rojo de 1917 hasta el infierno vietnamita, pasando por los largos y violentos procesos de liberación nacional, las luchas contra la segregación racial y la caída definitiva del Muro de Berlín, en noviembre de 1989.

Su relato fílmico, dotado de una enorme rigor dialéctico, se nutre de centenares de imágenes extraídas de viejos noticiarios o de clásicos del cine mudo de ficción que reflejaban fielmente los sucesos históricos a los que alude Marker en la película "?para culminar, puntualiza Antonio Weinrichter en su libro de referencia Mystère Marker (coordinado, en 2006, junto a María Luisa Ortega, para el Festival de Cine de Las Palmas) en el gran monumento y testimonio colectivo de diez años de luchas revolucionarias que Marker montará y escribirá desde una suerte de primera persona del plural compuesta por muchas voces y con las imágenes de muchos en Le fond de l´air est rouge, restituyendo a la historia su propia polifonía"

Milou en Mayo ( Milou en mai, 1990), la comedia de tinte social dirigida, treinta y ocho años después del Mayo francés, por el gran Louis Malle y protagonizada, entre otros, por Michel Piccoli, Miou-Miou y Michel Duchassoy, es otro de los estimulantes títulos que integran este breve pero selecto ciclo de cine galo sobre el 68. La película, escrita por Jean-Claude Carrière y el propio Malle como contestación, algo tardía, a las contradicciones que acompañaron a la multitudinaria movilización popular en un París desbordado por los acontecimientos, también muestra el ardor revolucionario, aunque éste aparezca como escenario de fondo de la aguda e inclemente radiografía que nos propone Malle de una típica familia francesa de extracción burguesa, aparentemente ajena a lo que se está cociendo a su alrededor. De claras resonancias berlanguianas, Milou en Mayo trasluce el permanente estado de incertidumbre que, desde actitudes reaccionarias, vivieron muchos franceses atrincherados en sus cálidos y confortables refugios mientras millares de estudiantes, obreros e intelectuales intentaban reoxigenar el mundo.

El dramático testimonio de una frustración política que encierra Los amantes habituales ( Les amants réguliers, 2005), de Philippe Garrel, León de Plata en la Mostra de Venecia, donde se representan los amores de un poeta emergente y de su joven pareja después de tomar ambos parte en las manifestaciones de París, constituye un punto y aparte en la amplia filmografia sobre Mayo del 68. En un ambiente de desengaño derivado del fin de las ilusiones revolucionarias, la pareja pasa el tiempo entre vahos de opio, fiestas decadentes, sin compromiso alguno entre ellos, y plúmbeas conversaciones sobre la sociedad, el arte y la poesía. En medio de un clima de absoluto abandono de cualquier compromiso político, los personajes se convierten, a la postre, en la viva encarnación del desencanto en una sociedad cuyos valores se enfrentan a un lento y doloroso proceso de descomposición.

"En Les Amants réguliers", afirma Joan Pons en el libro Philippe Garrel. El cine revelado (Coord. Quim Casas. Festival de San Sebastián, 2007), "no hay romanticismo. No se pretende reescribir el pasado. No se reabren expedientes. Se combate la dinámica del olvido simplemente trayendo al presente un episodio incómodo para la Historia oficial. No es necesario siquiera aplicar estrategias narrativas de ficción que puedan separar a los implicados en héroes, mártires o villanos. Porque mayo del 68 está presente en la película para que se recuerde, no para que se rejuzgue".

La mirada especialmente nihilista que muestra Olivier Assayas en Después de mayo ( Après mai, 2012) sobre los enfrentamientos en el barrio latino de París es, probablemente, la más ácida y amarga de cuantas ha ofrecido el cine francés desde las agudas reflexiones le haut-parleur de Jean-Luc Godard en T odo va bien ( Tout va bien, 1972), de Chris Marker en L´eté (1968) o de Bernardo Bertolucci en la injustamente subvalorada Soñadores ( The Dreamers, 2003). Assayas remueve todas las contradicciones que emanaron de los cimientos de la revolución para poner al descubierto las consecuencias de un compromiso político cuya asunción colisionaba frontalmente con una noción sui generis del papel que debe desempeñar el individualismo en un contexto de subversión generalizada. Cuatro filmes, pues, de obligada revisión que observan los acontecimientos parisinos bajo la óptica del desengaño, o del revisionismo, si se prefiere, de un conflicto del que se seguirán extrayendo, con toda seguridad, estimulantes lecciones en el futuro.

Las revueltas estudiantiles en las calles de París despertaron, como no podía ser de otra manera, todas las alarmas en el arco político francés del momento y, por extensión, en casi todo el ámbito político europeo. Desde entonces, el país no volvió a ser el mismo, ni sus cincuenta millones de ciudadanos volvieron a contemplarlo nunca con los mismos ojos con los que se observaban las cosas antes de que las barricadas paralizaran el ritmo tradicional de la ciudad pues los efectos que provocó la rebelión sobre la sociedad, sobre la política, sobre el arte y sobre la cultura en su conjunto transformaron radicalmente la percepción general de la realidad, generando un estado de opinión presidido por la controversia ideológica y por un credo político que se esforzaba, como nunca, en alcanzar los extremos, cuando no en desestabilizar premeditadamente las instituciones y en reclamar una mayor implicación de la sociedad civil en la escalada del conflicto.

Hoy, cincuenta años después, el mundo -no solo París- se ha puesto a meditar sobre aquel acontecimiento desde perspectivas tan dispares como extremas. Por un lado, la de los que sostienen que la insurrección que conmocionó al planeta hace medio siglo continúa conservando su vigencia en no pocos ámbitos de la vida social y, por otro, la de los que sostienen la teoría según la cual el recorrido que tuvo aquella Revolución sólo conserva en la actualidad un valor meramente referencial, sin influencia alguna en el contexto de nuestros días, o sea, que hoy no es más que puro papel mojado, historia, en el sentido más reduccionista y anecdótico del término. Sea como fuere, lo cierto es que Mayo del 68, como otros sucesos históricos de similar calado, han quedado fijados en la memoria de varias generaciones como un legado imborrable de la contestación popular contra un sistema de vida que exigía una rápida y efectivatransformación.

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