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Crítica 51ª Temporada de Ópera

Todo el brillo de Rossini en el mejor 'Barbero'

Todo el brillo de Rossini en el mejor 'Barbero'

Este es, sin duda, el mejor de los siete Barberos de Sevilla programados en las 51 temporadas de la Ópera de Las Palmas. Los elementos canoros y teatrales han confluido en una producción memorable por la agilidad, la brillantez, el humor y el virtuosismo vocal que contiene la obra, la más celebrada de su repertorio. Un solo espacio de arquitectura barroca, creado en el teatro Giuseppe Verdi de Trieste con el detallismo y los lujos de la escena clásica, define desde el comienzo el estilo de la representación, exenta de novedades y experimentos -tan necesarios cuando son buenos- pero idónea para la ambientación del género bufo y su título de referencia. Cuando, para empezar, aparece en ese marco el gran barítono Massimo Cavaletti y entona un Largo al factótum insuperable en los medios vocales y en la fabulación gestual, entendemos que algo grande está ocurriendo. Y cuando, estimulado por el clamor del público, lo bisa superando la propia marca, ya está muy claro que la gracia, el poder, la elasticidad sonora y visual, el alarde de los larguísimos calderones en el agudo y todo lo que despliega este protagonista tiene el sello de lo excepcional.

Así lo confirma todo lo demás, casi en volandas sobre el dinamismo y la viveza del tempo marcado desde el foso por el maestro Francesco Iván Ciampa y en escena por el regista Giulio Ciavatti. Una representación, en suma, que haría feliz al propio Rossini. Magníficos cantantes y consumados actores, aplaudidos en todas sus páginas a solo, equilibrados en diálogos y concertantes, desplegaron su saber y su encanto en el diseño de los personajes y en la dinámica representativa. Fueron rigurosos en la difícil escritura rossiniana, su agotador silabeo del texto, la evocación del canto quilismático de principios del siglo XVII, alternado con el melismático de todos los tiempos; y fueron divertidos en la proyección de un bufo sin bufonadas, ingenioso y ligero. Seductor.

Casi todos los cantantes debutaban en Las Palmas, contagiados por la energía y la naturalidad de Cavaletti. Con la suya, fue magnífica la prestación de Paola Gardina, mezzoprano de color agradable, buena extensión y excelentes maneras de actriz. Lindoro-Almaviva tuvo a su servicio la vocalización virtuosa de un buen tenor ligero, Levy Sekgapane, siempre a punto en presencia, movimiento y gesto. Nada que pedir al Doctor Bartolo del barítono José Julián Frontal, perfecto actor en la comicidad, impecable en la voz. De lujo los medios canoros del bajo Riccardo Fassi, poderoso en el volumen vocal, jocoso en la exagerada gesticulación, espléndido en la popular Calunnia de su Don Basilio. Y de sobrada categoría el joven barítono canario Fernando García-Campero y la soprano Blanca Valido en Berta. Resumiendo, empatía total entre los intérpretes y el público, que salía del teatro con una sonrisa comm'il faut. Las voces masculinas del Coro de la Opera se lucieron singularmente en los concertantes.

Este conjunto de cantantes-actores dieron imagen de una elaborada compenetración escénica gracias al trabajo del director de escena, experto y exhaustivo en todo el trabajo visual y corporal. Y la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria, siempre ágil de la respuesta a una batuta que no dejó a nadie sentarse en los laureles. Fue una experiencia deliciosa, que pone muy alto el listón de nuestras temporadas.

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