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Un viaje al encuentro del bardo de Avon

El narrador canario visita la casa de Shakespeare y se siente más atraído por el campo que por la industria

Un viaje al encuentro del bardo de Avon

En septiembre de 1889, Galdós viaja al sur del condado de las Midlands Occidentales con el fin de visitar la casa natal de William Shakespeare en el municipio de Stratford Upon Avon. Desde las antiguas tierras del reino de Mercia, el autor de La fontana de oro (1870) parece mucho más interesado en la amenidad campestre que desprenden los paisajes del norte de Inglaterra que en la negrura satánica que fluye de las chimeneas, talleres y hornos ubicados en el sur de la ciudad de Birmingham. A pesar de los monumentos e innumerables atractivos turísticos que Warwickshire conserva en la actualidad, la ciudad del afluente más famoso del río Severn mantiene, al menos en el último tercio del XIX, su origen anglosajón: vestigios históricos que recuerdan cómo se produjo la invasión de los germanos hacia la Britania romana desde el norte de Alemania, Holanda y el sur de Escandinavia a partir del siglo V. Desde el punto de vista demográfico, económico e industrial, Birmingham, la ciudad de la "pesadilla parda" en el referido viaje de Galdós, es, al mismo tiempo, el segundo núcleo poblacional más importante de Inglaterra. La eficiente organización de su gobierno local, la gestión administrativa del censo poblacional, la lucha contra la mendicidad y la subdivisión de la geografía en distritos urbanos y locales contribuyen a que dicha ciudad sea, a ojos de Galdós, "universal, variable y cosmopolita". Otras capitales y municipios vecinos de lo que, en 1889, es la locomotora de la Revolución Industrial del Reino Unido -Coventry, Solihull, Wolverhampton y el diseminado de pueblos y campiñas de Black Country-, suman una población de aproximadamente ciento cincuenta mil habitantes constituida principalmente por los ingleses de Birmingham, trabajadores de productos tubulares procedentes de las acerías de la zona y mineros del carbón con quienes la Reina Victoria quiere hacer grande Inglaterra.

El extracto que Benito Pérez Galdós escoge de Walks in the Black Country and Its Green Border-lands (1868) de Elihu Burritt, conocido viajero y activista social norteamericano de la segunda mitad del XIX, resume la centralidad que posee a nivel internacional la industria minera de las Midlands Occidentales. "El árabe come su alcuzcuz", escribe Elihu Burritt a través de una aparente traducción de Galdós, "con una cuchara de Birmingham, el indio americano se bate con el rifle de Birmingham, el audaz jinete recorre las estepas de Sudamérica espoleando su caballo con un acicate de Birmingham?, y el negro antillano corta la caña de azúcar con su hacha de Birmingham. No copio más," confiesa Galdós, "porque es el cuento de nunca acabar".

Con aparente buen humor, ágil en las ideas y en sus reacciones, el autor de Fortunata y Jacinta (1878) llega, en los años de plena expansión del Reino Unido en África del Sur, a la histórica aldea de Stratford Upon Avon. Después de tan "excéntrico viaje", como él mismo lo define en uno de los primeros capítulos de Memoranda (1906), un ómnibus recoge a los pasajeros en la estación y los va dejando en las casas o en las fondas. En Stratford, el escritor de Las Palmas de G.C. dice estar en la gloria. La belleza de la tierra proviene de un conjunto de "espacios ideales" en el que los campos cultivados con "la claridad del día" conviven con las calles del municipio shakesperiano alineadas en "perfecto orden". Del escritor isabelino declara que su casa es, desde 1847, "patrimonio nacional" a pesar de que el conocido dramaturgo dejara atrás su ciudad natal para viajar desde muy joven a Londres, establecerse en dicha ciudad con su familia y patrocinar desde allí las mejores compañías de teatro del momento. "Pero lo más interesante de Stratford", escribe en el capítulo que titula La casa de Shakespeare incluido en el libro de memorias citado más arriba, "es la iglesia, Holy Trinity Church, sepultura del poeta y de su mujer", argumenta. "Honor insigne para un país es guardar los restos de sus hombres eminentes", termina aconsejando.

Londres, Oxford, Leicester, Nottingham, Manchester, Leeds?, son algunas de las otras ciudades y distritos que, según el propio Galdós, visita aprovechando las escasas oportunidades que le brinda el tiempo de Inglaterra, el bienestar de algunas fondas y posadas, la victoria de la vía férrea en la cultura anglosajona y la energía del vapor. Charles Dickens, Sir Walter Scott, George Gordon Byron, Thomas Babington Macaulay, Ben Johnson, Washington Irving?, forman parte de los autores que, por una u otra razón, surgen de manera espontánea en una aventura cuyo fin no se limita al reconocimiento de las cosas que intuitiva o intelectualmente vienen dadas al otro, en el caso de Galdós a William Shakespeare, sino al contacto con otros planos, esferas y dimensiones que solo un escritor perfectamente capaz de transformar el panorama novelesco español desea percibir de los alrededores del mundo shakesperiano. "Resulta una impresión mística", escribe cuando, en el corazón de Inglaterra -The Heart of England, para los ingleses-, Galdós visita, en pleno verano de 1889, un espacio de suelo que él mismo no vacila en llamar "sagrado". "Una comunicación espiritual", matiza, "como las que en el orden religioso produce la exaltación devota frente a los misterios sagrados o las reliquias veneradas? Toda persona espiritual", continúa, "ha de sentir en semejante sitio emociones profundas, imaginando que conoce a Shakespeare, y ha de connaturalizarse con él más íntimamente que leyendo sus obras".

Quizá fueran estos viajes el motivo por el que, en ocasiones, el estilo lento, pausado y burocrático de Galdós sea de origen anglosajón. El uso artístico de la lengua corriente, clara y habitual procede, prácticamente, de aquellas tierras si bien, para ambas conclusiones no hemos de mirar hacia el norte de Inglaterra -Newcastle, Carlisle, Teesside?-, sino directamente hacia el sur y, por razones de inspiración y afinidad literarias, hacia las vegas, prados y riberas que vieron nacer a Charles Dickens y Thomas Hardy -Portsmouth y Stinsford- en 1812 y 1840 respectivamente. La crítica social, el humor y la ironía perfectamente visibles en La casa de Shakespeare (1906) recuerdan a Charles Dickens, en los años de alrededor de 1900, una figura literaria ampliamente venerada por escritores de todo el mundo. El realismo, la exaltación de la belleza rural y la excelencia de la elocución literaria que desde la Poética de Aristóteles conjuga las cualidades de la luminosidad y la nobleza, conectan la narrativa de Galdós con la de Thomas Hardy el cual no es tan solo un escritor coetáneo al narrador grancanario, sino, como el propio Galdós, un gran retratista de la mujer, de las vicisitudes de los personajes femeninos y de su entendimiento y aspiraciones de proximidad hacia el resto de los protagonistas. "Pero estas reflexiones mejor las hará el lector que yo", concluye en el mencionado libro de memorias, refiriéndose, claro está, a la vida mortal del conocido Bardo de Avon que, según reza finalmente nuestro autor, "será siempre asombro de los siglos".

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