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AMALGAMA

André Glucksmann y las ONG

El funcionamiento casi maquinal del rasgo altruista involucra a la liberación cerebral de las endorfinas, opiáceos endógenos que se expanden produciendo altas dosis de bienestar

André Glucksmann y las ONG

En 1986, el filósofo André Glucksmann, uno de los adalides de mayo de 1968, ya vacunado de la propaganda izquierdista, lanzó su obra Silencio, se mata, escrita junto a Thierry Wolton, y en la que, con la evidente molestia de los vividores de la imagen ética, desbrozaban el gigantesco negocio de las Organizaciones No Gubernamentales -sobre todo Oxfam- como coladeros, en aquel entonces, de dinero occidental para las dictaduras comunistas del Este de África. El montaje que denunciaba Glucksmann incluía al cantante Bob Geldof, que en aquel entonces fue propuesto para Premio Nobel de la Paz (un premio oxímoron).

Entre los estertores buenistas, pero nada creíbles por su inclusión en el montaje, estuvieron los de María Antonieta Macciocchi, que publicó en El País un extenso artículo contestario al libro del filósofo, intitulado dicho artículo, asimismo, Silencio, se mata, y en el que se quejaba como podía de que los intelectuales de diversas ideologías se precipitaban sobre el hambre, y obviando lo principal: que se estaban precipitando sobre el negocio de la izquierda occidental con sus socios comunistas, dos explotadores del altruismo pro domo sua. La propia Macciocchi describía perfectamente lo que ocurría, explicando la tesis de Glucksmann o Levy: "no existen verdaderos muertos por miseria, e incluso que los países en cuestión son prósperos y sus tierras son fértiles, sólo que los regímenes comunistas del Tercer Mundo utilizan el hambre para obtener víveres gratis. O sea: se arman en el Este y se nutren a costa del Oeste. El modelo de estos países es soviético; la asistencia, occidental? y en Etiopía se habrían envenenado los pozos, requisado las cosechas y, una vez conseguida la hermosa montaña de cadáveres que se pretendía, se habría llamado a las televisiones occidentales para que documentasen el hecho".

Lo que podría parecer en los ochenta una intoxicación ultraliberal denunciada por los Macciocchi, ahora ya es una sospecha casi confirmada y generalizada, tanto como la pederastia en las Iglesias. Ya no se nos esconde hoy día, en la época de la llamada postverdad, pero que también lo es de la postmentira, que hay una buena mayoría de ONGs que son receptáculos que utilizan la ideología como muchos mendigos utilizan la lástima: con el fin de recopilar dinero para los necesitados, pero previamente llenando bien los bolsillos de los gestores. El ahora denominado Tercer Sector es uno de los generadores de riqueza más utilizados por la corrupción. Como no puede ser menos, en la era de la velocidad de las noticias, postverídicas o postfalsas, se dan los escándalos sexuales, como los de Haití y Chad (Juan Alberto Fuentes, presidente de Oxfam fue recientemente apresado en Guatemala por corruptelas con la ONG entre 2008 y 2012); dos meses antes la trama corrupta de las ONGs salpicaba al gobierno portugués, en este caso aprovechándose de los enfermos mentales; la ONG francesa "El Arca de Noé" había sido previamente acusada de sacar cien niños del Chad; en España se ha acusado a los directivos de Intervida y Anesvad de llevarse para su bolsillo más de 30 millones de euros? "et sic de coetera".

Pero hay un negocio casi imperceptible, muy utilizado por los medios, y que es la propaganda de dichas ONG: Médicos Sin Frontera, Ayuda en Acción, Médicos del Mundo, Save The Children, Greenpeace, Amnistía Internacional, Acción Contra el Hambre, Unicef, Anesvad? se gastan grandes partidas de sus presupuestos en marketing, disfrutan de un régimen fiscal ventajoso frente a la empresa privada, y son dueñas de múltiples exitosas empresas que cuelgan de ellas. Por ejemplo, en 2012 se supo que las ONG Hemisferio, Asade África, Esperanza sin Fronteras, Asamamu, Fudersa y Agrupación Ceiba, recibieron en subvenciones más de 3.650.000 euros de la Generalidad de Cataluña para hacer llegar la parte correspondiente a una serie de empresas (vinculadas a Augusto César Tauroni) señaladas por los gobernantes concedentes de las subvenciones. En Francia, ideologizada con las ONG, el negocio es suculento: más de 3.000 millones de euros anuales. Ahora bien, estos son hechos más o menos constatados, unos sacados de contexto y otros, punta de iceberg de inimaginable aprovechamiento del altruismo. ¿Y qué es el altruismo humano? Es obvio que, en sociobiología evolutiva, es una apomorfia, un comportamiento único, un rasgo único y nuevo, el de la aversión al trato desigual, que como han propuesto Sarah Brosnan "et alia" (en 2011), se ha dado en tres linajes emparentados: los cercopitecoideos, ceboideos y hominoideos. En un orden taxonómico distinto, y más extenso, Edward Wilson y Bert Hölldobler (en 2005) lo han detectado en himenópteros y humanos, seres bien alejados taxonómicamente entre sí, pertenecientes a clados distintos. El funcionamiento casi maquinal del rasgo altruista involucra a la liberación cerebral de las endorfinas, opiáceos endógenos, que se expanden produciendo altas dosis de bienestar, ante un comportamiento altruista (hipótesis tratada con éxito por James Danielli, en 1980). La evolución, saltando al ser social, ha vinculado esa capacidad de felicidad intracerebral altruista, a fin de hacer que la igualdad de los congéneres sea un recurso psicogenético exitoso para la población de los individuos en los que se desarrolla. La reproducción de las ONGs, pues, es un efecto socioevolutivo, y los tramposos que se aprovechan de ese, por así decirlo, instinto social, son los parásitos, cuyo nutriente principal son las peores ideologías, explotadoras de la lástima y del pensamiento buenista denominado de izquierda.

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