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Canarismos

Los pobres con agüita hacemos caldo

Los pobres con agüita hacemos caldo

Dicen que la necesidad agudiza el ingenio. Es esta una observación asertiva seguramente constatada en el curso de la historia de la humanidad. A la cual se le hace responsable de descubrimientos, invenciones y saltos evolutivos en el devenir de la especie. Esta sería sustancialmente la significación primordial de la frase aforística referida. El concepto se refleja de forma más elemental en la comparativa: "es más listo que el hambre" que da cuenta de que la necesidad extrema puede despertar en el menesteroso la sagacidad, agudizando intuición y talento para salir del apuro o superar situaciones de dificultad. En definitiva, el dicho "los pobres de/con agüita/agua hacen/hacemos caldo" viene a hacer notar que cuando escasea o falta el sustento necesario, se ponen en marcha ciertos mecanismos que nos dotan de la habilidad y destreza necesarias para llevar a cabo tareas o a desarrollar aptitudes hasta entonces desconocidas.

Pero si la antropología induce a la conclusión de que el lenguaje es reflejo directo de las dinámicas sociales y de los cambios generacionales, no es menos cierto que la ideología y el pensamiento como parte del imaginario se trasladan a través del vehículo idiomático, y a veces de un modo sutil. Más allá del valor significante primario de la expresión comentada, llama la atención que el uso más común toma la forma verbal de la primera persona del plural del presente de indicativo. Modo este que seguramente la provee de una particular fuerza ideológica que no parece del todo inocua. La expresión "los pobres con agüita hacemos caldo" está dotada de una seña identitaria bien precisa: la pobreza. Condición con la que el hablante se identifica subliminalmente -cuando no asiente conscientemente-.

El binomio escasez/abundancia como mismo: pobreza/riqueza están presentes desde los albores de la historia de la humanidad. Muchas culturas consideran la pobreza como parte inevitable de la imperfección y de la injusticia en la que se sume el mundo. Así hay quienes piensan que se trata de un problema econométrico resoluble sobre el que se puede intervenir desde las políticas públicas. Sin embargo, la pobreza es más una herencia ideológica -que genera a su vez actitudes- que una situación coyuntural o perdurable. Esta concepción doctrinaria se reconoce en otro dicho que repite habitualmente: "dinero llama dinero"; como mismo la pobreza llama a la pobreza, la escasez a la escasez y la abundancia a la abundancia. Buena parte de la responsabilidad sobre la pobreza y sus consecuencias socioeconómicas la tienen las promesas de vida eterna inculcadas durante dos mil años de monoteísmo.

La religiones monoteístas no parece que sean ideológicamente neutras, y mucho menos de efectos "biodegradables". Las máximas que inculcan perduran -sin solución de continuidad- en el imaginario colectivo. Pasando a formar parte del pensamiento individual y grupal a través de la palabra. Aunque no siempre a los pobres les gusta ser pobres, algunas doctrinas intentan convencerlos de que entrarán en posesión de un legado celeste que superará todas la fortunas de la vida terrena.

Buena prueba de la inexistencia de contenidos asépticos en las doctrinas religiosas la tenemos en la Biblia. Por ejemplo, las voces pobre/pobreza aparecen en torno a las doscientas veces; mientras que las palabras rico/riqueza se mencionan al menos en trescientas cincuenta ocasiones. El término riqueza aparece sobre todo en el A.T. asociado -mayormente- a cualidades loables y positivas. Nos hablan de reyes y patriarcas que son colmados de riquezas y privilegios; o de hombres comunes que son premiados con tales dones. ("Buena es la riqueza en la que no hay pecado, mala es la pobreza al decir del impío; Eclesiástico 13).

Por su parte el N.T. suele identificar la riqueza y a quien disfruta de ella como una condición ligada al mal, a la imperfección y al pecado. ("[?] es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de los Cielos"; Mateo 19). [Quizás haya que buscar aquí el fundamento último del dicho: "gente rica, gente (d)el diablo"].

En fin, lo que pudiera parecer una frase aforística casi trivial que pone énfasis en la vivacidad frente a las dificultades, soslaya un trasfondo ideológico que podría esconder la "reivindicación" virtuosa de la pobreza, y que no parecería casual ni inocente y mucho menos neutral.

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