Hoy, justo cuando los ofendidos más allá de las fronteras de lo políticamente correcto son legión, es un buen día para preguntarse por el tamaño del incendio que se generaría en las redes sociales si se publicara, con su portada original, el álbum Electric Ladyland de The Jimi Hendrix Experience: en la tapa manda una foto en la que aparecen, ante un fondo negro, 19 mujeres desnudas. Ahora, en un periodo en el que se le da más valor a la guarnición que al solomillo, la marabunta probablemente se enredaría con la polémica del envoltorio y se perdería su exquisito contenido: un LP doble, compuesto por 16 canciones, que le metió un buen revolcón al rock.

El 25 de octubre de 1968, justo hoy se cumplen 50 años, MCA lanzó Electric Ladyland de The Jimi Hendrix Experience en el Reino Unido. Y con el disco, el último del trío, se armó una revolución: por la versatilidad del repertorio -rock, blues, psicodelia, hard rock, garaje y hasta pop-; por la perfección del sonido -Gipsy Eyes se grabó 50 veces hasta dar con una toma inmejorable-; por el empeño del guitarrista de Seattle en innovar para dar forma a lo que llamaba "pintura sonora"; por su atrevimiento -completó cuatro caras, como había hecho dos años antes Bob Dylan con Blonde On Blonde-; por sus excentricidades -como reclutar para la causa a Larry Faucette, un taxista de Nueva York que firma las congas-; y por joyas como Crosstown Traffic, Burning of the Midnight Lamp, 1983...(A Merman I Should Turn to Be), Crosstown TrafficBurning of the Midnight Lamp1983...(A Merman I Should Turn to Be)Voodoo Child (Slight Return) o su reinterpretación de All Along the Watchtower -otra vez Dylan como faro y guía-.

Linda McCartney

El ruido de la fotografía de la portada -Hendrix quería utilizar una imagen tomada por Linda Eastman (mujer de Paul McCartney), en la que aparece junto a Noel Redding (bajo), Mitch Mitchell (batería) y dos niños, en la estatua en honor de Alicia en el País de las Maravillas del Hyde Park londinense pero la discográfica prefirió los 19 desnudos de mujeres alistadas en un pub a cambio de 10 libras- anticipó el pelotazo: los que rascaron sobre la imagen de la tapa se toparon con una obra tan rica, tan diversa, que medio siglo después aún sirve como muestrario de la carrera del músico estadounidense. Electric Ladyland fue el único disco de la formación en alcanzar el número uno en Estados Unidos -tuvo que triunfar primero en el Reino Unido para ser reconocido en casa-, suele aparecer en todas las listas de los mejores discos de la historia -Rolling Stone, NME, VH1 o Rolling StoneNMEQ- y prevalece en el tiempo como un viaje musical por una mente -la de Hendrix- sin límites estilísticos.

No fue una grabación sencilla la que ejecutaron Jimi Hendrix y sus compañeros en la Experience para dar forma al Electric Ladyland. Tras una gira convulsa por Inglaterra, la formación desembarcó en Nueva York para dejar registrado su tercer álbum. El guitarrista, obsesionado con tener el control sin cortapisas, montó un estudio al que bautizó como Electric Lady. La oficina, por múltiples problemas, no estuvo a pleno rendimiento hasta 1970, por lo que la mayoría de las sesiones tuvieron lugar en una habitación de The Record Plant -que años después fue renombrada como Electric Ladyland-. Los contratiempos abarcaron más allá del ámbito técnico: los excesos con el ácido de Hendrix marcaron el ambiente de la grabación.

En mayo de 1968, Chas Chandler -productor de los dos primeros álbumes del trío, Are You Experienced? y Axis: Bold as Love- se bajó del barco superado por un cóctel explosivo: las maratonianas jornadas marcadas por Hendrix en busca de la perfección sonora -obligó a Dave Mason, guitarrista de apoyo durante la grabación, a registrar 20 tomas de su participación en All Along the Watchtower-, su deteriorada relación con los otros integrantes de la banda -Hendrix grabó las pistas del bajo en el mismo tema mientras Noel Redding disfrutaba de un descanso en un bar de Manhattan- y la presencia continua de amigos en el estudio que convirtieron el proceso en una fiesta.

Por el estudio de Nueva York se dejaron caer Jack Cassidy -bajista de Jefferson Airplane-, Steve Winwood -organista de Traffic-, Jeanette Jacobs -corista de Dr. John-, Buddy Miles -batería de Santana o Electric Flag- o Al Kooper -músico de sesión habitual en varios discos de Bob Dylan-. "Había muchísima gente en el estudio", relata Noel Redding en el documental que se realizó con motivo del 40 aniversario de la grabación del disco. "Era una fiesta, no una sesión", añadía el bajista. En Voodoo Chile -versión blues-jam que anticipa la bestialidad del Voodoo Child (Slight Return)- se escuchan las voces de los presentes en la oficina durante la grabación del tema.

Perfección y caos

En medio de ese aparente caos prevaleció la perseverancia de Hendrix por alcanzar la perfección. Y en ese anhelo, el guitarrista de Seattle fue disciplinado pese al delirio de LSD y otros narcóticos que le rodearon durante la grabación. Inseguro sobre su voz, por ejemplo, registró todas las partes vocales tras una pared del estudio. Incluso trató que se diluyera, en las pistas, siempre por debajo de las piezas musicales. Llevó, además, al límite a sus compañeros de banda y músicos extras, a los que obligó a repetir tomas hasta dar con la pieza perfecta. El resultado, pese a las bendiciones de público y crítica, dejó insatisfecho al propio Hendrix: el disco, pese a contar con más y mejores posibilidades técnicas, suena menos cristalino que el álbum anterior - Axis: Bold as Love-. El músico intentó que la compañía cambiara la masterización del LP, aspiración que quedó olvidada en algún cajón de la discográfica.

Ese disgusto final de Hendrix no desmerece el resultado de Electric Ladyland. Entre las 16 canciones que componen el álbum, una obra de arte laberíntica por todos los palos que toca, el guitarrista -a través del pop- firma su single perfecto: Crosstown Traffic; lleva al soul a otra dimensión en Long Hot Summer Night; anticipa la psicodelia y el rock progresivo de Pink Floyd en Have You Ever Been to Electric Ladyland y en 1983...(A Merman I Should Turn to Be), respectivamente; firma un monumento al blues sobre los quince minutos de Voodoo Chile; y mejora, a lomos de un pedal wah wah, a Bob Dylan en su propio terreno con la versión de All Along the Watchtower.

El propio Dylan, cuestionado por la reinterpretación de su tema, tiró de su lúcido olfato para intentar piropear a Hendrix y, de paso, mantenerse en su pedestal. "No me sorprende", explicó, "que Jimi haya grabado mis canciones, sino más bien que haya grabado tan pocas, porque todas le pertenecen". Hoy, 50 años después de su publicación -y con otra portada, vetada la original por la familia de Hendrix-, Electric Ladyland es una especie de testamento que deja como herederos universales a todos aquellos que se acerquen en busca de una experiencia sensorial única.

Hendrix murió dos años después, en Notting Hill, tras una jornada de excesos.