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Para acabar con la memoria escindida

Moradiellos busca un "conocimiento emancipador" del pasado en 'Franco. Anatomía de un dictador'

Para acabar con la memoria escindida

La momia incómoda de Franco no encuentra descanso en una España a la que el agotamiento de todos los acuerdos trabados tras la muerte del dictador ha dejado también sin la voluntad de olvido sobre la que se tejió la Transición. El franquismo se enseñorea hoy de la actualidad política en un doble frente: como presencia espectral a la que urge buscar un nuevo acomodo que la ponga en el lugar que merece ocupar en la historia, muy distante de aquel al que accedió al morir con todo su poder casi intacto, y como sustrato de la contestación del Estado a los afanes secesionistas de quienes gobiernan Cataluña. Con la habilidad del independentismo, su baza primordial, para cortar un relato a medida Franco vuelve a alimentar una falsa imagen de España en el exterior que se nutre del recuerdo de la contestación internacional a un régimen que, cruel hasta en sus estertores, ajustició a seis condenados a muerte apenas dos meses antes del encarnizado final clínico del personaje que estaba en su centro.

Ese doble revivir de Franco florece sobre la ausencia de una memoria común, resultado de la resistencia de la derecha a una condena abierta del franquismo y la agitación anacrónica del antifranquismo por una izquierda que tiende a suplir su falta de entendimiento del pasado con el recurso al término multiusos de "fascista". Esa persistencia de la memoria escindida es más chocante cuando la mayoría de los que sufrieron de forma directa la guerra civil y sus secuelas ya no están entre nosotros. No se trata, por tanto, de la resistencia de quienes reclamarían su papel histórico sino de visiones del pasado heredadas, que todavía sirven de horma ideológica, y que comparten la voluntad común de negarse a saber con certeza. Libros como Franco. Anatomía de un dictador de Enrique Moradiellos (Oviedo, 1961) contribuyen a asentar esa memoria común que, junto a la restitución de la dignidad a las víctimas y la supresión de los honores al franquismo, requiere de una historia rigurosa.

El libro está pensado para un lector de relación lejana con Franco. De hecho, su primera versión tenía como destinatario al público anglosajón y la que ahora, revisada a fondo, llega al español mantiene esa visión sintética, expuesta con una escritura precisa y fluida, documentada en todos sus detalles sin que esas referencias entorpezcan la lectura, algo que dista mucho del atosigante tono de especialista que domina en la producción de libros de historia en España.

Moradiellos, Premio Nacional de Historia el año pasado, compone su libro a partir de su amplio conocimiento de un tiempo en el que ha centrado su labor de investigación y su tarea académica como catedrático de Historia contemporánea en la Universidad de Extremadura. Esa intensa dedicación ha dejado ya una veintena de títulos, entre los que sobresale su biografía de Negrín. Resulta envidiable su capacidad para encontrar, entre una ingente bibliografía y documentación sobre Franco, la nervadura expositiva que permite una visión sintética del personaje y su régimen en apenas 320 páginas (a las que hay que sumar casi una treintena más incluidas de notas y bibliografía) y a la vez los apuntes de detalle que sirven para matizar todo el relato.

El libro se organiza en tres bloques, con perspectivas distintas, "El hombre: una biografía básica", "El caudillo: un dictador carismático" y "El régimen: una dictadura compleja". Esos tres apartados dibujan al general africanista, de fuertes convicciones religiosas, contrario a la República pese a ver jurado lealtad, que desató una contienda marcada por la forma de entender la guerra contra los rebeldes de Marruecos y puso en práctica la misma estrategia de ocupación del territorio y extinción del enemigo con las que obtuvo sus primeras glorias bélicas. En Franco conviven ese temperamento elemental (él es, ante todo, un militar) y el astuto dominio de los silencios que le permiten unificar en torno a su persona intereses políticos dispares, ganarse el favor de la Iglesias y entronizarse como el personaje central de un régimen complejo, que desborda la etiquetas y sobresale por su larga pervivencia. Ni el desconocimiento y distancia de las fórmulas con las que los tecnócratas obraron el "milagro español" ni una creciente decrepitud física lo apartaron del vértice del poder hasta el último momento. Eso propició una dictadura fuera de tiempo, como apunta Moradiellos, cuyas bases se disolvieron en la celeridad de la Transición. Las características de aquel proceso de hace cuarenta años, ahora sujeto al juicio crítico de una generación política que rehuye entrar en los pormenores del pasado, "son una irrefutable prueba retrospectiva del marcado anacronismo del régimen franquista y de su notable desfase respecto a las peculiaridades y valores dominantes en la sociedad española de los años setenta".

"Si el pasado ha sido un obstáculo y una carga, el conocimiento del pasado del pasado es la emancipación más segura y cierta". Moradiellos cita estas palabras de lord Acton para dejar clara la intención de su libro de buscar "un conocimiento emancipador del personaje de Franco". Y lo consigue con una notable contribución a elaborar el relato de ese pasado común que acabe con la memoria escindida.

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