Adrian Tominé está cada vez más cerca del estilo de Daniel Clowes o Jaime Hernández por su manera de penetrar en las zonas recónditas de la desesperación humana. Aquí utiliza su estilo realista, que bebe del underground norteamericano, para retratar cuatro historias complementarias: un escritor no correspondido sentimentalmente, un joven obsesionado con una dependienta, la teleoperadora bloqueada mentalmente, o la tóxica relación juvenil.