Imágenes poderosas. Inolvidables. Marlon Brando acosado por la desesperación en la calle del olvido. El fascista Attila acorralado. El niño emperador atrapado en la ciudad prohibida. Y muchas, muchísimas más. El creador de todas ellas, Bernardo Bertolucci, murió ayer a los 77 años. Deja un legado de 16 largometrajes con obras de culto como El conformista, El último tango en París o Novecento. Hollywood le cubrió de Oscar por su epopeya El último emperador. Pasó los últimos años de su vida en una silla de ruedas por una grave lesión de espalda y la polémica de El último tango... revivió décadas después cuando dijo que él y Marlon Brando, para que se sintiera "de verdad violada" y vejada, engañaron a la actriz Maria Schneider, de 19 años, en la famosa escena de la mantequilla en la que es sodomizada. Tras el revuelo, aclaró que "hay quien ha pensado que María no estaba informada de la escena sexual, pero es falso. Lo sabía todo, ya que había leído el guión en el que todo estaba escrito".

Fue un revuelo a posteriori por una película que ya en su día (1972) escandalizó a propios y extraños, y que disgustó profundamente al propio Brando al sentirse vampirizado por la mirada de voyeur de Bertolucci. Aquel título que llevó a miles de españoles a Perpignan para ver lo que la censura franquista prohibía hizo de su creador un símbolo del cine transgresor que rompe moldes y busca una comunión irreverente entre ética y estética, un cineasta de hondas raíces políticas (marxistas, para ser exactos) que también rinde culto a la belleza oculta o evidente y rinde homenaje a los soñadores que un día lucharon por un ideal aunque finalmente perdieran la batalla.

Nueve Oscar

Fue un director que se sentía a gusto en el intimismo de penumbra y dolor pero que no daba la espalda al gran espectáculo, como demostró con El último emperador, una buena excusa para que la Academia de Hollywood le subiera al altar: nueve Oscar en 1988.

Nació en Parma el 16 de marzo de 1941 en el seno de una familia en la que literatura y cine eran el pan nuestro de cada día. Su padre Attilio era un poeta de ideales marxistas que heredó su hijo. A los 20 años trabajó como ayudante de Pier Paolo Pasolini en Accattone (1961). Al año siguiente ya se atrevió a llevar las riendas con La commare secca (1962), en la que la sombra de su mentor era evidente al contar desde varios puntos de vista el asesinato de una prostituta.

Más depurada en todos los sentidos fue Antes de la revolución (1962), la historia de soñador que ronda el comunismo al tiempo que vive un romance incestuoso con su tía. Desencanto generacional, ilusiones rotas, protestas a voz en grito. Y amores prohibidos. La poco conocida Partner (1964) le permitió recurrir a Dostoievski ( El doble) para lanzar una coz demoledora contra la burguesía intelectual intaliana. En Amor y rabia, Bertolucci compartió cartel con ilustres como Marco Bellocchio, Jean-Luc Godard o Pier Paolo Pasolini.

En 1968 escribió para Sergio Leone el guión de la poderosa Hasta que llegó su hora, en la que se pueden apreciar también esbozos de sus obsesiones (la explotación capitalista, el amor maldito, el rencor social, la violencia catártica) y dos años después se abrió paso en las salas más exclusivas del cine internacional con El conformista, que le valió una candidatura a los Oscar por el mejor guión adaptado. Basada en la novela Alberto Moravia, la película rastreaba sin piedad a Marcello Clerici, que se une a un partido fascista italiano como una manera de desaparecer en la multitud para poder integrarse.

Su carrera internacional llegó con El último tango en París, que le supuso dos nominaciones a los Oscar: Mejor Director y Mejor Actor en 1973, y ese mismo año, también recibió otras dos nominaciones en los Globos de Oro, a la Mejor Película y al Mejor Director.

Aunque Bertolucci siempre reconoció que el gran éxito de esta película le permitió, debido al éxito global que consiguió, hacer lo que "le diese la gana", y entonces rodó Novecento (1974-1976).

De Niro, Lancaster, Sutherland

Dividida en dos actos, en los que retrata la vida campesina de la Italia de la Gran Guerra y del fascismo, contó con la maravillosa banda sonora compuesta por Ennio Morricone y un reparto integrado por actores de la categoría de Robert de Niro, Gérard Depardieu, Burt Lancaster o Donald Sutherland.

En 1987 estrenó la película que le granjeó mayor reconocimiento: El último emperador, con la que ganó cuatro Globos de Oro y nueve premios Óscar, entre ellos los de Mejor Película, Mejor Director y Mejor Guión, y que recupera la figura de Puyi, el emperador de China derrocado por la revolución de 1911.

Con un rodaje espectacular en una China que a mediados de los años ochenta todavía no había comenzado a dar el giro que la convirtió luego en una superpotencia económica mundial.

El director siempre recordaba "las decenas de soldados a los que les cortaban el pelo en grupos para poder actuar como extras en las impactantes escenas de la historia del emperador Puyi en la Ciudad Prohibida de Pekín".

Seis años después, en 1993, estrenó otra recordada producción, El pequeño buda, la historia de un niño estadounidense en quien unos monjes budistas creen ver la reencarnación de uno de sus lamas. En 2003 dirigió Soñadores, otra película sobre la juventud que también causó polémica por sus escenas de sexo y las temáticas afrontadas.

Un grave problema en la espalda le dejó en silla de ruedas, pero esto no le impidió asistir hace unos meses a varios reconocimientos con motivo de la reposición de El último tango en París.

En su última película en 2012 vuelve a los ambientes intimistas y a los diálogos intensos con Tú y yo, basada en la novela de Niccolò Ammaniti sobre el intenso reencuentro entre un hermano y una hermana.