Cuando el escritor italiano Alessandro Baricco fue interrogado en una ocasión por el revestimiento onírico, casi etéreo, de su prosa, respondió que lo que más le interesa como novelista sucede cuando la realidad se gira y te da la espalda. Y esta búsqueda de lo que hay detrás de lo que nos rodea se asemeja al ejercicio creativo que desarrolla el arquitecto, pintor y grabador grancanario Félix Juan Bordes, que titula Pintar lo invisible. La apariencia de las cosas y que abre sus puertas hoy, en el Cicca.

Esta exposición reúne alrededor de 40 pinturas de mediano y gran formato de su colección más reciente, que enmarcan centelleos de la naturaleza que se manifiestan, se desdibujan y se esconden en los intersticios de la realidad, pero que la mirada puede aprehender a través de sus múltiples manifestaciones. Un destello en la superficie de agua, el nacimiento de un tsunami, la médula de una tormenta, la eyección de la luz, los misterios abisales en el fondo del mar, lo que arrastra el curso de un río, la noche estrellada entre las dunas del Sahara o el resplandor del medio puerto desde un barco en popa pueblan este firmamento de formas inciertas.

"Nada de esto es real", apunta Bordes, "pero evoca las sensaciones que producen los acontecimientos de la naturaleza, porque cuando observas y, al mismo tiempo, piensas la realidad desde un estado hipnótico o de ensimismamiento, aprecias cómo las cosas reales empiezan a desenvolverse en un instante determinado".

En esta línea, el artista grancanario revela que "estoy convencido de que lo que no se puede ver no siempre es invisible, porque puede llegar a materializarse de manera difusa en un instante". "Entonces, lo que crees que es una cosa puede llegar a ser otra, pero todo ese universo fugaz y ambiguo que acontece depende de la intensidad de la mirada", indica Bordes, bajo la convicción de que, como reza aquel verso del poeta francés Paul Éluard, "hay otros mundos, pero están en este".

Por tanto, no sólo es la realidad la que gira la espalda y se encubre con un velo, sino que la sensibilidad del propio artista, a su vez, somete la realidad al juego de la imaginación y la intuición, "donde todo es mucho más insinuante y creativo", revela.

Sin embargo, dentro de esta poética de irradiaciones y penumbras, uno de los sentidos al que más apela Pintar lo invisible es al tacto, como refleja el artista al recorrer sus obras con las yemas de los dedos, puesto que sus pinturas combinan texturas y relieves basadas en la inhibición del pincel y en la presión de las manos contra la lona, a la que el pintor incorpora vestigios materiales como esqueletos de pitas, conchas, esparto o cera virgen, que reaccionan en su aleación con la pintura.

Recorrido

El recorrido de la exposición, comisariada por Ángeles Alemán, crítica de arte y profesora de Historia del Arte de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC), reagrupa los cuadros por escalones y afinidades cromáticas, pero su cuidada disposición a lo largo las salas del Cicca posibilita que las distintas obras dialoguen entre sí. Algunos tramos de la muestra concentran las obras más figurativas, con objetos ingrávidos que sobrevuelan el vacío, junto a tramos más abstractos, que enmarcan las ondulaciones de la nada. "Mis exposiciones anteriores tienen un cierto tono figurativo, pero ahora me muevo a caballo entre la abstracción y la figuración", confiesa el artista, quien señala que cada pintura aloja un juego de "analogías, recuerdos y un cierto relato de la naturaleza".

Asimismo, Pintar lo invisible encierra más de 60 años de trayectoria artística, que Bordes inauguró en 1957 con una serie de pinturas sobre catedrales que fraguó en paralelo a sus estudios de Arquitectura en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura en Madrid. Sus primeras etapas, marcadas por una honda impronta surrealista, colores intensos y composiciones collage, que se nutren a un tiempo de las vivencias de sus numerosos viajes y exposiciones en distintos países del globo y, además, incorpora el grabado a su lenguaje plástico, evoluciona, progresivamente, hacia una pintura cada vez más abstracta.

Por su parte, Bordes, uno de los artistas más veteranos y reconocidos del Archipiélago, que integra la Real Academia Canaria de Bellas Artes de San Miguel de Arcángel desde el pasado 2010, asevera que Pintar lo invisible se gesta como consecuencia de una "evolución muy sincera que, si observas bien, desemboca, de forma natural y reflexiva, en esta exposición".

Aunque sus últimas piezas destilan las reminiscencias bosquianas de sus pinturas primigenias de los años 70, Bordes subraya que "este dominio de la norma académica es, precisamente, lo que me permite transgredirla". A este respecto, el imaginario cautivo de sus pinturas más contemporáneas nacen, en palabras de Bordes de "ese desprejuicio de lo anterior, que es lo que te permite, como artista, crear tu propio mundo".

"La cuestión de la rapidez y la lentitud influye mucho en la pintura, porque a medida que vas desprejuiciándote del trazo y, a la vez, transgrediendo la parte más académica de la pintura, eres capaz de desinhibirte de las limitaciones del pincel y jugar con otras posibilidades, sin despojarte del todo del bagaje anterior", explica Bordes.

En este sentido, el artista aduce que el conjunto de las obras de esta colección gravita sobre la idea de la "inexactitud", dado que las apariencias de sus pinturas transitan entre lo matérico y lo volátil, renunciando al equilibrio y a la simetría de las composiciones que, en su lugar, habitan "sugerencias ligeras sobre mundos paralelos que están por hacerse, siempre desde la debilidad y la fugacidad", apunta.

Pero el denominador común del conjunto está atravesado por "la sensación de misterio que suscita lo que se esconde detrás de la espesura", anticipa Bordes, "donde la mirada se coloca como ese plano de Apocalypse Now en el que la lancha avanza por los márgenes del río y, de repente, emerge una lluvia de flechas, que da la sensación de que es la selva misma la que dispara".

Con todo, los visitantes de Pintar lo invisible descubrirán paisajes sutiles y plurales como escenarios astrales, junglas esotéricas, nubes picudas o letras del abecedario que levitan en la sombra. "A veces, se trata sólo de una pura geometría y no tiene más ciencia, como en el caso del cuadro Disco y dos uves en nocturnidad, que marca el comienzo de la muestra", anuncia. Además, cada cuadro ha sido bautizado por el artista con singulares juegos de palabras que, a su juicio, reivindican "la ironía, el ingenio y el chiste como parte fundamental de la pintura".

Sin embargo, el artista aclara que, desde que el Cicca abra sus puertas esta noche, a las 20.00 horas, cada cuadro escapará de sus manos, porque cada espectador redibujará sus propias fantasías a partir de los desafíos formales de "la apariencia de las cosas". "Mi deseo es que el espectador extraiga de cada cuadro lo que quiera, porque cuando tú miras, eres la dueña de tu mirada y, al ser la dueña de tu mirada, tú interpretas lo que quieras", concluye. "Por mi parte, si la pintura mostrara solo lo que ves a primera vista, la pintura aburriría, así que he abierto muchos recorridos visuales de lectura". Ahora, la aventura de internarse en estos senderos corresponde a cada espectador.