La Provincia - Diario de Las Palmas

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Crítica VIII Muestra de Cine de Lanzarote

Dramas bajo el volcán

Ingrid Bergman, en una escena de 'Stromboli'. LP / DLP

Concluye hoy la octava Muestra de Cine de Lanzarote con la presentación, fuera de concurso, de Stromboli, tierra de Dios ( Stromboli, terra di Dio, 1950), del maestro italiano Roberto Rossellini, último título de la retrospectiva Trasfoco y digno remate para una edición que ha concentrado parte de sus esfuerzos en mostrarnos diversos filmes centrados en la imagen simbólica del volcán como factor potenciador de algunos de los grandes dramas que iluminan la historia del séptimo arte o como simple presencia totémica en un marco geográfico indomable.

Aunque incompleto, con este ciclo la Muestra ha logrado generar un nuevo espacio de debate en el que sobrevuela constantemente la interposición de la propia naturaleza como elemento primordial en el tejido narrativo del cine pues, en la medida que ésta influye directamente en nuestra compleja estructura emocional, las películas se convierten, al fin y a la postre, en espejos transmisores de esa interconexión, tal y como queda reflejado en películas como la holandesa Ascenso ( Ascent, 2016), la guatemalteca Ixcanul (2015), la mexicana Epitafio (2015), la británica Dentro del volcán ( Into the Inferno, 2016), la islandesa Eldfjall (2011), la belga Cochihza (2013), la alemana La Soufrière (1977) o la estadounidense Volcán ( Vulcano, 1949) que, junto a la obra de Rossellini, han integrado esta breve pero muy sugestiva panorámica transversal sobre el protagonismo indirecto de la geología en los dominios de la semántica audiovisual.

A punto ya de cumplir su 70 aniversario, y con muchos de sus valores morales y estéticos en perfecto estado de revista hasta para los críticos más puntillosos y revisionistas, contemplar en pantalla grande una película de tan refinado perfil como Stromboli constituye una experiencia cada vez menos frecuente en las salas de proyección pública, de ahí el especial interés que despierta la sesión de hoy, especialmente entre quienes por edad o por simple desconocimiento no han podido disfrutar aún de la grandeza de esta pieza insustituible del neorrealismo italiano a la que, por motivos en muchos casos espurios, como la larga e intensa relación sentimental que mantuvo con la Bergman, recibió en su día sonoros varapalos de la crítica estadounidense, mediatizada en gran medida por el episodio de carácter estrictamente sentimental que, inevitablemente, había presidido el rodaje del filme.

Rossellini había abandonado repentinamente a Anna Magnani, quien en principio había sido la actriz elegida para interpretar el papel de Karin, cuyo papel acabaría interpretando Ingrid Bergman con la que, meses más tarde, acabaría contrayendo matrimonio. La noticia, de gran relieve en la prensa del corazón de la época, se corrió por los mentideros sociales de medio mundo, especialmente porque tanto la estrella sueca como Rossellini permanecían casados con sus respectivos cónyuges, circunstancia que provocó un auténtico aluvión de críticas que se hicieron extensivas a la propia película. Naturalmente, la inadmisible hostilidad con la que fue recibida la cinta en los Estados Unidos contrastó con los elogios de la crítica europea y el amplio reconocimiento que le dispensaron muchas de las grandes figuras del cine internacional del momento.

Escrita por Sergio Amidei, Gian Paolo Callegari, Art Cohn y el propio Rossellini, Stromboli narra la estremecedora historia de Karin, una mujer que en su huida de una Europa en guerra encuentra refugio en la isla italiana de Stromboli. Sus problemas existenciales no solo no encuentran la solución esperada sino que, para evitar males mayores, se ve forzada a casarse con un apuesto oficial del Ejército del que se desencanta inmediatamente. Karin, en medio de una naturaleza abrupta y hostil, escapa de una prisión segura para entrar de lleno en otra aún más inquietante y sombría: la de una sociedad intolerante, gris y subdesarrollada ante cuyo infranqueable muro no está dispuesta a rendirse. En resumen: una obra maestra incuestionable.

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