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Una larga conversación sobre España

Pablo Iglesias y Enric Juliana analizan la coyuntura política en un mano a mano

Una larga conversación sobre España

Ciertamente, la coyuntura histórica que vivimos los españoles requería un esfuerzo mayor por compartir una reflexión colectiva pensando en el futuro, pues son muchos los problemas que debemos afrontar, pero la crisis parece habernos creado una indisposición especial para el diálogo. Una especie de alergia a la discusión basada en argumentos y al acuerdo ha germinado en todos los rincones de la esfera pública. La semana pasada presenciamos en el Congreso hechos insólitos, escenas similares se vienen produciendo en los mal llamados programas de debate político de la televisión, en los que se incentiva la bronca, y episodios de tensión y beligerancia son ya habituales en la calle, en Cataluña y en el resto del país, a propósito del proceso independentista, el uso de símbolos en los espacios públicos o el asiento de los restos de Franco. No son éstos, tiempos de apertura y colaboración en la política española, como se ve cada día.

Cabe, por ello, celebrar el encuentro entre un destacado dirigente político y un no menos influyente columnista para hablar del complejo devenir de la sociedad española. Pablo Iglesias y Enric Juliana se reunieron entre febrero y septiembre de este mismo año en diez sesiones, que dieron lugar a Nudo España. El contenido del libro no es la transcripción literal del intercambio producido entre ambos, sino una versión revisada. Sesenta horas de grabación condensadas en poco menos de medio millar de páginas. Es de interés resaltar que lo habido entre Iglesias y Juliana fue una conversación, no una entrevista, que es la fórmula habitual cuando se encuentran cara a cara un político y un periodista. En este caso, el político cede protagonismo y arriesga más, mientras que el periodista debe renunciar a dirigir el diálogo.

Iglesias y Juliana conversan sobre la desventaja tecnológica de España para competir en la economía actual, la importancia de nuestro idioma en el mundo, el radical cambio de cara que operó el franquismo en la sociedad española, las expectativas de movilidad social de las clases medias frustradas por la crisis y, en fin, el miedo que da el futuro. Pero los temas que, con razón, atraen más la atención del lector son la Transición, la monarquía, la cuestión catalana, los nuevos populismos, Podemos y el sistema de partidos y la actualidad política de ayer mismo. Ambos manifiestan una profunda inquietud por la deriva de las democracias, hasta el punto que Juliana vaticina un futuro de democracias iliberales o aparentes e Iglesias detecta una tendencia autoritaria muy fuerte en la democracia española, pero sus opiniones difieren notablemente al hacer balance de la Transición y del papel desempeñado por la monarquía en el sistema político o valorar la figura de Felipe González.

A medida que se avanza por las páginas del libro, van tomando forma dos imágenes bien distintas de los interlocutores que dibujan una asimetría. Enric Juliana domina la clave psicológica de la política, es reflexivo, utiliza perspectivas amplias, tiene una capacidad única para definir las situaciones y poner nombre a las cosas, y mide mucho sus palabras. Pablo Iglesias parece atrapado en la contradicción entre el político y el politólogo, lo que le lleva a oscilar entre el eslogan de Podemos y las afirmaciones mejor fundadas; es intelectualmente impulsivo, a veces confuso, como cuando dice de Ciudadanos que es fascismo cool, y no oculta su admiración por Juliana. El periodista catalán expone ideas claras y sugerentes, que invitan a seguir dando vueltas al asunto, en tanto que Iglesias defiende sus argumentos ya conocidos. Juliana marca el ritmo y el rumbo de la conversación, y pide permiso para discrepar en numerosas ocasiones; Pablo Iglesias le acompaña con amabilidad y cortesía, salvo en alguna contada excepción en que se desmarca para tomar la iniciativa.

Como cabía esperar, la larga conversación desemboca en Cataluña. Los dos coinciden en señalar los errores estratégicos de los independentistas, aceptan que todo podría haber sucedido de otra manera, que la división de la sociedad catalana no era irremediable, y concluyen que el balance del "procés" es de malo a catastrófico, pero su actitud ante este tema es más cautelosa. Lo demuestra el hecho de que no aborden el análisis de la actuación de los independentistas en septiembre y octubre del año pasado en relación con el orden constitucional. Un sector de la izquierda y el nacionalismo catalán en general evitan este punto, que sin embargo es necesario precisar, más allá de su tipificación penal. Si no fue un golpe de estado, en cuyo caso habría sido el más excéntrico de la historia, ¿cómo definir lo que ocurrió? La cuestión es crucial y Juliana, siempre tan acertado a la hora de determinar la naturaleza de las cosas, esta vez ni siquiera lo intenta, lo que provoca una pequeña decepción en el atento lector. Este detalle no es insignificante, pero tampoco devalúa un ápice el libro, que tiene un enorme interés, y muy vivo, de principio a fin.

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