La memoria viva de César Manrique recorta el relieve volcánico de la isla de Lanzarote como una metonimia, que donde lee paisaje revela arte, y donde crea arte genera compromiso, y ese compromiso alienta movimiento, y el movimiento genera conciencia y la conciencia, cuando despierta, incomoda. Esta trayectoria de revoluciones y antagonismos preside el año próximo en Canarias, que rinde homenaje al centenario del nacimiento de César Manrique (Arrecife, 1919 - Teguise, 1992), el artista total. Su inmenso legado artístico, arquitectónico y sostenible, embebido de los colores y la belleza de su tierra, culminó la mímesis del arte y la naturaleza sacudiendo los cimientos de la especulación y la construcción masiva en la isla de ceniza y lava.

Una vez franqueado el umbral de 2019 con una celebración bicéfala en la Puerta del Sol, que retrasa su emblemático reloj para simultanearse con las agujas de los Jameos del Agua, uno de los paraísos naturales del artista, el calendario despierta el sueño de César. Su isla natal arbitra una ambiciosa programación conmemorativa que arranca el 24 de abril de 2019, fecha exacta del centenario, pero que se escinde en dos agendas paralelas auspiciadas por separado por la Fundación César Manrique (FCM), institución cultural que custodia, conserva y difunde el legado del artista, y el Cabildo de Lanzarote, propietario de sus grandes obras arquitectónicas en la isla. Además, en Las Palmas de Gran Canaria, el Centro Atlántico de Arte Moderno (CAAM) inaugurará el 28 de marzo la amplia exposición retrospectiva Universo Manrique, cuyos detalles revelarán en los prolegómenos de la apertura.

El centenar de actos culturales que gravitará sobre la singular impronta de César Manrique en el espejo de su isla se prolongarán a lo largo de un año hasta el 24 de abril de 2020, toda vez que, por cada mes de este centenario, sus múltiples prismas se desgranan a continuación en una docena de rostros de un mismo sueño.

1. Lanzarote

Lanzarote es César Manrique y viceversa, pues su mano transformó la isla de los volcanes en una obra de arte bajo la convicción de que "Lanzarote era el lugar más bello de la Tierra". "Y me di cuenta de que si ellos eran capaces de ver la isla a través de mis ojos, pensarían igual que yo. Desde entonces, me propuse mostrar la belleza de Lanzarote al mundo", escribió.

Los paisajes de su niñez en La Caleta y en la playa de Famara enmarcaron la mirada de un creador visionario, preclaro y deslenguado, que capitaneó una lucha quijotesca contra los molinos de la especulación, el crecimiento desmedido y la desprotección del patrimonio natural como comisario estético de su isla. Su empeño por crear "una auténtica conciencia insular" a partir de un modelo de desarrollo turístico sostenible y de integración con el paisaje situó la belleza de Lanzarote, Reserva de la Biosfera por la Unesco en 1993, en el mapa internacional.

2. Arte/Naturaleza

La vocación totalizadora de Manrique, que entretejió distintas disciplinas como la pintura, la escultura, la arquitectura, el diseño o la jardinería, se fundamentó en la armonización creativa de sus obras con el medio natural, que reagrupo bajo el epígrafe Arte-Naturaleza/Naturaleza-Arte. "Tenía la sensación de pertenecer, de estar absolutamente integrado en la naturaleza (...) Esa sensación marcó el resto de mi vida", declaró en una ocasión.

3. Informalismo

Pese a su carácter poliédrico y multidisciplinar, el propio Manrique manifestó que: "Antes que nada, me considero un pintor". Sus comienzos pictóricos en la década de los 40 fueron figurativos, inspirados en la detonación de colores de Lanzarote. Sin embargo, a partir de 1954, Manrique se internó en los senderos del arte abstracto y su investigación matérica, basada en abstracciones de los paisajes volcánicos de Lanzarote, lo integró en el movimiento informalista de las décadas de los 50, 60 y 70, en el que desfilaron nombres como Antoni Tàpies, Lucio Muñoz o Manuel Millares. En Canarias, sigue pendiente la recuperación de su nombre como uno de los renovadores de la abstracción española.

4. Nueva York

En otoño de 1964, Manrique se instaló en Nueva York, donde expuso sus cuadros en tres muestras individuales en la prestigiosa Galería Catherine Viviano, en 1966, 1967 y 1969. Su contacto con artistas como Frank Stella, Andy Warhol o Mark Rothko y las influencias del expresionismo abstracto, el arte pop, la nueva escultura y el arte cinético ampliaron los horizontes de su imaginario visual. Sin embargo, Manrique selló su nostalgia en sus cartas a su amigo Pepe Dámaso: (...) Más que nunca siento verdadera nostalgia por lo verdadero de las cosas. Por la pureza de las gentes. Por la desnudez de mi paisaje y por mis amigos (...) Mi última conclusión es que el hombre en Nueva York es como una rata. El hombre no fue creado para esta artificialidad. Hay una imperiosa necesidad de volver a la tierra. Palparla, olerla. Esto es lo que siento."

4. Taro de Tahíche

A su regreso de la ciudad que nunca duerme en 1968, año de la efervescencia cultural planetaria, Manrique fija su corazón en una explanada radicada en medio de una colada volcánica forjada en las grandes erupciones de lava en la isla entre 1730 y 1736, situada en Taro de Tahíche. El propio artista proyectó esta casa espectacular alrededor de cinco burbujas volcánicas a través de un diálogo respetuoso entre naturaleza y arquitectura, donde estableció su casa durante dos décadas. Esta vivienda, penúltima que habitó el artista, se reconvirtió en un aclamado centro cultural privado, sin ánimo de lucro, que abrió sus puertas el 27 de marzo de 1992, seis meses antes de la muerte de Manrique, bajo la dirección de José Juan Ramírez y Fernando Gómez Aguilera.

6. Activismo

La vocación sociopolítica de los proyectos de Manrique se fundamentaban en la defensa del medioambiente y en la protección del patrimonio natural de Lanzarote a partir de la lucha contra la estandarización de la cultura de masas y las consecuencias derivadas de la masificación de las grandes ciudades. "Siento un poco de miedo ante la avalancha turística que se avecina a Lanzarote", declaró el artista a su regreso a la isla, que coincidió con el desarrollo de la industria turística en Canarias. Por esta razón, Manrique enarbolaba la significación del arte y de la educación como únicas herramientas de transformación social.

7. Arquitectura

A pocos escapa que Manrique abrió su trabajo creativo hacia otras manifestaciones artísticas, que, hasta cierto punto, ensombrecieron la proyección de su arte pictórico en el mapa de la pintura española del medio siglo. Su interés por la arquitectura germinó en los años 50 con motivo de sus colaboraciones con las instituciones públicas lanzaroteñas en el diseño de espacios urbanos, cuando convenció a vecinos y políticos de que preservaran la arquitectura vernácula de sus casas blancas. Pero fue en la década de los 60 cuando concretó su imaginario estético en una serie de intervenciones espaciales basadas en la conjugación de la tradición local y la cultura moderna; el acondicionamiento de las formas arquitectónicas en los parajes naturales, y el desarrollo de distintas expresiones artísticas en sus proyectos espaciales.

8. Obra Pública

Este interés por la arquitectura se plasmó en una destacada nómina de intervenciones públicas que constituyen un ejemplo excepcional de arte público sostenible en España, entre las que destacan los proyectos de los Jameos del Agua y su espectacular Auditorio (1966), Montañas del Fuego (1970), Mirador del Río (1973), el antiguo Castillo de San José, que acondiciona como museo de arte contemporáneo (1976), el restaurante Los Aljibes (1976) o Jardín de Cactus (1990), cuyo denominador común estriba en el diálogo respetuoso con el medio natural que, en muchos casos, permitió recuperar paisajes degradados de la isla.

9. Escultura

La obra escultórica de César Manrique no puede aislarse de sus proyectos espaciales, que coronó con esculturas de diversos materiales, técnicas y formas, pero que coinciden en su componente lúdico y su atracción por el movimiento, como reflejan las piezas Energía de la pirámide, en los jardines de su Fundación, dentro de su reconocida serie Juguetes del viento; así como Fobos o Fecundidad. Monumento al campesino (1968).

10. Incómodo

Pese a su intencionalidad educadora, ética, estética y medioambiental, Manrique admitía que "mis preocupaciones en este sentido y mi lucha contra la especulación me han generado grandes enemistades". Su confrontación directa con autoridades y promotores al abrigo de su compromiso con los valores culturales y paisajísticos de la isla le convirtió en una persona incómoda para numerosos políticos, empresarios y urbanistas en Canarias. Sobre todo, entre los años 70 y 80, cuando se intensificó la construcción alojativa, Manrique participó en múltiples actos de protesta por la construcción de complejos turísticos y alertó de los riesgos de un crecimiento indiscriminado de la oferta hotelera en Lanzarote. "Lo único válido para ellos es el éxito de vender en masas y ganar millones, sin tener en cuenta todo lo realizado en los comienzos. Indigna que esta torpe facilidad de ventas al por mayor se base en todos los grandes atractivos que hemos creado en Lanzarote, ya que, de no existir éstos, no venderían ni una perra chica", escribió Manrique en 1986.

11. Haría

Una vez en marcha su Fundación en Tahíche, César enfiló la búsqueda de un refugio más íntimo lejos del ruido y la furia que asediaron sus últimos años. En 1988, fijó su residencia en el pintoresco pueblo de Haría, en el norte de Lanzarote, donde construyó una casa entre palmeras que conjugó el concepto tradicional de la arquitectura isleña con una visión vanguardista. Esta casa constituyó el último hogar de César Manrique hasta su muerte en 1992, y se mantuvo intacta hasta su apertura al público como Casa-Museo en 2013, donde se exhiben más de 1.500 objetos cotidianos, libros, fotografías y reminiscencias del artista.

12. Memoria

Esta enumeración culmina como empieza, con la memoria viva de César Manrique, fallecido en la mañana del 25 de septiembre de 1992, a los 73 años, a causa de un accidente de tráfico junto a la sede de su Fundación. Pero la obra de Manrique sigue más viva que nunca en la honda impronta de Lanzarote. Aunque sus análisis, diagnósticos y orientaciones sobre el turismo, el territorio y el arte permanecen distantes de la realidad actual, tal como apuntó Gómez Aguilera, su invitación a soñar es hoy más necesaria que nunca. Y quizás el despertar de su legado en este año de conmemoraciones sacuda el letargo en que permanecen las ideas contraculturales que, bajo el prisma manriqueño, convirtieron la isla de Lanzarote en uno de los enclaves más bellos del mundo.