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Entrevista | José Luis Correa

José Luis Correa: "No sólo he llegado a la décima, sino que he superado la maldición de la novena"

"Al principio me decían que Ricardo Blanco se parecía a mí y, luego, pasaron a decir que yo hablaba como él" afirmó el escritor

El escritor y profesor grancanario José Luis Correa. EFE

La noche en que se odiaron dos colores corona la saga negra de Ricardo Blanco con su décima entrega. ¿Cómo vive el tránsito a los dos dígitos?

Pues es que no sólo he llegado a la décima, sino que he superado la maldición de la novena. Cuando presenté la novela anterior, mi sobrino y ahijado, el músico Yul Ballesteros, me recordó la maldición de los músicos que mueren después de la novena sinfonía. Incluso, algunos músicos pasaban de la octava a la décima para evitar la novena y morían igual, así que he estado algo inquieto (risas). Pero he superado la maldición de la novena y ya me puedo sentir tranquilo, además de que no hay muchos personajes de ficción actuales que lleven diez novelas de una misma saga, salvo en el caso de grandes como Andrea Camilleri o Petros Márkaris, así que mantener una línea de diez es importante.

Cada novela pivota sobre un eje criminal que remueve nuestros cimientos sociales, como la corrupción política o la violencia machista. ¿Cuál centrará a su detective y, por ende, a sus lectores, en este nuevo caso?

Sí, casi todas las novelas de la saga tratan temas muy dispares y, a veces, ni siquiera el tema central es el criminal, porque lo que yo quiero contar, en realidad, es otra cosa. En este sentido, Ricardo Blanco me da la posibilidad de contar lo que me interesa, así que utilizo los casos en los que se ve metido para contar cosas que me preocupan. En esta ocasión, la novela trata el tema de las desapariciones, donde en Canarias, en concreto, hay muchos casos. La trama parte de la desaparición de un fotógrafo y la angustia de su hija por no saber dónde está, aunque, después, la novela va evolucionando hacia otras cosas y mezclándose con la vida, como sucede en todas las anteriores.

Una vez señaló que cuenta historias para intentar responderse. ¿El paso no ya de los años, sino de los libros, acallan o acrecientan estas preguntas?

La vida te va dando preguntas diferentes, porque, en el fondo, te va planteando cuestiones distintas. Me sucede con mi propio hijo, que tiene 15 años y, a medida que va creciendo, las preguntas que me hace son diferentes. Y las que yo me hago también son distintas. Además, siento que uno nunca pierde la capacidad de asombro, porque yo sigo asombrándome y poniendo cara de susto cuando leo el periódico y veo las situaciones que ocurren o la realidad que estamos viviendo en todos los sentidos. Por tanto, las preguntas siempre están ahí, agazapadas. La cuestión de la gente que lleva desaparecida tanto tiempo, sin un rastro, me llevaba rondando un tiempo y, sobre todo, me ponía en la piel de la familia, que paso tanto tiempo esperando por una noticia. Por otra parte, últimamente, las preguntas que más me agobian son también las relacionadas con las redes sociales, que es el tema que ocupa la décimo primera novela.

Entonces, ¿quiere decir que seguirá buscando respuestas en las botas de Ricardo Blanco?

Sí, sí, ¡ya tengo media novela escrita! Y trata sobre las redes sociales, porque es un tema que lleva mucho tiempo asombrándome y planteándome muchas cuestiones, por la rapidez con la que avanza y las situaciones que provoca.

¿En un sentido positivo, negativo, o parte y parte?

Parte y parte, porque este es un mundo que ha venido para quedarse, así que está claro que no puedes ponerle puertas al campo, pero la realidad es que vivimos en este mundo de redes sociales, que ofrece muchas posibilidades informativas, comunicativas y de conocimiento -que ya le hubiese gustado tener a mucha gente que vivía hace tan solo 30 años- pero, claro, eso también conlleva un riesgo enorme, porque mucha gente ha dejado prácticamente de vivir en la realidad para vivir en la pantalla. Y esa es la pregunta por la que transita la próxima novela, que saldrá quizás en 2020.

También ha manifestado que los personajes de saga crecen y maduran con su autor. ¿Ricardo Blanco se ha ido pareciendo más a usted o viceversa?

Recuerdo que, al principio, me decían que Ricardo Blanco se parecía a mí y luego pasaron a decir que yo hablaba como él. Yo creo que es un personaje que, aun siendo distinto, teniendo un carácter y una forma de enfrentarse al mundo distinta, sí que tiene muchas de mis muchas dudas y muchas de mis muchas preguntas. Claro, uno lleva casi 20 años con un personaje a cuestas y, además, nuestras vidas transcurren en la misma época y en la misma ciudad, que es Las Palmas de Gran Canaria, así que ya se convierte en una parte importante de tu familia. A veces, admito que paso por lugares y no recuerdo si ya había estado yo o había sido él. Pero eso forma parte del juego y es algo muy curioso.

Precisamente, usted fue de los primeros autores en situar Las Palmas de Gran Canaria en el mapa literario, ¿percibe que esta tendencia ha ido en aumento?

Antes ya había alguno que la utilizó de manera concreta, pero no con la regularidad o, incluso, me atrevería a decir que con la naturalidad con que lo hemos hecho algunos autores de nuestra generación, como Alexis Ravelo, Antonio Lozano o Santiago Gil. Ahora ya no hay ningún pudor y, sobre todo, no hay ningún problema. Cuando yo publiqué la primera novela de Ricardo Blanco, me pasé toda la promoción casi a justificándome por haber cometido la 'osadía' de ubicar una novela negra en Las Palmas de Gran Canaria, porque se entendía que tenía más sentido en las calles del Bronx o de Londres. Pero cuando algunos empezamos a darnos cuenta de que lo que no tenía sentido era no situarnos en esta ciudad, porque es la nuestra y tenemos que contarla nosotros, la gente empezó a verlo de otra forma y, ahora mismo, los que vienen detrás han seguido utilizando la ciudad como espacio narrativo. En este sentido, yo siempre lo he tenido muy claro porque, además, la novela negra siempre está asociada a un espacio y no puedes entender a Jaritos sin Atenas o a Carvalho sin Barcelona, porque es imposible, al igual que no puedes entender a Ricardo Blanco sin Las Palmas.

Además, como escritor, siempre le ha dado mucha importancia a su relación con el lenguaje. ¿Sigue disfrutando con la literatura, con la medida de las frases o el peso de las palabras?

Claro, yo siempre he dicho que la novela tiene que ver con alguien que te cuenta una historia y que te la cuenta bien. Estos son los dos elementos importantes en la literatura y no han cambiado en los últimos miles de años. La literatura, al final, trata apenas una docena de temas: el miedo, la muerte, el amor, la envidia, las pasiones, la miseria, que son siempre los mismos. Entonces, lo que cambia es la manera de contarlo, y a mí me ha preocupado siempre buscar una manera de contarlo que sea mía, que quizás no es totalmente original, porque ya está todo inventado, pero sí que sea reconocible. Para mí es importante que la gente te lea y te identifique, porque significa que uno va encontrando una música propia en que le reconocen. Por eso me preocupa tanto la manera de contar y, aunque hay autores que escriben la novela entera y luego empiezan otra vez y la van repasando, yo no puedo pasar a un párrafo si el anterior me ha dejado dudas. Y reescribo, reescribo y reescribo constantemente.

Con todo, ¿puede revelar alguna pista sobre ese título tan poético del libro?

Claro, La noche en que se odiaron dos colores llegó hacia el final. Al principio utilicé un título provisional, que a menudo nada tiene que ver con el definitivo y que, en este caso, ni recuerdo, hasta que un día, en una visita a un centro escolar, estaban celebrando un homenaje a la poesía y al ajedrez, y un alumno leyó un poema de Borges que menciona un lugar en que se odian dos colores. Y nada más escucharlo pensé: ese es el título de mi novela. Por tanto, el título nace de un verso de Borges, más o menos adaptado, que reflejaba muy bien lo que yo quería contar y que tiene que ver con una lucha entre dos clanes, mitad políticos, mitad mafiosos, con Ricardo Blanco, como siempre, en medio.

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