Música para el alma. La interpretación del Requiem de Giuseppe Verdi por la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria, bajo la dirección de Karel Mark Chichon, junto al Coro Estatal de Kaunas y miembros del Coro de la Ópera Nacional de Lituania casi completó anoche el aforo del Auditorio Alfredo Kraus de la capital grancanaria. Tras rozar el millar de personas en la capital tinerfeña la velada anterior, la principal cita del 35º Festival Internacional de Música de Canarias (FIMC) congregó en la sala sinfónica a 1.400 espectadores, que despidieron a los artistas con una ovación en pie.

Después de la caída de público sufrida durante la anterior edición, el festival autonómico recuperó el favor del respetable con la partitura compuesta por el romántico italiano para la misa por el descanso de los difuntos. "Todo un hito, tanto por la obra como por los intérpretes, con voces de primera clase internacional y una orquesta a un nivel espectacular", resumió antes del recital, con la previa experiencia tinerfeña, el director del FIMC, Jorge Perdigón, tras recordar el espacio concedido a la cita por medios de comunicación especializados en música clásica como Radio Nacional de España.

Actuaron como solistas la soprano Mariangela Sicilia, la mezzo Marianna Pizzolato, el tenor tinerfeño Celso Albelo, desenvuelto debutante en el festival isleño, y el bajo galés Bryn Terfel, considerado uno de los cantantes líricos más importantes de su generación. "Destacaría de esta misa esa manera directa de acercarse a Dios al que le habla de una forma muy arrogante, muy italiana, de tú a tú, y en la cual en ciertos momentos quizás se da cuenta de que es demasiado sincero para pedirle perdón, y de ahí es de donde vienen esos cambios de dinámicas", explicó Albelo en vísperas de su debut con el "voluptuoso y arrogante" Requiem de Verdi.

Ya programada en el FIMC en 20018, con la interpretación de Philarmonia Orchestra (Riccardo Muti), Orfeón Donostiarra y la soprano Tatiana Serjan, la mezzo Ekaterina Gubanova, el tenor Giuseppe Sabatini y el bajo Petri Lindroos, la obra cumbre de la música litúrgica del siglo XIX "se ha llegado a considerar como una de las mejores óperas de Verdi, a pesar de tratarse de un oratorio", según Perdigón. Con ritmos vertiginosos, melodías sublimes y contrastes dramáticos, en el Requiem la música fluye, presenta bellos efectos sonoros y la parte vocal se llena de una enorme calidez hasta convertir la pieza más en un lamento ante la muerte que en una muestra de fe en la salvación y la vida eterna, es decir, la misa de difuntos más humana jamás cantada, recordaron desde Canarias Cultura en Red, que programó una charla previa con el músico y divulgador Ricardo Ducatenzeiler.