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Ana Wagener Actriz

Ana Wagener: "En los Premios Goya, el milagro es la nominación"

"Me siento una actriz comprometida con el trabajo, lo mismo con un cortometrajista que con Almodóvar", afirma la actriz canaria

Ana Wagener. LP/DLP

Con el papel de la fascista Mercedes de La voz dormida (Benito Zambrano, 2011), ganó su único Goya, ¿dónde tiene la estatuilla?

En la estantería, aquí, entre los libros, las fotos? El día que me lo dieron me reventó el teléfono. Me entraron mensajes hasta de gente que había ido conmigo al colegio de pequeña, fue un momento increíble y muy emocionante.

¿Los cabezones - como se conoce al Goya - sirven para algo?

El milagro es la nominación. Te ha tocado una papeleta en un carrusel que ve todo el mundo y es verdad que tu valor en el mercado sube. Pero los premios no te hacen mejor actriz. Lo más importante es el reconocimiento de la profesión.

¿Está en su mejor momento profesional?

Esto es una carrera de larga distancia. Tengo la sensación de que he ido aprovechando los trabajos y que ya formo parte de la gran familia del cine.

¿Qué trabajos tiene por delante?

La segunda temporada de la serie La otra mirada, ocho capítulos que empezarán a emitirse en mayo en Televisión Española. También, un pequeño papel en Un mundo prohibido, la nueva película de Salvador Calvo, director de Los últimos de Filipinas (2016), con Luis Tosar, Anna Castillo y Álvaro Cervantes. Tiene un guión impresionante.

¿Quien apostó por primera vez por usted como actriz?

Alfonso Zurro. Era una figurante de 17 años en la ópera Carmen dirigida por Luis Tamayo en la Maestranza de Sevilla. Zurro me vio y me llevó al Teatro de la Jácara, su compañía. Era la más joven del grupo con diferencia, cambió el rumbo de mi vida.

¿Y la primera vez que pisó unas tablas?

Con siete años en el Teatro Pérez Galdós, vestida de El Flautista de Hamelín. Entonces daba clases en la compañía de Trini Borrull.

¿De dónde le nace la vocación?

Siempre he sido muy fantasiosa. Mi abuelo me llamada "cascabelito", era una niña inquieta y feliz. Me encantaba la música, bailar, enredar, disfrazarme con la ropa de mi madre. Montaba funciones con mi hermana y primas en la casa familiar de Valsequillo a 25 pesetas la entrada.

¿Le atraía ya el cine?

Veía muchas películas e imitaba a los actores. A los 17 años le dije a mi padre que quería ser actriz. Era una estudiante buenísima y él tenía otras aspiraciones para mí, pero lo permitió con la condición de que aprobara la selectividad. Se lo he agradecido toda mi vida.

¿Qué ha visto últimamente que le haya maravillado?

La actriz Susi Sánchez en La enfermedad del domingo (Ramón Salazar, 2018). Y la serie de El joven Papa (2016), de Paolo Sorrentino, por el trabajo de mi amigo Javier Cámara y todo el reparto. Big Little Lies (2017) y Feud: Bette y Joan (2017) son dos series que también me dejaron patidifusa.

¿Y el papel femenino que le haya sobrecogido?

Meryl Streep está sublime en La decisión de Sofía (Alan J. Pakula, 1982). Lo de Susan Sarandon y Jessica Lange en Feud: Bette y Joan es de quitarse el sombrero. Con Glenn Close son mis cuatro ases internacionales. Profundas, delicadas y llenas de detalles.

¿Cómo le gustaría seguir creciendo?

Con papeles de más recorrido. Agradezco mucho los de Sorogoyen en El reino, o González-Iñárritu en Biutiful (2010), pero en ambos he tenido que dar todo un mundo en dos secuencias. El de Contratiempo (Oriol Paulo, 2018) es de mis pocos protagonistas. La película ha sido un acontecimiento en China, estoy muy orgullosa de ella.

¿Qué claves usó para dar vida a esa suerte de María Dolores de Cospedal en El reino ?

La Ceballos tiene los apellidos de todas las políticas actuales y ninguno. Me fijé en los comportamientos y la forma de expresarse de las políticas que veía por televisión. Sorogoyen me pidió que le pusiera acento andaluz. Así salió esa mujer que no se casa con nadie y que pasa por encima de quien sea para que no le salpique la mierda.

Hace 43 años dejó Gran Canaria. ¿Qué recuerda de la Isla?

Los calamares rebozados del Guanche en el parque Santa Catalina, íbamos a comer todos los domingos. También, la casa de Valsequillo los fines de semana. Y el hotel Folías en el sur. Vivía en el numero 82 de la calle Ingeniero Salinas, junto al Estadio Insular, y mi padre nos llevaba a mi hermana María José y a mí los domingos al fútbol. Pasaba los partidos observando a la gente.

Rodó aquí El amor se mueve (Mercedes Afonso Padrón, 2009). ¿Le gustaría volver?

Me da mucha rabia que se estén haciendo un montón de películas con actrices haciendo el acento canario y que no me toque a mí, que lo llevo dentro. Lo cierto es que, menos Mercedes, nadie me ha llamado jamás para hacer una película allá. Me encantaría.

¿Cuáles son sus fortalezas como actriz?

Actuar es un acto de generosidad y autenticidad, contigo misma, el personaje y el espectador. Me siento una actriz comprometida con el trabajo, lo mismo con un cortometrajista que con Almodóvar. Si digo a algo que sí, voy a muerte.

¿Es feliz con su profesión?

Amo lo que hago, sin olvidarme de vivir. Pero haciendo películas aprendes muchísimo. ¿Cuándo iba a pensar qué haría una política, una gitana, una abogada?

¿Qué es lo mas raro que ha hecho para preparar un personaje?

Lo más alejado de mí ha sido la gitana Dolores de El patio de mi cárcel (Belén Macías, 2008). "¿Pero de dónde voy a sacar yo a una gitana?", me decía mirándome al espejo. Pero empecé a investigar en el Rastro de Madrid, a oír y jugar con el acento. También es atreverse. Fue mi primera nominación a los Goya.

¿Se prepara para el salto internacional?

No. Tuve la oportunidad hace unos años de irme a Hollywood, pero en España tengo un montón de películas por hacer y directores con los que trabajar, un montón de cosas que contar. Sí me gustaría que hubiera más historias para mujeres de más de 50 años. No solo somos consortes, madres, tías, cuidadoras.

¿Debería haber más mujeres trabajando en el cine?

No tendríamos ni qué luchar por eso. La mujer ha demostrado su fuerza. Parimos, cuidamos hijos, mantenemos una familia, trabajamos, somos estrategas por naturaleza. Este año hay una buena terna de nuevas directoras. La mujer tiene que ocupar su espacio de poder. Es totalmente absurdo que se nos discrimine por el hecho de serlo.

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