Es uno de los proyectos más arriesgados que se hayan realizado en el ámbito de la danza en los últimos años: convertir la ópera de Wagner Tristán e Isolda en un ballet contemporáneo. Pero eso lo ha conseguido, y con resultados más que satisfactorios, el Ballet del Gran Teatro de Ginebra, que interpretará la obra maestra del compositor alemán del Romanticismo transformada en una espectáculo de danza, en el teatro Cuyás este viernes y sábado a las 20.30 horas, en su primera visita a Canarias. Un trabajo arduo por el que la compañía suiza recibió el Premio de los Críticos de París.

El ayudante de dirección, Vitorio Casarin, es el más veterano de todos, ya que lleva trabajando 27 años en este equipo con diferentes responsabilidades, y afirma que lo más complejo del trabajo fue primero la música porque "no está pensada para la danza", y segundo "reducir una ópera de cuatro horas y media en una hora y veinte minutos. Pero esto último ha sido un trabajo de la prestigiosa coreógrafa Joëlle Bouvier, fundadora de la mítica compañía L'Esquisse que "ha conservado los tres actos y la cronología, y ha condensado en una hora y veinte una ópera de cuatro horas y media", con lo que "los bailarines están obligados a pasar por muchas emociones para transmitir bien el argumento".

Para Casarin, un aspecto que preocupaba especialmente a la compañía era la receptividad que pudieran tener en los wagnerianos con este montaje. "Todos teníamos miedo de ir a Alemania ya que están allí los aficionados más expertos, pero siempre tuvimos una buena recepción", a lo que añade que en en el Auditorio de Tenerife, donde la compañía interpretó este mismo montaje el pasado fin de semana, también fue recibida de forma "muy calurosa".

La bailarina Sara Shigenari será quien interprete a Isolda en las funciones de Las Palmas ya que Madeline Wong, que encarnaba a la princesa en un primer momento, sufrió una lesión hace poco, y Geoffrey Van Dyck dará vida al joven Tristán. Armando Gonzalez se transforma por su parte en el Rey Mark y Lysandra Van Heesewijk será el Testigo. Completan el cuerpo de baile Yumi Aizawa, Céline Allain, Louise Bille, Ornella Capece, Diana Duarte, Léa Mercurol, Tiffany Pacheco, Mohana Rapin, Valentino Bertolini, Natan Bouzy, Zachary Clark, Xavier Juyon, Nathanäel Marie, Juan Pérez, Simone Repele, Sasha Riva y Nahuel Vega, un cuerpo de bailae con una media de edad de 25 años.

El trabajo del director, Philippe Cohen, ha sido elegir a los coreógrafos, y bailarines que participan de esta producción. "Es el responsable de toda la parte artística, lleva quince años en esta compañía, y en 2009 hizo Romeno y Julieta para nosotros también con Joëlle Bouvier". Precisamente, Cohen, siempre elige bailarines jóvenes "porque son más fáciles de modular".

El Ballet del Gran Teatro de Ginebra es una compañía contemporánea que no tiene directores residentes. "Hacemos dos programas con coreógrafos independientes que vienen de todas direcciones. Pero los bailarines son entrenados en clásico lo que permite un estilo de danza bien apurado", afirma el ayudante de dirección. Pero una característica especial es que "es una compañía de porte medio, que tiene vocación de girar". Esto se explica porque "Suiza es una isla del mundo, y no somos una compañía que dependa del gobierno, de las autorizaciones o de los patrocinadores. Solo bailamos dos veces en Ginebra y el resto estamos por otros países, con lo que tenemos una capacidad de adaptarnos a todos los sitios a los que vayamos y por eso hay una gran diversidad en la compañía, todos de nacionalidades diferentes".

En gira

Vitorio Casarin también destaca la brillante iluminación y que la obra tenga un decorado "simple, pero muy ingenioso", con una escalera de caracol que evoca una nave; un castillo y una cuerda que simbolizan el filtro que une irremediablemente a los amantes; unas simples planchas de madera recuerdan al bosque, un muro o una habitación, y las grandes telas azules, tornasoladas y en movimiento, evocadoras de las olas en el mar. Elementos escénicos todos que sugieren más de que lo que muestran. "Es el resultado de muchas pequeñas cosas que unidas hacen que sea todos muy original", añade.

Tristán e Isolda fue creado en 2016 y en tres años ya ha girado por todo el mundo, funcionando siempre perfectamente porque garantiza un espectáculo visual inédito e impactante, con el drama medieval siempre presente entre uno de los Caballeros de la Mesa Redonda con una princesa irlandesa.

Pero si tuviera que quedarse con una escena, Casarin señala que "me gusta sobre todo la parte de la muerte de Tristán, por la música, la escenografía y las imágenes que transmite".