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El héroe taciturno

La muerte de Bruno Ganz deja una fractura en el cine europeo de las últimas décadas | En 2009 recibió la Lady de Honor del Festival capitalino

Bruno Ganz, con la Lady de Honor que le brindó el Festival de Cine de la capital grancanaria en 2009. José Carlos Guerra

La de Bruno Ganz (Zurich, Suiza, 1941-2019) fue siempre una presencia intelectualmente excitante, que provocó la curiosidad de la crítica desde que su estrella comenzara a iluminar el pensamiento radical que emergía de las entrañas de un cine comprometido en una Alemania, la de los años setenta, asediada por el empleo arbitrario del poder, por los excesos burocráticos, por la memoria colectiva más reciente, por la guerra fría y por el azote de organizaciones terroristas como la banda Baader Meinhof. De ahí que muchos de los más renombrados directores del "nuevo cine alemán" reclamaran su participación en sus películas como la perfecta personificación del héroe capaz de afrontar con convicción, rigor y solvencia las lacras sociales y políticas de una época revuelta por las convulsiones internas de un sistema atrapado en un mar de contradicciones.

Aunque nacido en Zurich (Suiza), la imagen de Bruno Ganz siempre se ha asociado, y con razón, al resurgimiento del cine alemán durante aquella convulsionada década pues, a pesar de sus primeros contactos profesionales con el medio en su Suiza natal a través de comedias intrascendentes como Der herr mit der schwarzen Melone (1960), de Kart Suter, fue bajo la reputada batuta de Peter Stein, Reinhard Hauff, Wim Wenders, Wolfgang Petersen o Volker Schlöndorff, como logró ocupar su propio espacio en la nómina de los intérpretes europeos más admirados de los últimos cuarenta años. En realidad, personificó como ningún otro la idea del actor paneuropeo, que podrías encontrar tanto en los créditos de una película del griego Theo Angelopoulos ( La eternidad y un día), como del danés Lars von Trier ( La casa de Jack, pendiente de estreno), del español Jaime Chávarri ( El rio de oro), del también danés Bille August ( Tren de noche a Lisboa), del británico Ridley Scott ( El consejero) o del italiano Silvio Soldini ( Pan y tulipanes).

Y fue precisamente Stein quien, tras dirigirlo, con notable éxito, en varios montajes teatrales, quien le proporcionaría, en 1976, la primera oportunidad importante en su carrera cinematográfica al incorporarlo, junto a Edith Clever y Jutta Lampe, al reparto de Sommergäste, una de las escasas incursiones en la dirección cinematográfica del legendario dramaturgo berlinés y la consagración nacional de Ganz como intérprete excepcionalmente dotado para encarnar personajes de gran calado dramático muchos de los cuales han quedado fijados en nuestra memoria como iconos de una época en la que el viejo continente experimentaba una de sus transformaciones más decisivas y traumáticas de toda su historia.

Inédita aún en España, Sommergäste supuso para el actor su primer éxito importante y el salvocunducto para entrar en la órbita del mejor cine de autor de la mano del maestro francés Eric Rohmer en su hermoso y estilizado drama histórico L a marquesa de O ( Die Marquise von O, 1976) en el que interpreta a un enigmático aristócrata ruso en la Italia de mediados del XIX al que el destino convierte en protector de una bella, dulce y apesadumbrada marquesa, viuda y sojuzgada constantemente por la presión social.

'El amigo americano'

No obstante, su auténtica entrada triunfal en el cine europeo vendría de la mano de su mentor y amigo Wim Wenders al protagonizar, junto al actor estadounidense Dennis Hooper, El amigo americano ( Der Amerikanische Freund, 1977), pieza esencial del "nuevo cine alemán" y el testimonio más elocuente del talento expansivo de este formidable actor de mirada taciturna y voz trémula que buscaba su propio espacio en una cinematografía que despuntaba como ejemplo de aggiornamento tras la fiebre innovadora que se adueñó del cine francés con el surgimiento de la nouvelle vague.

Su papel en La mujer zurda ( Die Linkshänische Freund, 1977), de Peter Handke, junto a parte de la plana mayor de los mejores actores alemanes de la época, no le aportó, por mor de la impericia de Handke tras las cámaras, gloria alguna pero sí la suficiente notoriedad como para despertarle el interés al director norteamericano Franklin Schaffner, quien no dudó en incluirlo en el reparto de Los niños del Brasil (1978), junto a grandes celebridades como Gregory Peck, Lawrence Olivier, James Mason o Lili Palmer. Aquella incursión en el cine multinacional, experiencia que no repetiría hasta que, en 2004, se pone a las órdenes de Jonathan Demme para interpretar un breve pero intenso papel en El mensajero del miedo ( The Manchurian Candidate), tampoco le proporcionaría mayores beneficios que los que se derivan de cualquier película de gran repercusión taquillera.

El mismo año en que filma la película de Schaffner, Ganz se apunta otros dos tantos protagonizando sendas películas que contribuirían a reforzar su prestigio en el cine germano: El jugador de ajedrez ( Schwarz und weiss wie tage und nächte), de Wolfgang Petersen, y El cuchillo en la cabeza ( Messe in Kopf), de Reinhard Hauff, títulos canónicos del Neuer Deutscher Film, provistos de un intenso aliento dramático, en los que el actor suizo se mueve como pez en el agua encarnando a dos de los personajes más complejos y comprometidos de su larga carrera.

Tras estos dos grandes éxitos, coronados con media docena de galardones internacionales, su trayectoria profesional recibirá un nuevo aldabonazo con su papel de Jonathan Harker en Nosferatu, vampiro de la noche (Nosferatu ( 1979), de Werner Herzog. Libremente inspirada en Drácula, la popular novela de Bram Stoker, la película le sirvió a Ganz para demostrar su ersatilidad interpretativa trabajando junto a un Klaus Kinski sorprendentemente contenido en el papel del príncipe de las tinieblas. Aunque desató fuertes controversias entre la crítica como consecuencia del extraño pero fascinante tratamiento visual y narrativo que le imprimió Herzog al relato original, la interpretación de Ganz en este excelente filme figura entre las más brillantes de su copiosa filmografía.

'El hundimiento'

Durante la década de los años ochenta Ganz protagoniza tres títulos de importancia capital para el cine europeo de la época: Círculo de engaños ( Die fälschung, 1981), de Volker Schlöndorff; En la ciudad blanca ( Dans la ville blanche, 1983), de su compatriota Alain Tanner; y Cielo sobre Berlín ( Der himmel úber Berlin, 1987), de Wim Wenders, extraña aunque inolvidable fábula lírico teológica, con la capital alemana como escenario, donde su genio se funde en una perfecta simbiosis creativa con el talento inconmensurable del cineasta.

Sea como fuere, lo cierto es que, pese a las bondades que atesoran todos estos trabajos y los consiguientes reconocimientos de la crítica internacional, sus cotas más elevadas de popularidad las alcanzaría en 2004 cuando Oliver Hirschbiegel lo elige para encarnar el papel de Adolf Hitler en su polémico El hundimien to.

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