"Ya habrá encontrado este apasionado buscador donde termina la espiral del viento, en el abrazo del Padre", confortó ayer el obispo de la Diócesis de Canarias, Francisco Cases, a la familia y amigos de Martín Chirino (Las Palmas de Gran Canaria, 1925-Madrid, 2019) durante la misa en memoria del escultor grancanario tras su reciente fallecimiento a los 94 años en la capital española.

Aunque "para todos artista, para todos artesano de hierro y fuego, igual que tenemos un Dios artesano que nos hizo de barro y nos insufló espíritu", el prelado no recordó al Premio Nacional de Artes Plásticas ("no soy competente, sería presuntuoso que me metiera en donde Él no me llama") sino a la persona, "un hombre firme en sus raíces: su madre y su tierra canaria. Me enseñó a ser religioso y no quiero fallarle", citó Cases al propio Chirino para destacar la influencia materna en la fe católica del escultor isleño, de asistencia fiel a la eucaristia dominical en su parroquia de Morata de Tajuña.

Pese a su residencia madrileña durante las últimas décadas, tras recorrer todo el mundo a lo largo de su carrera, también sintió siempre el influjo del terruño "el artesano de la fragua y el hierro, que desde sus años de niño en la playa de Las Canteras descubrió el misterioso punto de partida de la espiral del viento", añadió en su homilia Francisco Cases ante un templo matriz repleto de gente hasta las capillas laterales, incluso con personas de pie junto a los accesos, para brindar la última despedida a Martín Chirino, a la espera del traslado y depósito de sus cenizas desde la Península al Archipiélago para un descanso definitivo en el cementerio de Vegueta. De hecho, "todo nació aquí, en su ciudad natal y su playa de Las Canteras", confirmó su amigo Guillermo García-Alcalde, consejero de Editorial Prensa Ibérica, que intervino al final de la ceremonia por deseo de la familia después de la participación de dos parientes durante la misa.

"Abstraido en la contemplación, penetró en el alma del viento y le dio corporeidad material. Sus hierros desmienten la gravedad porque están volando", valoró García-Alcalde la creación de Martín Chirino delante su hija, Marta, su yerno, Eduardo Rodríguez, sus nietas, Inés y Clara, además del pintor Rafael Monagas como colaborador del escultor durante más de cuatro decenios. En el otro banco de primera fila, el presidente del Cabildo de Gran Canaria, Antonio Morales, el alcalde de la ciudad capitalina, Augusto Hidalgo, el consejero de Turismo, Cultura y Deportes del Gobierno autonómico, Isaac Castellano, y el diputado estatal de Nueva Canarias por Las Palmas, Pedro Quevedo, principales representantes institucionales en una catedral que también acogió a artistas e intelectuales como Pepe Dámaso, Eugenio Padorno, Ángel Luis Aldai o Maximiano Trapero.

Réquiem menos fúnebre

Bajo la dirección de Luis García santana, el Coro de la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria interpretó obras de Johannes Brahms ( Introducción, Canto del destino, Op 54, en la entrada), Gabriel Fauré ( Final del Réquiem en re menor, Op. 48, en el ofertorio; e In paradisum de la misma pieza en la despedida) y Wolfang Amadeus Mozart ( Lacrimosa, Misa de Réquiem en re menor, K. 626). No en vano, "este artista genial fue profundamente sensible a la música", apuntó su amigo y melómano Guillermo García-Alcalde antes de explicar que el compositor francés Gabriel Fauré firmó a fines del siglo XIX "el menos fúnebre réquiem, el más lleno de esperanza en la vida eterna de cuantos fueron concebidos".

"Dales el reposo eterno, Señor, y enciende para ellos la luz eterna", comienza la obra para concluir con el verso "que los ángeles te lleven al paraíso", detalló el también exdirector de LA PROVINCIA/ Diario de Las Palmas sobre la principal elección musical de una eucaristia concelebrada por el sacerdote claretiano Pedro Fuertes junto a los canónigos catedralicios José Lavandera y Julio Sánchez. En opinión de García-Alcalde, emocionado durante la lectura en el presbiterio,"pasarán las generaciones y todos seremos olvidados, a excepción de aquellos que las han hecho depositarias de un legado inmortal. Martín Chirino no ha muerto. Su obra hablará siempre de su espiritualidad, su calidad moral y su sentido de la belleza".

A falta de la próxima ceremonia íntima en el camposanto de Vegueta, todavía sin fecha, la catedral de Santa Ana empezó a cerrar la espiral vital del también Medalla de Oro de Bellas Artes tras casi un siglo de existencia, aunque sus obras de hierro y fuego perdurarán durante centurias a lo ancho de todo el planeta. "Una espiral es el principio y el fin: hacia adelante y hacia atrás es lo mismo. Es el principio de la vida y lo otro: sus puntos suspensivos. No sé dónde empieza una obra y dónde acaba, y eso es la espiral", escribió el propio Martín Chirino sobre su icónica inspiración, presente desde el inicio y hasta la conclusión, desde la bienvenida y hasta la despedida en un movimiento infinito. Descanse en paz.