La directora chilena Karin Cuyul ha presentado la película Historia de mi nombre (Chile, Brasil, 2019, 78 min.), su primer largometraje, que compite en la sección internacional del Historia de mi nombre 19º Festival de Cine de Las Palmas de Gran Canaria. En este documental, Cuyul busca reconstruir su identidad a partir de su nombre cuyo trasfondo guarda la verdadera historia de su familia. Se trata de una hermosa metáfora del cine como reconstrucción de uno mismo a partir de la observación de otro, del prójimo y también de lo ajeno. Un viaje hacia su propia vida, sus recuerdos y su pasado que revelan aspectos personales y colectivos de un periodo doloroso de la historia reciente de Chile.

Tras perder todos los registros familiares después del incendio de su casa, Cuyul decidió en 2012 reconstruir los recuerdos de su infancia a través de la visita a los lugares en donde creció, así como recabando archivos caseros de otras personas. Concretamente, investiga la figura de Karin Eitel, joven estudiante secuestrada y torturada por la dictadura de Pinochet en 1987, una historia que inspira a la madre de Cuyul para ponerle su nombre.

Alejada de su idea inicial, "en el trayecto del desarrollo de la película, del guion, de la investigación, del rodaje y posterior montaje", Cuyul se dio cuenta que la película "se volvió mucho más personal" y que tenía que hablar desde su historia y la de su familia, pero "siempre buscando interpelar un poco al país".

Además del amplio archivo que recopiló, incluso a través de la petición que hizo en las redes sociales, reconoció que "le sirvió mucho leer sobre los traumas de la guerra porque en Chile no hay tanta investigación sobre ello", a diferencia de mucha documentación sobre desaparecidos, hijos de ejecutados políticos, gente exiliada€ porque a su familia "no le pasó nada, no vivió la tortura ni formó parte de la resistencia". De alguna manera, la cineasta chilena admitió que "estaba muy ajena a ese escenario" donde no encontraba su lugar en un país que "estaba totalmente dividido en dos". Gracias a esos relatos de generaciones post guerra, explicó, "fue entendiendo cómo funciona y opera el silencio y la memoria".

En Historia de mi nombre, que cuenta con la cineasta Dominga Sotomayor entre sus productores, Cuyul ha podido resolver sus dudas personales porque "no era consciente del tema del silencio en Chile". Desde el pudor y la timidez explicó que ese silencio "siempre ha estado presente en su casa pero no se daba cuenta" y tuvo que "asumirlo" durante el rodaje y, sobre todo, después en el montaje. "Ese lenguaje no directo, desde los bordes", que le sirvió como recurso para narrar la película. Un lenguaje que llega a denominarlo de "idioma" y que quiso incorporar a su documental después de detectar "ciertos guiños de forma y expresión que tienen todas estas personas". "Es como si tuvieran un chip de no hablar, de no recordar, de no transitar por esos espacios de dolor".

Karin Cuyul, que ha abandonado la producción de campo para afrontar esta ópera prima, desde la dirección" ha contado con fondos de Chile y Brasil para realizar esta película, por lo que considera que "ha estado muy bendecida".

No obstante, está "expectante" e incluso" le da un poco de susto" ver lo que va a pasar cuando se estrene en su país "porque todavía hay un halo de resquemor frente a la gente que fue de extrema izquierda". Pero en el momento de la investigación ella siempre estuvo decidida a "hacer una reflexión".

Mostrada en la sección Bright Future de Róterdam, donde obtuvo una mención de honor, la cineasta chilena plasma en su ópera prima, con un tono reflexivo y nostálgico, el olvido desde el punto de vista de quienes crecieron en democracia fusionando, para ello, su memoria con la de todo un país.