La obra más reciente de Daniel Rietti, graduado en Bellas Artes por la Universidad de Barcelona y master en Historia del Arte Contemporáneo y Cultura Visual por el Centro de Arte Reina Sofía, supone una provocativa reflexión acerca de la necesidad del reciclaje en plena sociedad de consumo, a través de una serie de obras creadas precisamente sobre superficies que originalmente estaban destinadas a acabar en la basura.

Por ejemplo, el espectador que visita esta muestra, encuentra nada menos que 25 palimpsestos creados a partir de páginas arrancadas de revistas sobre las que Daniel Rietti ha pintado una serie de formas que hacen referencia a la figura humana, sin que mostrar claramente sus líneas, utilizando técnicas mixtas como el óleo, barras del mismo material y acrílicos.

Pero entre todas las creaciones de El futuro es mío y la basura, destaca por ocupar un lugar preferente, la obra titulada La urna del canon, una fotografía impresa y cubierta casi completamente por pintura, alrededor de la cual orbitan el resto, que establece un juego irónico respecto al clásico lienzo o al montaje usual, porque como se deduce de comparar el título con la imagen a la que da nombre, todo en esta exposición se resiste a insertarse en el canon artístico.

A consecuencia de ello, justo frente a La urna del canon, Daniel Rietti ha colocado otra obra que estilísticamente supone su respuesta iconoclasta, para que de esta forma, ambas establezcan un diálogo en el que puede participar el espectador.

Gracias a cuatro fotos, tomadas en Los Ángeles y Madrid, la exposición consigue tratarlo todo como un conjunto, sin establecer diferencias entre fotografía y pintura, porque al igual que los cuadros, muestran escenas que podrían haber sido tomadas en cualquier lugar, ya que evocan fragmentos que no se refieren a ningún lugar en concreto.

Esta disfunción narrativa está presente en el resto de esta exposición, porque ninguna de sus obras trata con obviedad ningún tema en concreto, con lo cual el espectador tiene que intuir o dejarse llevar por las sensaciones que le aporten cada cuadro, por sus abstracciones y grafismos, si los tienen, y como dialogan entre sí.

Otro despojo sobre el que Daniel Rietti ha pintado es la arpillera, y de ese modo encontramos una que además lleva aparejada un cartón de embalaje para aportarle textura, y asimismo, en una sala más pequeña vemos un tríptico formado por tres cuadros independientes, creados sobre arpilleras cubiertas con muchas capas de óleos barridos con espátula.

Pero al igual que en esta exposición fotografía y pintura forman un conjunto homogéneo, El futuro es mío y la basura también incluye una escultura, con la inclusión de una curiosa obra perteneciente al denominado "arte encontrado", que es aquel realizado mediante el uso de objetos que no son considerados artísticos porque originalmente no tenían esa función.

Esta pieza, que nos recuerda aquellas de Marcel Duchamp o Joseph Beuys, consiste en varias tuberías expuestas tal y como fueron encontradas durante la reforma de una vivienda, lo cual la encasilla más concretamente dentro del arte basura, más conocido como trash art o junk art, uno de los subgéneros del arte encontrado, denominado de esa forma porque sus creaciones están formadas principalmente a partir de componentes que han sido, o iban a ser, desechados.

Como en la mayoría de las muestras en las que se expone una pieza del denominado "arte basura", esta escultura se encuentra justo en el centro de una sala, rodeada por seis cuadros, entre los que destacan cuatro formados por restos de carteles publicitarios de grandes vallas sobre los que Daniel Rietti ha creado.

En uno de ellos podemos ver la palabra "Balos", que el artista no ha querido cubrir para a través del azar realizar una reinterpretación de este topónimo que remita al público conocedor del arte autóctono al cuadro Aborigen de Balos (1952) del ciclo Pictografías de Manolo Millares, creado a su vez a partir de los signos rupestres del barranco homónimo. Pero quizás la conclusión de esta exposición se muestre en dos enigmáticos cuadros, mucho más pequeños, creados sobre papel de embalaje para carnicería y charcutería sobre las que se ha creado con barras de óleo y acrílicos un conjunto de manchas aleatorias, grafismos y manchas impuestas.

El proceso creativo del artista Daniel Rietti no sólo está mediatizado por el azar y la impermanencia, sino que voluntariamente, este artista los ha convertido en el motor de esta exposición, creando arte alrededor de un discurso estético basado en el arte basura y la metapintura, es decir, la pintura hablando de la pintura, lo cual lo revela como un gran conocedor de las últimas tendencias de la teoría y crítica de arte.