La Provincia - Diario de Las Palmas

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Amada Morado

"Recuerdo la osadía de venir a España a interpretar a Lorca en los 80"

"Lo que observo es esa preferencia universal por los jóvenes, que va apartando cada vez más a los mayores", afirma

La actriz cubana Amada Morado. la provincia / dlp

¿Cómo surge su participación en la superproducción Wasp Network y qué puede revelar acerca de su papel?

Por desgracia, no puedo desvelar detalles sobre la película, porque ni siquiera los actores principales están autorizados a conceder entrevistas durante el rodaje. Pero lo que puedo decir es que me siento muy feliz por participar en este proyecto con un pequeño papel, porque me ha dado la oportunidad de trabajar con reconocidísimos actores internacionales y con otros actores cubanos muy valiosos. Además, el rodaje me ha permitido volver a Canarias después de 21 años, lo cual ha sido una emoción tremenda.

¿La isla con que se reencuentra hoy se asemeja a la que descubrió hace dos décadas?

Me he reencontrado con una isla muy, muy cambiada. La veo tan linda como siempre, pero observo que, para mi sorpresa, ha crecido enormemente, porque en las montañas y en las lomas se están construyendo muchísimas casas y edificios. La ciudad ha crecido en construcciones, pero mantiene el mismo encanto.

Supongo que también identifica muchas concomitancias entre ambas islas.

Por supuesto, hay muchas cosas en común, sobre todo, en el carácter, porque enseguida entablamos relaciones con otras personas. Los isleños somos isleños, vayamos a donde vayamos. Estos días me monté en la guagua, la línea 25, e hice el viaje de punta a punta por la ciudad universitaria. A lo largo del trayecto, me resultó impresionante ir reconociendo los lugares en los que había estado, pero lo curioso es que me sentía como si estuviera en mi barrio, en mi casa, porque son muchos los rasgos comunes.

Su trayectoria se ha desarrollado eminentemente en el teatro. ¿Cómo ha progresado la escena cubana desde sus comienzos en la década de los 60?

Yo comencé como aficionada a mediados de los 60 y, en mayo del 67, debuté como profesional. Aquella fue una época dorada impresionante, porque yo venía de la nada y tuve la suerte de debutar con una conocidísima actriz cubana, María de los Ángeles Santana, fallecida en 2011, que estuvo muchos años trabajando en España como vedette. Cuando ya empecé a trabajar de forma permanente en Teatro Estudio, que dirigía Raquel Revuelta, una figura muy reconocida en Cuba, trabajamos sobre importantísimos autores españoles e internacionales y nos vinimos a bailar en casa del trompo [expresión cubana que remite a la osadía] con Bodas de sangre y La casa de Bernarda Alba en los 80. Eso sí, antes fuimos a Yugoslavia y la sorpresa fue enorme, porque conocían perfectamente la obra de Lorca y la estudiaban en clase. Y después tuvimos la osadía de venir a España a hacer a Lorca, y repetimos a finales de los 90. La diferencia es que en el 80 yo interpretaba a la vecina de la madre de Bodas de sangre y a Angustias en La casa de Bernarda Alba, mientras que en los 90 hice de la madre de Bodas y de la señora Bernarda Alba, que es una diferencia considerable. Y estuvimos en 48 ciudades españolas, así que fue un recorrido largo, con un recibimiento muy especial por parte del público español.

Muchas actrices manifiestan que los personajes de Lorca les ha cambiado la vida. ¿Con qué se queda del poeta granadino?

Me quedo con que los personajes de Lorca nunca pasan de moda. Su lenguaje es universal y lo que cuenta puede transcurrir en cualquier parte del mundo, como sucede con Shakespeare. Muchas obras son importantes por el momento en que se exhiben, pero no trascienden como lo hacen grandes como Lorca.

Por otra parte, el cine es quizás el territorio que menos ha explorado con respecto al teatro y la televisión, que ya constituyen, de por sí, dos medios radicalmente distintos.

El teatro ha sido fundamental en mi vida, porque ahí comencé. En mi última puesta en escena en 2017 también me lancé a codirigir una obra alemana con Irene Borges, El último fuego, donde interpretaba a una señora con Alzheimer, que fue una experiencia muy linda. También he hecho radio, doblajes y televisión, donde he hecho muchísimas telenovelas.

Precisamente al respecto de la autoría, ¿qué grado de libertad creativa se respira en Cuba?

Bueno, en el panorama teatral se mueven diferentes compañías de teatro y cada una tiene su propia línea. En este sentido, se exhiben obras contemporáneas, otras más complejas y otras más críticas, y nunca ha habido un problema de libertad en ese sentido.

Usted reivindica a menudo la "trascendencia social" del teatro. ¿A qué se refiere?

En mi caso, yo quiero ser actriz porque me gusta interpretar diferentes personajes y comunicarme con la gente a través de ellos, porque creo que esa es la manera de ayudar, en la medida de lo posible, a la mejora del ser humano, que es la función de la cultura.

¿Cuál ha sido su mayor reto profesional en el teatro?

Bueno, ya Bernarda Alba es un reto, pero me quedo con el personaje de una madre en la telenovela Bajo el mismo sol, que cuenta una situación llamada Operación Peter Pan, que se produjo en Cuba al principio de la revolución, en la que algunos padres empezaron a mandar a sus hijos a Estados Unidos porque les decían que los comunistas iban a coger a sus hijos para enviarlos a la Unión Soviética y adoctrinarlos. Aquello fue terrible, porque muchos padres se creyeron esta historia y más de 14.000 niños fueron embarcados de esa manera y terminaron en orfanatos. Nosotros tuvimos la posibilidad de hablar con varios "peter pan", ya regresados a Cuba, y muchos seguían muy impactados por el hecho de haber sido abandonados por sus padres. Algunos ni siquiera les han podido perdonar. Y para mí, fue un reto afrontar este papel sobre una tragedia que sigue golpeando a muchos seres humanos en Cuba.

Por último, ¿en qué medida se ha enfrentado a más barreras por el hecho de ser mujer?

Siempre respondo que esto depende del director y del guión. Sin duda, todavía hay que luchar contra muchos clichés y lo que observo, sobre todo, es esa preferencia universal por los jóvenes, que va apartando cada vez más a los mayores y, sobre todo, a las mujeres, lo cual es una forma de desechar el grado de la experiencia.

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