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Mujeres de Oriente

Desde 'Persépolis' el cómic se ha reivindicado como uno de los medios que más han ayudado a entender Oriente Medio

La aparición de Persépolis, de la francoiraní Marjane Satrapi, confirmó la importancia de la autobiografía como un género propio del cómic contemporáneo, pero abrió una línea particular en la que se mezclaba el testimonio personal con el relato de la situación sociopolítica de un país. Satrapi narraba su infancia, pero el escenario era nada más y nada menos que la llegada al poder en Irán del régimen de los ayatolás de Jomeini. El discurso de su obra iba mucho más allá de los contrastes que la vida de una joven iraní encuentra al llegar a Europa: era una profunda reflexión sobre las transformaciones sociales en Oriente Medio, desde una perspectiva que dejaba atrás la postura voyeurista curiosa del europeo hacia el exotismo oriental.

Persépolis aportó una mirada que realmente permitía comprender la compleja realidad política de la zona, combinando el periodismo en primera persona de Joe Sacco con el recuerdo y la memoria. A partir de esta obra, el cómic se ha reivindicado como uno de los medios que más ha ayudado a entender Oriente Medio, no solo en su vertiente política, sino también en la social, desde el conocimiento de tradiciones propias al duro contexto de la problemática de los derechos humanos y, particularmente, la situación de la mujer. En ese sentido, novelas gráficas posteriores como El juego de las golondrinas, de Zeina Abirached, El árabe del futuro, de Riad Sattouf, Las amapolas de Irak, de Brigitte Findakly y Lewis Trondheim, El coche de Intisar, de Pedro Riera y Nacho Casanova, Metralla, de Rutu Modan, Oscuridades Programadas, de Sarah Glidden o Crónicas de Jerusalén, de Guy Delisle, por citar algunas, componen un rico mosaico de experiencias e ideas que permiten construir una mirada menos maniquea (e ignorante) a las culturas y políticas de países como Irán, Iraq, Líbano, Argelia, Yemen o Israel, desde discursos que no eluden el compromiso y la denuncia, pero que no renuncian a la comprensión.

En Jordania

Intisar en el exilio, de Pedro Riera y Sagar (Astiberri) se inscribe plenamente en esta línea, tomando el personaje que ya creara anteriormente el guionista para seguir explorando la realidad de la mujer yemení. Tras lograr el reto de conducir su propio coche, encontramos a una Intisar que ha dejado su país para vivir y trabajar en Jordania, en un exilio impuesto que comparte con los lectores. Guionista y dibujante optan por un discurso cercano entre lector y protagonista, que no rompe conscientemente la cuarta pared, pero la diluye creando una relación de complicidad. Combina momentos que se acercan al reportaje periodístico, realmente interesantes, con otros aparentemente insustanciales donde Intisar cuenta anécdotas de su vida cotidiana que van dejando un testimonio demoledor de la situación interna yemení. Y es ahí donde, posiblemente, se desarrollan los momentos más duros de esta novela gráfica: una simple reunión para tomar té entre amigas se convierte en un espeluznante relato de la situación de la mujer en Yemen, tanto por la dureza de lo narrado, como por la terrible asimilación resignada de una realidad que ignora cualquier consideración hacia la igualdad de la mujer, instrumentalizada y reducida a simple propiedad del hombre.

Riera plasma a través de Intisar decenas de testimonios y entrevistas recogidas en Yemen y Jordania, tejiendo una de las narraciones más acertadas de la realidad de Oriente Medio tras las primaveras árabes. Una obra necesaria y de obligada lectura.

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