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500 años de la muerte del universal renacentista italiano

¿Científico o ingeniero?

Un aspecto fascinante de Leonardo da Vinci es su interés en el diseño de máquinas y en el estudio de fenómenos físicos l Sus esbozos dan muestra del incesante afán del artista por conocer la naturaleza

Boceto del 'tornillo aéreo'. LP/DLP

Con frecuencia consideramos las palabras ciencia y tecnología como sinónimas, pero no lo son. Se puede hacer una distinción en función de sus objetivos. El objetivo de la ciencia es conocer y comprender el funcionamiento del mundo natural y el mundo artificial creado por el hombre. Lo que motiva al científico es el deseo de saber y de comprender. Los resultados de la ciencia consisten en teorías y modelos, que son susceptibles de comprobación y son aceptados o rechazados basándonos en experimentos u observaciones.

Por otro lado, el objetivo de la tecnología es producir cosas que puedan satisfacer las necesidades humanas. Lo que motiva al ingeniero ?el agente de la tecnología?, es el deseo de satisfacer una necesidad, ya sea real o solamente sentida. Los resultados de la tecnología consisten en aparatos, mecanismos, estrategias, procedimientos y técnicas que puedan satisfacer esas necesidades.

La ciencia explora lo que ya existe, pero la tecnología inventa y crea lo que nunca antes había existido. Por lo tanto, el sello de la tecnología es la creatividad, mientras que el sello de la ciencia es la curiosidad.

Los principios científicos de la gravedad, de la termodinámica y del electromagnetismo son de por sí invisibles, pero se manifiestan a través de un péndulo, de un frigorífico o de un motor eléctrico. Los artilugios por sí solos, como el frigorífico o el motor eléctrico, poco hacen por aclararnos las ideas que condujeron a la invención de los mismos, ni los principios conexos de la termodinámica y del electromagnetismo. A todas estas? Era Leonardo da Vinci: ¿científico o ingeniero? o ¿ambas cosas?

Sanguilla y carbonilla

Uno de los aspectos más fascinantes de la obra de Leonardo da Vinci es su interés en el diseño de máquinas y en el estudio de diversos fenómenos físicos. Al observar sus bocetos nadie puede evitar sentirse doblemente maravillado, tanto por la indiscutible belleza de sus dibujos hechos con delicados y precisos trazos de sanguina y carbonilla, como por la minuciosa y detallada descripción de los mecanismos y de las herramientas empleados en sus proyectos. En los esbozos de Leonardo, hasta los engranajes son bellos. Pero, más allá de la belleza, estos diseños dan muestra del incesante afán del artista por conocer la naturaleza y sus secretos, y de su inagotable genio como inventor.

El historiador de la ciencia Alistair C. Crombie considera a Leonardo como uno de los físicos- ingenieros más importantes de su época. Según este autor, Leonardo basó sus investigaciones, directa o indirectamente, en los estudios de física matemática realizados previamente, hacia fines de la Edad Media, en Oxford y en París. Se ocupó, sobre todo, de problemas concernientes a la mecánica y a la hidráulica, realizando incluso varios progresos en cuanto al conocimiento de estos temas. En opinión de Crombie, aún cuando los estudios de Leonardo nunca fueron publicados, podrían haber influido en el desarrollo posterior de la ciencia: "...Aunque (Leonardo) no escribió ningún libro, y sus ilegibles notas escritas en espejo cubiertas con bosquejos no fueron descifradas y publicadas hasta mucho más tarde... su obra no se perdió para la posteridad inmediata. Sus manuscritos fueron copiados en el siglo XVI y sus ideas mecánicas robadas por Jerónimo Cardano... y puede que pasaran a Stevin y, a través de Bernardino Baldi, a Galileo, Roberval y Descartes...".

Sin embargo, no todos los historiadores de la ciencia comparten este punto de vista. Por ejemplo George A. L. Sarton, quien ha analizado minuciosamente la obra de Leonardo, sostiene que el artista renacentista no fue ni un auténtico inventor ni un auténtico científico ya que "...un científico debe probar, o por lo menos explicar claramente, qué es lo que piensa...". Sarton puntualiza tres rasgos de Leonardo que impiden valorar objetivamente su talento científico: en primer lugar, no siempre es posible saber cuál es el significado de sus escritos puesto que sus conceptos no son muy claros y a menudo se contradice; en segundo lugar, casi todas sus ideas tienen un origen medieval, por lo tanto no son auténticas innovaciones ni aportes originales al desarrollo de la ciencia y de la tecnología; y en tercer lugar, sus fuentes provienen fundamentalmente de la tradición oral y no de la literatura académica derivada de las universidades. Agrega este autor que "...por instinto (Leonardo) fue mecánico y trató de comprender los fenómenos de la mecánica y de la dinámica; hasta trató de comprender las reglas de la hidráulica y de la aerodinámica, pero en vano...."

Es indudable que G. Sarton juzga y analiza la obra de Leonardo desde el punto de vista de la ciencia moderna: una ciencia no sólo basada en la observación del fenómeno natural, sino apoyada y corroborada por medio de la experimentación y la formulación matemática. Sin embargo, esta ciencia surge recién a mediados del siglo XVI ?posteriormente a la muerte del Leonardo? madurando lenta y arduamente a lo largo de los siglos subsiguientes. En mi humilde opinión, no creo que pueda valorarse cabalmente la labor científica y de ingeniero de Leonardo a menos que se lo considere inserto en un contexto cultural de transición entre el pensamiento "especulativo y espiritual" del Medioevo y el pensamiento "materialista y racional" que dominará los siglos posteriores.

De todas las máquinas imaginadas por Leonardo, sus artefactos voladores son los que han despertado mayor admiración. El sabio renacentista confiaba en poder encontrar el secreto del vuelo estudiando el ala de las aves. La mayor parte de sus esquemas muestran máquinas pilotadas por hombres, con alas articuladas similares a las de los pájaros. Como es sabido, dedicó gran cantidad de bocetos a este tipo de análisis. Hoy en día sabemos que el secreto de la sustentación aerodinámica no reside en las articulaciones de las alas, sino en su perfil. Nuestros modernos aviones se sostienen en el aire en virtud de la diferencia de presión entre la parte superior e inferior del aparato. Esta diferencia de presión se genera gracias al perfil de las alas y del fuselaje, siempre que la velocidad del avión respecto del aire sea suficientemente alta.

Estos principios, que constituyen el fundamento del vuelo, se desconocían en los siglos XV y XVI. Leonardo no sólo investigó el vuelo horizontal, sino que diseñó una máquina que es "universalmente reconocida como la primera y genial anticipación del vuelo vertical". Se trata del denominado tornillo aéreo, antepasado de los helicópteros. Este proyecto consiste en una superficie en forma helicoidal, arrollada en torno de un eje vertical. Tal como las alas articuladas de Leonardo, su tornillo aéreo no puede elevarse por sí mismo ni sustentarse en el aire, puesto que fue diseñado ignorando el perfil necesario para producir la diferencia de presión que lo sostendría en vuelo. Por otra parte, ninguna de sus máquinas voladoras podría alcanzar la velocidad necesaria para elevarse ya que los motores de los que se disponía en el Renacimiento ("fuerza motriz humana") tenían muy baja potencia.

Paracaídas

Si bien Leonardo no logró descifrar los secretos del vuelo, llegó a diseñar un paracaídas que efectivamente permitiría a un hombre arrojarse sin peligro desde cualquier altura. Este invento consistía en un enorme aparato de forma piramidal, que disminuía la velocidad de la caída gracias a la resistencia opuesta por su enorme superficie. Como ya hemos dicho, los fundamentos de la sustentación aerodinámica ?esto es, el perfil del ala, la velocidad relativa entre el aparato y el aire, y otros elementos como el ángulo de ataque? eran desconocidos en el Renacimiento. Sin embargo, Leonardo exploró los misterios del vuelo agotando todos los recursos de su tiempo. En este sentido, hasta el historiador G. Sarton sostiene que Leonardo "hizo todo lo que era posible hacer en su tiempo" y "merece completamente ser considerado como uno de los pioneros de la aviación".

Entre los grandes intereses de Leonardo figuran también las máquinas de guerra. En una época en la que los estados italianos sostenían permanentes conflictos entre sí, Leonardo dirigió una carta a Ludovico el Moro presentándose a sí mismo, ante todo, como ingeniero militar. En esta carta el sabio describe algunas de sus armas: "....Tengo todavía maneras de bombardas comodísimas y fáciles de llevar, y con ellas lanzar diminutos guijarros a semejanza de las tempestades... (...) ...Y si ocurriese estar en la mar, tengo maneras de muchos instrumentos sumamente aptos para atacar y defender navíos... (...) ...haré carros cubiertos, seguros y no atacables... (...) ...Allí donde faltase la operación de las bombardas, compondré catapultas, balistas, trabucos y otros instrumentos de admirable eficacia, y fuera de lo conocido...". Hay que añadir que nunca las hizo.

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