Se acabó lo que se daba. Un último episodio con más verbo que acción dedicado a atar y desatar cabos puso fin a una serie que hace Historia. Juego de tronos se despidió en pleno invierno del descontento que ha supuesto para muchos seguidores esta octaba temporada tan esperada. Tan desesperante para quienes han unido sus firmas a una petición internacional para que se tirase a la basura lo emitido y se rodara todo de nuevo. Un millón, de momento.

Un potente ejército que se quedó ojiplático con un episodio que prometía ser el no va más de las batallas y que resultó que no se veía casi nada. Plena oscuridad. Que no dio crédito a lo que sí vio en el capítulo siguiente, cuando la Reina de los Dragones se convertía en una genocida capaz de exterminar a un pueblo entero a lomos de su hijo lanzallamas. En España hay 57 niñas bautizadas como Daenerys,en homenaje a quien al principio era más buena que mala. Aunque algo se olían los padres porque hay 279 niñas que llevan el nombre de Arya, sin esos arranques destructivos y crueles aunque también de armas tomar.

La serie más premiada de la historia de los Emmy, cuya onda expansiva de influencia se extiende incluso por los países donde se ha rodado (España, sin ir más lejos) y que disfrutan de los beneficios de un turismo llegado para ver los escenarios que acogieron numerosas escenas, no parecía que iba a dar tanto que adorar u odiar aquel 17 de abril de 2011. Con pegadiza música de Ramin Djawadi y un título que se haría frase hecha ( Winter is coming), la serie se inspiraba en una saga literaria de culto y nadie sospechaba que 72 capítulos después llegaría a convertirse en un fenómeno social, hasta el punto de dar origen, incluso, a una extravagante modalidad de oponante: el que se asoma iracundo a las redes sociales para afirmar que odia la serie y advierte de que nunca la verá (sic).

Efectos

No eran entonces las plataformas como HBO y Netflix los imperios audovisuales que son ahora. Vista ahora, la primera y estupenda temporada resulta entrañablamente humilde, sin los despliegues de efectos digitales y cascadas de dólares que vinieron luego. Vino aocupar el trono televisivo que había dejado vacío Lost ( Perdidos), con la que, por cierto y no por casualidad, Juego comparte esa sensación final de desilusión y desconcierto por las decisiones de sus creadores.

Sin duda, al auge de la ficción de HBO contribuyó su mejunje de sexo, violencia, incesto y abusos de todo tipo que llenó las redes (claves en este fenómeno) de ecos, ecos y más ecos, con polémicas encadenadas y hostilidades desencadenadas: muertes inesperadas de personajes esenciales, diálogos de urdidumbre shakesperiana entre decapitación y violación, mucha teta y mucha treta que los detractores consideran inaceptables por convertir a la mujer en objeto de morbo. Hay quien compara las reacciones de un sector de los seguidores con el hooliganismo futbolero: se es del Madrid o del Barça lo mismo que se es de los Stark,e los Targaryen o de los Lannister. Y no hay moderación en ese combate.

Las cinco primeras temporadas aún mantuvieron la compostura porque seguían, con más o menos licencias, los libros de George R.R. Martin. Luego, las cosas cambiaron y muchas cañas se tornaron lanzas. Hubo menos sexo pero la violencia siguió siendo impactante. Hubo menos filosofía política (se echó de menos mucho a Meñique), desaparecieron personajes que daban mucho ju(e)go y se hincharon subtramas insípidas.

Un gran abanico de personajes a los que amar y odiar: mimbres de culebrón con dragones y brujas, y trampas argumentales tan monumentales que incluso resucitaban algunos muertos. Momentos álgidos como La boda roja marcaban a fuego una realidad: aquí puede morir cualquiera. O casi. A unos se les despedía con llanto, a otros con aplausos (y más si eran unos malísimos que palmaban de un ballestazo en el retrete o se lo zampaban los perros). En los tres capítulos finales, la escabechina ha sido generalizada y las redes, como se dice ahora, se incendian y se arrasan.

Como dice el gran Stephen King, que sabe mucho del ardor del fan, lo que más molesta no es cómo acabe la serie, sino que se acabe. El hachazo final lo han escrito y dirigido David Benioff y D. B. Weiss y los espectadores no indignados habrán podido apreciar momentos realmente hermosos, como la aparición de Daenerys ante sus hordas de aspecto hitleriano con su dragón a las espaldas, como si a ella le hubieran asomado alas, o el encuentro de los hermanos sepultados en abrazo de amor eterno, o el último gesto de amor de Jon Nieve. Y hasta aquí puedo leer, no vaya a despertar las iras de los vigilantes de spoilers.

Porque la saga de Juego de tronos pasará a la Historia, además, por entronizar lo que empezó con Psicosis, se hizo adulto con El sexto sentido y ha llegado al clímax con esta serie y Vengadores: endgame.

Al parecer, un joven sufrió a las puertas de un cine de Hong Kong por contar más cosas de la cuenta del final de la película de superhéroes. Abramos un debate: ¿cuándo caduca un spoiler televisivo? ¿A las 24, 48 o 72 horas?¿Podremos hablar el jueves de que el trono lo va a ocupar...?