Otra banda, distinto sitio. La banda madrileña Vetusta Morla celebró anoche en la capital grancanaria el que es hasta la fecha el mejor directo que el sexteto ha despachado en todas sus anteriores visitas a los escenarios de las Islas. Unos 5.000 espectadores, entre entradas vendidas anticipadas y en taquilla, e invitaciones, patrocinadores incluidos, según datos de los organizadores, fueron testigos de un espectáculo que hizo buenos los pronósticos.

Con un menú donde estaba claro que mandaban las canciones de su último álbum y que da título a esta gira, Mismo sitio, distinto lugar, la noche dio para mucho más. Sonó el disco al completo, con sus subidas y bajadas, y como era de prever, los madrileños mostraron músculo y oficio, no solo con las nuevas canciones, sino con pasajes nobles, casi himnos, de sus trabajos anteriores, lo que permitió revisar desde el presente composiciones de La deriva (2014), Mapas (2011) y el estreno discográfico que se tradujo en Un día en el mundo (2008).

"Esta noche es un día especial, salimos de nuestra burbuja de conciertos de festivales y esto es un concierto completo de la banda, el que hicimos el año pasado [en territorio nacional, europeo ´y latinomericano], teníamos una deuda con vosotros".

El saludo de Pucho, Juan Pedro Martí, la voz y frontman de Vetusta Morla, sacudía el aforo del Gran Canaria Arena, que le devolvía una sonora y generosa ovacíón. Había hambre de Vestusta Morla entre el público. Y no solo por disfrutar en directo de un espectáculo generoso en puesta en escena y actitud, repertorio, sonido [un recinto complicado de sonorizar, tal como reconocía el cantante], iluminación y visuales, sino además porque el recuerdo de sus visitas anteriores [la de anoche fue la quinta, incluyendo el concierto que ofrecieron en La Geria, en Sonidos Líquidos] era un formato bien distinto y en escenarios que, visto lo de anoche, no hacían justicia al pop y rock de tintes épicos que predica Vetusta Morla.

Los madrileños no fueron puntuales, y hubo de esperar por ellos media hora sobre la apertura fijada del concierto. Antes, y como invitado, Said Muti y su banda aprovecharon la invitación para presentar su último disco Habitación 828. Como bien apuntaba el vocalista de Vetusta Morla antes del concierto, "siempre que se puede nos gusta contar con artistas locales, en este caso con Said Muti, y en Tenerife [donde actúan mañana viernes] estamos con Monkey Faces".

Iba a ser una noche larga e intensa con 25 canciones que permitían conocer todas las aristas de un grupo con oficio. Con Pucho al frente, junto a David García el Indio (batería y coros), Álvaro B. Baglietto (bajo), Jorge González (percusiones y programaciones), Guillermo Galván (guitarras, teclados y coros) y Juan Manuel Latorre (guitarras y teclados), abrió Vetusta el concierto con Mismo sitio, distinto lugar, para hacer honor a la cosecha reciente, en un bucle inicial en el que cayeron Deséame suerte, El discurso del rey, Palmeras en la Mancha y Golpe maestro. Todas de "un disco que habla del pasado" sin olvidar de donde venimos, exclamaba el cantante.

Agradecidos por el recibimiento la banda miró atrás, a discos como La deriva y Mapas, de los que cayeron La mosca en tu pared, Pirómanos, Maldita dulzura y Cuarteles de invierno, para situarse en el principio de todo con Copenhague, del primer disco. Los clásicos, los antiguos suenan mejor que en su día.

De vuelta al presente, siguieron temas de Mismo sitio..., caso de Guerra Civil, La vieja escuela y 23 de junio, con un aire para recuperar un clásico primigenio, Al respirar, y volver al último con Punto sin retorno. A partir de aquí el concierto entró en una dinámica festiva, de baile y celebración, con canciones que lo hacían fácil, y con un público predispuesto que lo cantaba y bailaba todo: La deriva, Mapas, Sálvese quien pueda, -con el vocalista Pucho en el foso y con el público a su lado-, Valiente, Te lo digo a ti, y Fiesta mayor.

El concierto podría haber acabado aquí, pero en este reencuentro de Vetusta Morla con la Isla, otra banda en distinto escenario, quedaban algunos cartuchos en la recámara: Consejo de sabios, con la que se cubría el repertorio al completo de Mismo sitio, distinto lugar, y dos caramelos de Mapas: El hombre del saco, un ejercicio de psicodelia y pirotecnia visual; y Los días raros para cerrar una noche que dejó satisfecho al público y al grupo.