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Arte

Esther Aldaz frecuenta el futuro

La artista grancanaria conquistó la XIII Bienal de La Habana el pasado mes con una gran instalación 'site-specific' construida a partir de las nociones del porvenir y la utopía en Cuba

Un detalle de '¿De qué hablamos cuando hablamos de futuro?' ESTHER ALDAZ

La certeza de que, como reza el verso de Ángel González, "te llaman porvenir / porque no vienes nunca", motivó a la artista Esther Aldaz a diseccionar los prismas infinitos del futuro como esa expectativa azarosa que colinda con el ahora. Bajo el título carveriano De qué hablamos cuando hablamos de futuro, la creadora grancanaria exhibió el pasado mes una espectacular instalación site specific, inspirada por los contrastes y emociones que suscita el porvenir en el imaginario cubano, dentro de la sección oficial de la XIII Bienal de La Habana, que este año se desarrollaba bajo el lema La construcción de lo posible en el marco del quinto centenario de la fundación de la ciudad.

La convergencia casual de este leimotiv con la propuesta de Aldaz se anuda en la noción de "utopía", que no sólo simboliza el espíritu colectivo de la isla caribeña sino que, además, constituye uno de los puntos cardinales del universo creativo de la artista, junto con la idea de los lugares o no-lugares y la metáfora de habitar una palabra. "Este proyecto tiene mucho que ver con la utopía y el lugar, que son dos cuestiones que me interesan mucho", apunta Aldaz. "Por eso, concebí esta pieza con la idea de gestarla directamente en La Habana porque, cuando hablamos de futuro, siempre lo construimos desde el presente y la realidad del lugar".

El primer mimbre de este proyecto artístico se nutre de la compilación de distintas miradas sobre el futuro recabadas a pie de calle en La Habana, a partir de un listado de palabras elaborado por la propia artista. "Este cuestionario me sirvió como herramienta para tener una idea de cómo la gente siente o visualiza la palabra futuro, que está llena de connotaciones muy subjetivas", señala Aldaz. La relación de palabras más afines, entre las que sobrevuelan ilusión, miedo, incertidumbre, horizonte, viaje o luz, hiló un relato común que la artista plasmó en forma de nidos construidos con distintos colaboradores en una fábrica de El Cerro, un barrio de La Habana, con un material denominado wannakiki.

"Cada persona me tradujo sus sensaciones sobre cada palabra, su color, si les parecía grande o pequeña, fluida o sólida, llena o vacía; y todas esas características visuales son las que conformaron la pieza", revela. Por tanto, la forma de los nidos combina "lo abierto, lo intrincado, lo luminoso, lo sonoro, lo orgánico, el verde, el azul y el rojo, con partes ordenadas y otras caóticas", añade.

Nidos

Este caudal de relecturas sensoriales sobre el futuro vertebra el resultado de la instalación ¿De qué hablamos cuando hablamos de futuro?, exhibida en la azotea del Centro para el Desarrollo de las Artes Visuales, situado en la Plaza Vieja de La Habana y parte del núcleo central de la pasada edición de la Bienal, junto con el Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam -entidad impulsora del evento-, la Fototeca de Cuba o el Malecón de La Habana.

"Aunque me ofrecieron otras posibilidades, me interesó mucho ese enclave porque se establece un diálogo con el paisaje circundante, que tiene mucho que ver con la realidad de la ciudad", señala Aldaz en relación a la "estática milagrosa", que en Cuba alude a "ese equilibrio o resistencia, no solo de los edificios, sino del sistema, que se mantiene en pie a pesar de todo".

Así se dibuja la panorámica de la realidad cubana que, en las antípodas de las postales idílicas de La Habana, rodeaba los nidos, erigidos en símbolo de "un lugar en lo alto, donde uno puede refugiarse y, al mismo tiempo, volar, que son dos formas de mirar hacia el futuro". "Siempre trato las palabras como refugios primarios y, en estos nidos, uno se puede refugiar, tanto individual como colectivamente, y detenerse en ellos, y habitarlos durante un instante", señala la artista.

Además, los propios nidos se interconectan a través de senderos pavimentados con recortes de periódicos cubanos, "como símbolo de caminar por el presente o el pasado inmediato para dirigirse hacia al futuro". Su participación exige descalzarse, porque quizás esta sea la única forma de imprimir nuestra huella invisible. Y en el contorno exterior de la instalación, Aldaz delimitó esta fábula colectiva con distintos tipos de material encontrado apelando a "esa idea de jardín o edén en mitad del escombro o la ruina".

Diálogo

Por tanto, ¿De qué hablamos cuando hablamos de futuro? se configura como una pieza que invita a habitarla, a vivirla, a dialogar con y desde ella, donde el público se fundía en melodías con los instrumentos musicales depositados por Aldaz en el interior de los nidos o miraba hacia el futuro a través de la puesta de sol desde este paraíso temporal enhebrado con sus ilusiones. La artista la describe hoy como "una pieza viva", debido a que "cambió desde el primer día hasta el último, desde la primera palabra que recogí en La Habana hasta todo su recorrido durante la Bienal, pasando por todas las distintas fases de producción, donde dependí de la complicidad de la gente del lugar desde el principio".

En este sentido, Aldaz destaca que "Cuba ha supuesto un gran aprendizaje como artista, porque cada día tienes que reinventar la pieza y adaptarte a los recursos que hay". "Pero también esto tuvo un sentido, porque el futuro es algo que cambia todos los días y que nunca se termina de escribir", manifiesta. Y aunque hablar de futuro sea inherente al territorio, el afán de Aldaz es reproducir esta iniciativa artística en otras ciudades, bajo la certeza de que "no todos los países tenemos la misma visión sobre el futuro". "Incluso, hice una prueba en España y las sensaciones tenían más que ver con la incertidumbre, el miedo o lo gris", apunta. Y quizás en un porvenir que sí llegue, la artista pueda desplegar ante nosotros una colección transfronteriza de futuros, de distintos colores, formas y promesas.

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