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El rapto de la condesa

'La exposición' indaga en el enigma de la mujer que soñó presentarse como la más bella del siglo

Virginia Oldoini.

Aseguran que Virginia Oldoini, condesa de Castiglione, acarició el sueño de legar a la Exposición Universal de París de 1900 el completo catálogo de sus retratos para ser exhibidos bajo el epatante rótulo de La mujer más bella del siglo. Fantasía o realidad, lo cierto es que no tuvo tiempo a satisfacer ni la una ni la otra. Murió un año antes, devastada y sola, en un oscuro inmueble de la Rue Cambon, en compañía de sus perros, sus vestidos y sus joyas. Las mismas que Robert de Montesquiou, el dandi que inspiró al barón Charlus de En busca del tiempo perdido, salvaría de la quema para consagrarles un lugar de privilegio en su gabinete de ultratumba.

Nathalie Léger ha dedicado a la figura de la condesa italiana un libro, La exposición, que indaga en el enigma de la Oldoini a través del diálogo con su imagen reiterada hasta la náusea, los cerca de quinientos retratos que el fotógrafo imperial Pierre-Louis Pierson dedicó a la celebérrima beldad a lo largo de cuatro décadas de fetichismo y teatralidad. Un compendio abrumador que, paradójicamente, informa sobre la circunstancia que Diane Arbus cifró como corazón de su disciplina: el hecho no por evidente menos sorpresivo de que, cuanto más cuenta una fotografía, menos sabemos de sus protagonistas. El descubrimiento por parte de Léger de los retratos de la condesa sirve a la escritora para una doble pesquisa. Por un lado, descifrar los azares de una mujer que hizo de la cumplida reiteración de un gesto (mostrarse, ofrecerse, posar) una obsesión, una contienda y una ofrenda; por otro, trasladar ese ritual de la imagen cautiva a un terreno privado, el de la historia personal de la propia autora, contenida en los retratos que a su vez, tras la muerte de su madre, Léger rescató para reconstruir ese misterio que es siempre una vida agotada, y que ningún arte como la fotografía hace sentir con tanta intensidad, pues ella misma no es otra cosa que una de las manifestaciones más severas y lúcidas de la mortalidad.

La exposición es un libro clamoroso y a la vez humilde, ambicioso por lo que sugiere y sutil por lo que subraya, que abre muchas sendas pero sólo recorre unas pocas, y que libera en el ánimo del lector uno de los momentos más formidables de la escritura: el entusiasmo por conocer. Su atención a una época, el optimista siglo XIX, con su confianza en el progreso y sus gestas libertarias, con sus poetas videntes y sus extrañas alquimias, hace que saludemos este pequeño gran texto como un centauro que hibrida, con talento y emoción, los campos de la autobiografía, la historia y el arte para entregarnos una meditación en torno a la belleza y el tiempo, ese matrimonio que invitó a Leonardo a recoger en sus cuadernos una cita de Ovidio según la cual Helena, al contemplarse en su vejez reflejada en un espejo, lloró maravillada de que la hubieran raptado dos veces.

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